VIAJE DE IDA…
Carmela
—Sí, como te dije, era nuestro viaje de luna de miel…
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El viaje comenzó en enero, una tardecita de calor con todo el ardor de un amor recién inaugurado. Tras mi viaje de estudios a Europa no quisimos demorar la boda, ¡estar juntos y en viaje casi de exploración!, era una ilusión largamente añorada.
Habíamos preparado todo con muy poco tiempo y, por supuesto, previniendo toda clase de contratiempos ya que recorreríamos muchos kilómetros, en un 2 CV que ya había dado claras muestras de ser un verdadero”gauchito”.
Salimos un sábado a la tarde corriendo apenas a lo que daban los cilindros de un auto mansamente lento y muy fiel. Había sido un día como para despojarnos de la mitad de las reservas líquidas, todo lo que tomábamos se escurría rápidamente por nuestra piel.
Por suerte los rayos de sol no demoraron en alargarse y el viento que se colaba por las ventanillas móviles del Citroën animaron nuestras ilusiones.
Partimos de Santa Fe y pasando por San Francisco y Río Cuarto nos dirigiríamos a Mendoza para cruzar a Chile por el legendario túnel cordillerano.
Llegamos a Río Cuarto, viajando toda la noche y parte de la mañana, tomando allí un merecido descanso en un hotel que nos brindó algunas horas de aire acondicionado y comida en “plato” que nos hacía buena falta.
En ese atardecer bien fresco, el aire se llenó de una hermosa vibración de campanas mientras algunas nubes oscuras se acercaban por el sur y el CV se aprestaba también a descansar.
Con esa nacarada puesta de sol sentí fuertes deseos de abrazar a mi flamante marido y acurrucarme en sus espaldas fuertes y sus hermosos ojos verdes.
Esa noche dormimos envueltos en el arrullo de los truenos, la fresca brisa de la lluvia y la ardiente maravilla del amor compartido en plenitud.
Antes del amanecer proseguimos el viaje rumbo a Mendoza atravesando las pintorescas serranías puntanas. San Luis nos pareció una ciudad diferente, apacible y clara, envuelta esa mañana en una lluvia rala que se colaba apenas por las ventanillas del 2CV. Atravesando una larga avenida seguimos por la Ruta 7 que nos llevaría directamente a Mendoza.
Pero…,bueno, cuando algo se emprende siempre hay algún “pero”. La tormenta de la noche que pareció amainar al amanecer, en el momento de salir de San Luis, nos enfrentó con una cortina de agua justo en el sitio donde la ruta se había puesto brava ya que tenía muchos baches. El 2CV le dio “cuerda” a sus “enérgicos” cilindros. Asustado y engreído no nos abandonó, el motor le dio con todo a un bache de los grandes tapado por el agua de la lluvia y el 2C V se desvió a la banquina.
VIAJE DE IDA
Carmela
Gracias a Dios y a la mano “maestra” del conductor, se pudo evitar el barquinazo y tras continuar un trecho por el pasto retomamos la ruta.
Como no hay mal que dure cien años, la lluvia fue disminuyendo dando lugar a algunos rayos de sol que comenzaron a iluminar esa parda barrera de montañas que iba surgiendo en el horizonte como una sucesión de fotografías de las buenas. Allí emergía frente a nosotros la hermosa Mendoza y la conquistaríamos “de puño y letra”.
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Estábamos terminando la segunda taza de café y el otoño se hacía sentir en el frío de los vidrios de las ventanas.
–¡Cerremos las persianas y preparemos otro café…!.
— ¿Dónde andábamos…? ¡ Haaa…!
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¡Hicimos la entrada a Mendoza por esos ininterrumpidos túneles de árboles añosos que daban frescura a la torridez del verano! Mendoza, la del buen aire, el buen sol y el mejor vino; la ciudad limpia y lustrosa en sus veredas, la ciudad verde y florida en sus jardines y arboledas, nos envolvía.
Allí permanecimos dos días recorriéndolo todo: las largas avenidas, la Casa de Gobierno con la Bandera Nacional confeccionada por las damas mendocinas para el Ejército Libertador, la ciudad universitaria, el Cerro de la Gloria y sus parques umbríos . Terrible error hubiera sido estar en Mendoza y no visitar también viñedos y bodegas, degustando, por supuesto, la enorme variedad de sus famosos vinos.
Al despuntar el tercer día, partimos hacia la Cordillera majestuosa camino a Las Cuevas, pasando también por Luján de Cuyo y Uspallata con las enormes bocanadas de fuego emanadas de las torres de su destilería de petróleo,¡ un espectáculo dantesco…!. El 2CV marchaba derechito y orgulloso de atravesar tan escarpados caminos… Pasamos también por Puente del Inca, lugar con magia de alquimismo en el tono cobrizo que adquiere allí todo lo que se coloca en sus aguas surgentes.
Hicimos entonces un breve descanso; fotos, café y el embeleso ardiente de un amor que compartíamos en ese juego cambiante de paisajes y ciudades .
Seguimos viaje enseguida con la boca del túnel de Caracoles abriéndose allí, ante nosotros. Entramos lentamente cabalgando con el decidido Citroën sobre las vías del tren pues era también ese un paso ferroviario. Sobre nosotros la Columna Vertebral de América y debajo un hueco desconocido y apenas iluminado. Paulatinamente fue aclarándose el paso y ante nosotros, ahora, la boca de salida en la Aduana chilena de Caracoles.
VIAJE DE IDA
Tierra de Chile a nuestros pies. Cielo, montañas y camino serpenteante hacia Santiago. El Santiago de Neruda, Huidobro y Gabriela Mistral. Una gran trama de pequeños y grandes
cuadrados de viviendas recortadas por avenidas y diagonales. Un inmenso tablero luminoso con altos edificios, el mítico Cerro San Bernardo, la Casa de la Moneda, el Cerro Santa Lucía, frente a nuestro hotel, la Biblioteca Nacional, la Antigua iglesia-museo de San Francisco, la Alameda, parques, circuitos y vehículos en ininterrumpida cinta de luces…
Ahora, de la tierra al cielo, cielo para volar y hacer castillos en el aire. Dejamos el 2C V en la cochera del hotel. Por la mañana del tercer día partimos en avión hacia Osorno. Queríamos conocer el sur y por supuesto todo ese fabuloso contorno de montañas, nieve, lagos, islas y canales salpicados por hermosos bosques de cohiues, lengas y arrayanes.
Todos los recorridos en ese sur imborrable estuvieron envueltos en el embrujo de exóticos lugares que se encadenaban sin fin.
Lamentablemente no pudimos detenernos allí más de tres días pues debíamos volver a Santiago para continuar nuestro viaje en auto hacia el norte, atravesando el desierto de Atacama, pasando por La Serena, Copiapó y Antofagasta, para llegar a Arica.
2cv era nuestro particular aliado y nos estaba esperando entusiasmado, por tal motivo no demoramos para nada la salida y…hasta Arica no paramos.
¡Qué embrujada ciudad! Casi nunca llueve pero siempre se la ve envuelta en flores y jardines, coronada por su valiente y empinado Morro, último puerto Boliviano. Allí permanecimos unos días, en un hotel de ensueño sobre un altísimo acantilado y con ventanas al bravo Océano Pacífico. LO recorrimos todo maravillados de tantas avenidas, flores y luminosidad, la Catedral fue para nosotros un exótico hallazgo, era íntegra de hierro y la había diseñado nada menos que Heiffel, el de la famosa torre de París . De allí, atravesando por Tacna, y en un “aterrador” viboreo entre altos cerros en los que el 2CV se portó como “MAESTRO” de rutas montañosas, entramos al Perú anclando en Arequipa, verdadero telón de cierre de nuestro largo viaje de IDA…
2CV y conductor recibieron verdaderos aplausos en el Hotel de esa histórica CIUDAD BLANCA.