Microrrelatos 2014


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El formato de microrrelato se adapta perfectamente a la categoría de relatos de viaje, ya que muchas veces una anécdota o historia de viaje tiene tanta o más entidad que el propio viaje en sí.

Al contrario que los relatos a concurso, que tienen que ser enviados por correo electrónico, los microrrelatos se añaden como comentario a esta sección, en la parte inferior de esta página, y, una vez comprobado que se ajusta a las bases en temática y número máximo de palabras, 195, serán validados por el moderador y publicados.

Agradecemos tu interés por participar en el VIII Concurso de Relatos Cortos de Viaje Moleskin 2013. El período de envío de microrrelatos es el mismo que para los relatos, entre el 15 de enero y el 31 de Mayo de 2014.

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142 comentarios

  1. Viaje a la ciudad del amor

    Aquel viaje iba a ser diferente, me lo habían regalado mis hijas por mis bodas de plata, para visitar la ciudad de Roma, y yo estaba deseando de ir a la ciudad de la película “Dolce Vita”
    Por fin llegó el día, el aeropuerto de Madrid es inmenso, es la primera vez que tomo un avión, pero la experiencia me gustó.

    En Roma los hoteles son preciosos, los monumentos tiene mucho encanto, y la plaza de San Marcos tiene un café buenísimo, saboreado al ritmo de un violín, allí siempre rodeados de artistas.

    Visitamos Venecia hicimos el recorrido en un barco por el canal, de duración tres horas, degustando una copa de champan.

    El rastrillo me fascinó, compras más barato en el Porta Portesse; la plaza de España con tiendas exclusivas de los mejores diseñadores. Y la Fontana de Trevi, echamos la moneda de la suerte y el amor.

    Y la comida hay que decir que la pasta sabe diferente, las patatas noguis, los Fetuchines, las asaduras de cordero con alcachofas.

    Nos cogió el festival de las flores en Junio, merece la pena, os lo recomiendo.

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  2. Transformación

    Tres horas y media más tarde acabé postrado en el tronco de una de las secuoyas que se conservan en el parque de Yellowstone. Tan altas, que ves el tronco elevarse metros por encima del suelo queriendo tocar con la copa el hermoso cielo que se abre entre sus hojas. Me vi insignificante, parecido a una hormiga, diminuto insecto de sociedad estructurada, con una misión concreta hacia el nido. Eso me hizo reflexionar, y caer en la cuenta de las absurdidades en las que me sumerjo como cetáceo, en aguas infectadas de peces caníbales a la espera de carnaza con la que alimentarse. Me miro en el espejo que llevo en la mochila y observo mi ojo ocular, y el reflejo del árbol en la pupila adentrarse dentro del iris, diversificando sus ramas, y haciéndome sentir arraigado. Me agito, me convierto en manantial, estrella, cielo… ella sigue a mi lado, obsoleta, viendo como de mi vientre sale una pequeña rama y dos hojas. Y le digo que ha comenzado mi transformación.

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  3. Más allá de la experiencia

    Habíamos tuneado nuestras almas de colores vivos, y estábamos dispuestos a dejarnos llevar por las acrobacias que se nos presentaran. Subí tres peldaños. Se nos ofrecía una espectacular visión del mar Mediterráneo. Ella, dejó escapar un canto agudo parecido al de una sílfide marina. Tres horas más tarde, el mar se tiñó de pequeñas crestas blancas, rotas por el surcar de los barcos. Habíamos caminado durante varios días hasta las tierras de la antigua Tarraco, llena de historia en cada una de sus piedras. Anduvimos en la cuerda floja, y adquirimos un perfecto equilibrio. Se levantó un viento helado, no tuve más remedio que orinar entre los matojos. Ella llevó la mochila durante todo el trayecto. Señalé en la misma dirección que lo hiciera colón. Simulé ser una efigie romana. Intenté no desbocarme en las calles empedradas, el anfiteatro… y allí estaban las aguas del mar. Casi a vista de pájaros caímos en la orilla, rompiendo las olas con tersa suavidad. No hubo color que se nos resistiera. Ni experiencia arrinconada en el bolsillo delantero de la mochila.

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  4. Confidencia
    Subimos a la loma del cerro para observar el valle, y allí fuiste cómplice de lo inaudito. Esperaste el largo trayecto para darme un beso en la mejilla. A lo lejos, me dijiste, se eleva la cordillera central, señalaste el horizonte. Y vimos las nubes, y algo de cielo, un gran valle hasta no sé donde, e imagínate que por el estómago me subió un no sé qué. Seguimos la andadura, por entre rocas, entre la vegetación impactante, con unos prismáticos que nos acercaban el paisaje hasta casi tocarlo con la yema de los dedos. ¿Has apreciado el relieve de mi piel?, sonó un leve susurro de tu voz. No pude tragar saliva. El amor por las cosas no es comparable al que te tengo. Quería aclaración, por eso acepté viajar contigo. Es mi pequeña Odisea. Los griegos son los maestros en estas artes. Por cierto, ¿tú qué opinas? Imagínate el mal trago. Una nube tapó el sol, y yo lo abrí en mi corazón.

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  5. Yo me despedí antes

    Agosto de 2006, Sierra de Sonora, norte de México. A finales de este año estallará la guerra contra el narcotráfico pero aún no lo sabemos. Don Rosendo un viejo rezador casi ciego de la etnia Gurijía canta historias de lo que ocurrió antes. Es de noche, huele a carrizo húmedo y a sopa de borrego, los pinacates zumban violentamente y al estrellarse con uno apestan, escucho los violines rústicos y el arpa que quien sabe cómo llegaron a aquí. Hay rezos, maracas y cascabeles. Danzo y trato de olvidar los problemas que pueden abrumar a un chico de 23 años.

    Gabino que tiene mi edad y ha sido uno de nuestros guías durante las caminatas de ocho horas, nos dice que se siente “tristecita” cuando estás lejos de casa, coincido con él. Los viejos me platican de cuando le ganaron las tierras a los terratenientes y me dicen que aunque el presidente Fox ya les puso electricidad él no entiende que les hace falta un camino y agua potable. Años después vinieron las secuelas de la guerra contra el narco y las aguas de una presa. Yo me despedí antes.

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  6. He estado de viaje. Me fui para escribir y no encuentro palabras; siento que me las han robado, sin embargo un día cuando neuróticas me distraían de la dicha, las tomé en racimo y las enterré esperando a que por si solas, dieran fruto. He esperado en vano, viajado compulsivamente: estoy cansada y los bultos que aún no vacío, comienzan a llenarse de nuevo. Estoy buscando palabras formadas de silencio. Viaje; no terminan de decirlo, y ya estoy subida en algún vehículo: mis propias piernas. Señor, ya no se si huyo o si he encontrado. Encontrar lo que no se está buscando; descubro danzarina, un calcetín fosforescente que había olvidado y nuestro reencuentro me vuelve infantil y torpe.
    Los viajes que no cesan y me acosan en las noches cuando intento reconstruir su olor con retazos de mis recuerdos alcoholizados. Las piezas me asaltan transformadas en ansias, cubiertas de insomnio. Me alzo de golpe, con el cuerpo empapado en sudor y el pecho cortándome el aliento: oscuridad. Pero mis ojos pronto se acostumbran y puedo reconocer en un rincón, la maleta abierta en una risa burlona: Descansa, ya casi amanece y podrás volver a irte.

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  7. Rutina

    Cinco años después de su llegada a Ítaca, Odiseo empezó a tener una gran nostalgia de sus viajes. Eran persistentes pesadillas donde volvía a visitar a Circe, a Calipso, a Eurípide.
    Su fiel esposa Penélope, siempre tan leal, discreta y comprensiva, evidentemente sospechaba algo. Cada vez que Odiseo despertaba mojado y ansioso por volver a errar a la deriva por los mares, la encontraba ensimismada en sus tejidos.
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  8. SUEÑOS DE VERANO

    Irlanda, Reino Unido y Alemania, pero antes pasando por Dinamarca. De ahí un avión a Bangkok y con mochila a la espalda recorro Tailandia, Laos y Vietnam, desde donde intentaré cruzar a Filipinas para posteriormente y tras perderme por su islas, cruzar a Australia y sobre todo a Nueva Zelanda, donde alquilaré una furgoneta para perderme por sus rincones.No se como llegaré a Tokio desde allí, pero lo haré, y tras la capital nipona, un gran salto a EEUU, para bajar por su costa hasta Chile, de donde no me iré hasta haber logrado pisar la isla de Pascua…

    En fin.. son ya las seis. Hago un descanso para estudiar y luego continuo con el tema tres. ¡Qué ganas de acabar ya los exámenes!

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  9. El Procónsul

    Paseos y paseos

    Parece tan lejos, pero en realidad está tan cerca. Todo fue tan abrupto que hasta me resulta difícil pensar si las cosas hubieran podido ser de otra forma.
    Cuando papá llegó a casa y nos dijo que iríamos a visitar a nuestra familia, todos nos alegramos, especialmente yo, dado que ese viaje me permitiría pasar mi cumpleaños número 12 con mis abuelos y primos a quienes hacía mucho que no veía, más precisamente desde que habíamos huido de nuestra tierra, escapando de la hambruna y de la guerra civil.
    Pero curiosamente desde que subimos al avión, el clima emocionante generado por el viaje fue cambiando y los justificativos para tratar de convencerme se reiteraron con vehemencia: que me sentiría mejor, que es lo mismo que le hicieron a mi madre, a mi abuela y a mis hermanas y que de esa forma cumpliría con las tradiciones.
    Todos recuerdan sus viajes con alegría: turismo, excursiones, visitas a lugares nuevos; en mi caso es diferente, siento que me han quitado algo y ya no soy la misma de antes. A mi regreso, el dolor físico es poco comparado con el espiritual.

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  10. Amor pese a todo

    La playa nunca duerme. ¿O mienten las caracolas? Ellos juegan a remojarse a los pies de inocentes olas. En unos segundos la mar secuestra sus miedos y engulle sus cuerpos desnudos. Una lengua abisal los devuelve a la orilla envueltos en saliva. Cuando despiertan, prefieren callarlo todo con un beso. Y el mar enmudece.

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  11. Un redondo aventurero

    El día en que haría su primer viaje, naturalmente el globo sonda supo estar preparado porque las anécdotas que le compartieron sus camaradas acerca de la grandeza de conquistar los cielos y parajes, por trabajo a la vez que por placer era la mejor profesión de todas. Se elevaría veinticinco kilómetros y ayudaría a estudiar la atmósfera, lo aceptó y lentamente levitó, viendo por primera vez lo que todos los humanos llamaban “mundo”, y que él y sus amigos soñaban con surcar cuando fuera su momento. Cumplió la misión, pero su pensar iba más allá, miró un hermoso arcoíris en el cielo, las estampidas de ganado y el fluir de los riachuelos. Vio a los niños jugando y cómo más abajo, se elevaban papalotes, puntos minúsculos de colores, viajeros como él, de los cielos.
    Le dolió cuando tuvo que descender, rememorando la belleza de lo que creyó ser el planeta entero, no pudo esperar por una nueva misión, porque una cometa risueña, en forma de mariposa, a quien dejó de ver tras su aterrizaje, le había robado el corazón.

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  12. Bajo tierra
    Mi travesía favorita fue adentrarme en una húmeda gruta y no, no es lo que estarías pensando con una mente perversa, me refiero a que en plena flor de juventud viajé con otros excursionistas a unas grutas subterráneas. Se nos dijo que el lugar sería oscuro, mojado y frío y que nunca nos separáramos de los demás. Crucé un puente colgante y llegamos a la entrada, estaba preparada y traía mi equipo de supervivencia en una bolsa. ¿Cómo en una hora se podía volver a la época de las cavernas?, ¿y cómo ese espectáculo fue más bello que lo que antes llamé mundo? Laberintos resbaladizos donde la penumbra, a penas perturbada por la luz de una lámpara de mano, me llenaba el cuerpo del aroma de la humedad… sedimentos, arena, estalactitas y estalagmitas por doquier, dejando caer en mi nuca gotas de sus frías lágrimas. Quise volverme insecto y quedarme en ese lugar para siempre, o tal vez murciélago para no salir jamás de la seguridad y belleza de las rocas, el gorgoteo del agua y el eco del más mínimo chirrido, ¿lo dejé? No lo sé, creo que aún sigo ahí.

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  13. Esperanza.

    Fue un momento extraño y maravilloso. De repente, mi mente se vació de todo. No había pensamientos ni nada de lo que preocuparse. Luego sentí mi cuerpo vacío, como si yo no estuviera allí, como si sólo contemplara la escena del interior de un tren sin estar presente. Los sonidos eran ahora tan nítidos que se hicieron palpables. Escuché la vida, proveniente de las risas de unas muchachas sentadas cerca de mí. Sentía que me elevaba, y, dejando de tocar el suelo, mi cuerpo levitaba, pudiendo morder el aire, sintiendo esa vida que me rodeaba en toda plenitud. El suave movimiento del tren, avanzando hacia un destino poco concreto del futuro, acentuaba la sensación. Se fue ese constante miedo a la muerte, se fue la inseguridad y la desconfianza que siempre apabullaban en este descontrolado ritmo de vida que tenemos. Y observé. Observé las cosas como son sin prejuicios. Agarré el tiempo. Y me sentí libre.

    Como vino, se fue. Esa sensación duró unos segundos. Pero fue suficiente. La megafonía que indicaba la siguiente parada (demasiado cerca de la realidad) me despertó del ensueño. No importaba. Por un momento había podido sentir la felicidad.

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  14. Estación.

    Alicia espera en el andén de la estación, retratándose a sí misma en el reflejo de los cristales del tren que tiene delante, a sus pies. Espera que la espera le calme y que las espinas que se clavan en su sien le hagan ver la realidad de otra manera, aclarando su vista entre hilillos de sangre.

    Allí, de pie o sentada, mantiene una mirada ausente, y la gente que pasa a su lado mira su cabello mecido por el viento que descarga el tren a su paso.

    – ¿Insinúas, tren, que, marchándote así, sin esperarme a mí como yo te he esperado, no tendré posibilidad de llegar a mi destino?

    – No dudo que podrás coger el tren siguiente.

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  15. Mi abuelo y yo

    Mi abuelo es sabio, de eso no hay duda, porque cuando cuenta sus historias no se deja ningún ápice escondido. Los saca todos a la luz, y nos deslumbra con su desparpajo. Sabe hacerlo con gracia, soltura, fértil imaginación y humildad. Suele evadir algún dato que nos sobresalte o no guste. Pero por lo general acucia la historia hasta hacerla arrebatadamente atrayente. Hace años que dejó de ser pirata. Antes había sido un buen espeleólogo, arquitecto y capitán de barcos de placer. Llevó aviones de pasajeros, fue conductor de autobuses, y dejó de serlo de trenes el día que conoció a la abuela en la luna. Tanto viajar de aquí para allá le llevó a no ser hombre de ningún lugar. Y ahora, después de los años, bien aposentada la cabeza discierne con claridad que el viaje que más le llena es el que nos insufla con sus historias. Ayer estuvimos en el Everest, hace dos semanas surcado las sabanas africanas, entre feroces bestias. Mi abuelo es sabio, de los de verdad, porque sabe de todo, mucho más que cualquier abuelo de mis amigos. Os lo juro.

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  16. LA SOTANA
    – Hija,la familia de tu padre nunca cogió el autobús…..decía mi madre en infinidad de ocasiones. Aquel día era yo quién debía cogerle; con las vacaciones acabadas, vuelta al trabajo y atrapada en un pueblo al que ningún trasporte público llega. Un primo de mi padre me llevaría a la parada, si así podíamos llamarla, a quince kilómetros, entre arcén y cuneta, el autobús recogía a sus viajeros, pero no llegaba, yo nerviosa, cada vez más nerviosa, tiempo de desesperada espera y surgen las consabidas preguntas, ¿le habrá pasado algo?, ¿una rueda?, ¿el tráfico?…..fue en aquel instante cuando supe que acababa de entrar en ese grupo de la familia…..el que no cogía el autobús….y de repente, la estampa se volvió dantesca, era zona de páramos, se levantó un fuerte viento, ante mis ojos la sotana del primo era vapuleada con fuerza, azotada, las nubes cada vez más negras empezaron su descarga, relámpagos rompían el cielo y truenos ensordecedores resonaban…..entonces, el primo abrió su paraguas y en ese momento pensé que se elevaría por los cielos cual Mary Poppins….valió la pena perder el autobús………

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  17. Un trocito de la India. . . y más allá.

    La India es ese gran pozo en el que se aglutinan todos los colores del mundo, dejando un aroma a sándalo e incienso que flota entre sus ciudades desordenadas, esas vacas tatuadas y los saris de sus dignas mujeres extendidos sobre las praderas como un arco iris de seda. Partiendo del ficus que iluminó a Buda desciendes a Agra, donde el Taj Mahal se refleja en una alberca mientras suspira por la muerte de la bella Mumtaz. Desde allí, un tren surca el continente mientras descubres – con un chai tea entre los dedos – esos cántaros sobre cabezas cansadas o el río en el que se bañan sus creyentes. Tras treinta y dos horas de viaje has cruzado una frontera defendida por palmeras que te llevan a las selvas tropicales de Kerala, sus pueblos perfumados de coco y bahías de conquistadores. Allí contemplas el atardecer sobre Malabar , entre redes chinas e historias de pescadoras que te recomiendan buscar al tigre. Tras perder su pista te refugias en Kumily, pueblo de té y especias donde un thal aderezado de cúrcuma te arranca una lágrima. Entonces sabes que tu próximo destino es Sri Lanka.

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  18. Inmortal

    Blanco. Un blanco intenso que ciega. Un blanco que hasta da miedo; no el el blanco lo que asusta sino la soledad, el vacío…
    Un frío cegador amenaza con precipitar mi plan. Tomo fuerzas, soplo sobre mis manos intentando inculcarles el calor que las ha abandonado hace tiempo y retomo la senda que se pierde en un horizonte infinito, blanco, un blanco invernal, un blanco sepulcral.
    Allí adelante, cuando el frío le gane la partida a mi alma, caeré exhausto sobre la nieve y dejaré que los últimos hálitos de vida se desvanezcan en la nada. Entonces habrá acabado mi viaje… pero no mi destino.
    Viaje al futuro. Cuando el sol limpie de blanco estos valles, surgirá de nuevo mi figura, eterna, inmortal…

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  19. Suspensión de la autoestima

    El hombrecito disfrutaba cuando el andén de la estación de trenes se cargaba de pasajeros. Sentía que su soledad y su baja autoestima entraban en suspenso en el instante que la multitud lo arreaba hacia el interior del vagón. Lo empujaban y lo comprimían mientras los cuerpos buscaban encastrarse entre sí. Con roces y apretujones comenzaba su día, disfrutando del viaje tumultuoso. La jornada nacía y el tren se arrastraba por las vías al compás de una música melancólica, mientras el hombrecito esperaba su momento de gloria. Y siempre sucedía, nunca faltaba un pisotón intempestivo. Luego, siempre –no fallaba- le pedían disculpas. Y él las aceptaba con una sonrisa. No lo podía negar: en ese momento se sentía alguien.

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  20. Tu piel

    He viajado al lugar más deseable de la tierra: podría haber recorrido lejanas praderas en un globo, pero por mucho prefiero los que llevas tú en el pecho, también pensé en navegar por las aguas de un río salvaje… pero no por encima del caudal de tu boca. Montañas rocallosas palidecen ante el tacto de tus pies de bailarina, forjados y esculpidos por el esfuerzo de unas puntas perfectas. Por último pensé en cruzar entre tupidos árboles y matorrales, pérdida de tiempo en contraste con la densidad de tu selva virgen.
    Y no di más que un paso para vagar por ese sinfín de parajes en tu figura, la punta de tus dedos fríos como icebergs, que pronto se derretirán vagando en la cueva que es mi boca, entonces el triunfal obelisco propio de mi cultura azteca, esperando por tu visita. Otras exploradoras perecieron en el intento de llegar hasta la cima… pero esta vez visité el fin del mundo cuando me perdí en el desierto de tu espalda ardiente. Un paso para llegar a ti, tomarte en brazos y emerger por los rápidos de mis sábanas, ahogándonos en esta excursión pasional.

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  21. NO ME GUSTAS

    No me gustas. Esperaba más de ti. Defraudas y decepcionas. Ante dictámenes erróneos, llegamos a oscilar en la cuerda floja con riesgo de precipitarnos al vacío. Se intenta que ese miedo que agarrota y se aplasta sobre los hombros como una losa, deje de estar. Es por ello que acudimos buscando tu ayuda. Escuchas para más tarde, dictar sentencia. La mayor parte de las veces fallas en las mismas. Los que tendrían que ser nuestros derechos humanos, se aplican a otros…
    La protección y seguridad que buscamos en ti, se quedan huérfanas.
    Tu mirada ciega no te deja vislumbrar soluciones rápidas, importantes, drásticas y tajantes para que este mundo en el que vivimos, plagado de escombros, sea más limpio y puro.
    Sopesando los amargos hechos descritos, se llega a la conclusión que esa balanza se inclina hacia lo injusto. Lo que tendrían que ser igualdades, se convierten en desigualdades injustas que precipitan al ocaso. La espada de Damocles pende y oscila sobre nuestras cabezas. Terminas convirtiéndote en verdugo de la propia víctima. Mientras el poder y la mafia se den la mano, el delito nunca tendrá fecha de caducidad.
    No me gustas. Necesitaba decírtelo. .

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  22. AIRE

    Siempre que emprendía un viaje, me envolvía una sensación indescriptible de libertad. De naturaleza viajera, era para mí como para las aves emprender el vuelo, abrir mis alas, dispuesta a sorprenderme de lo desconocido,de lo nuevo. Sin embargo, pocas veces hice las maletas….a veces por falta de tiempo….otras de dinero….en otras ocasiones ausencia de compañero. Coincidió que aquel verano lo tenía todo, tiempo, dinero, compañero….las maletas preparadas y mí espíritu viajero. Izamos las velas, navegamos a favor del viento, nos dejamos llevar por ciudades y pueblos. Surcamos aguas del Mediterráneo, unas aguas tranquilas, serenas, a veces azules a veces turquesa, a veces onduladas como las dunas de arena. Es un mar en medio de tierras, un mar que baña tres continentes, y así; siguiendo la ruta del viento, conocimos culturas y gentes.Numerosas las escalas, Marruecos, tradicionales sus mosaicos; Egipto, cuna de la civilización; Turquía y su gastronomía; Italia y su Coliseo, su Torre Inclinada de Pisa, y en Francia Marsella, con su calas, con su puerto….Fue un verano inolvidable, irrepetible, cargado de experiencias,vivencias y sensaciones….Llegó el momento de arriar las velas, de recalar en el puerto, de deshacer la maleta y ordenar los recuerdos.

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  23. Purgas

    La mujer que iba en el coche a mi lado vomitaba corazones rosados todas las noches. Lo hacía en silencio y de rodillas, mientras su príncipe dormía plácidamente. Últimamente escupía también pelis lacrimosas y promesas lamiosas susurradas al oído.

    Esta noche, me cuenta, ha sido diferente. Entre corazones de algodón ha dado la penúltima arcada. La última ha sido en mi tartana, tiñendo de un azul viscoso toda la tapicería.

    «Acelera, coño», carraspea.

    Y ya no escuchamos resoplidos en el asiento trasero. Tan sólo un último resuello aturquesado.

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  24. A la espera

    Una maleta sellada por mil viajes, llena de experiencias recónditas, yace de perenne agonía en donde solo queda lo perdido, esperando, que su dueño no haya perecido.

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  25. Remembranza del olvido

    Nunca fue tan fácil retornarse en un viaje al pasado, una simple mecedora tan añeja como el tocino que echaba a la olla, y que ricos, aquellos momentos de la niñez.

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  26. Rutas desoladas
    No es demasiado agradable volver de noche. No estos días. Hoy hace especialmente frío. Estupendo. Y yo con medias piernas al aire como aquel que dice. Conduce el tío más temerario de todos. Carné de tómbola. Acelera y frena. Acelera y frena. Hasta yo conduciría mejor. Mi conciencia se ríe sobre esto último. Por lo menos los semáforos en verde. Algo es algo. Esto va medio vacío. Seguro que la gente lista sabía quién conducía el autobús a esta hora. Qué desgracia. Farolas. Muchas. Todo está lleno de lucecitas difuminadas. Vamos de lado a lado. De verdad empiezo a preocuparme. Mi cara pegada al cristal. Congelado, como no. Espero acordarme de darle las gracias por el viaje al bajar. Más rotondas. Ouch. Cuando lleguemos a los badenes no se qué pasará ¿Se desmontará esto? Posiblemente. Estamos hablando de transporte público. Bueno sobrevivimos, a excepción de un par de golpes tontos. Nada que necesite puntos de sutura. El mar tranquilo. Muy tranquilo. Parece dormir ya. No hay luna a la vista. Una pena. Tras la época guiri parece un pueblo del Far West desolado. Me gusta. No hay nada como estar en familia.

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  27. Ruta de las 2.15h

    El mar se ha escondido. Se levantan bloques de pisos a ambos lados y árboles perdidos de vez en cuando. Nubes tapan al sol, pero éste sigue cegando. Pendiente abajo. El mar vuelve a aparecer, y se marcha. El autobús coge velocidad. El cielo tiene un color precioso. De nuevo rotondas. Lo más interesante, las matrículas de los coches. El paseo. Esto ya es otra cosa. Las tiendas abiertas. El mar también esta bravo aquí. Bajo una luz de color naranja intenso. Pero sin bañistas. Ni gente surfeando. Demasiada espuma. Muchos caminantes a la vista. A pesar del aire hace buen tiempo para ser noviembre. Con abrigo, claro. Mi parada.

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  28. Viaje al Polonio
    Hacía varias temporadas que veníamos planeando ir a caballo al Polonio.Estábamos a 8 km de ese privilegiado lugar del planeta,ubicado en las costas de Uruguay,sobre el Océano Atlántico,al que sólo se accede a pie,en carro o en vehículo cuatro por cuatro.
    Muy tempranito ensillamos los pingos; provistos de sombreros y agua, emprendimos la odisea.El primer tramo lo hicimos con alegría ,entre risas y cuentos, mientras los caballos pisaban terreno seguro sobre el pasto.
    Cuando llegamos a las dunas ,siguiendo al más vaqueano,nos adentramos en la arena por un sendero que parecía el mejor;de pronto los animales empezaron a hundirse.¡Creímos que no podríamos salir de allí!…¡La duna nos tragaría!
    Fueron momentos de mucha angustia que sólo se vio disipada cuando divisamos, a lo lejos,el ondulante mar azul y llegando hasta él pisamos el suelo mojado y firme.
    Después todo fue maravilla.Las olas rompían en la orilla y llenaban de blanca espuma los cascos de los caballos que ahora,alivianados,nos conducían al galope hacia la punta rocosa.
    ¡Entonces vimos…muy de cerca,los lobos marinos que descansaban al sol!

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  29. LA GAVIOTA

    Amanecía. La playa estaba vacía. Se apoyó en la barandilla y observó alrededor. La panorámica era impresionante. Aquel día lucía distinto. Por lo regular la niebla hacía acto de presencia y envolvía lo de fuera y lo de dentro…
    ¡Su querido mar estaba en calma y se adornaba con un manto azul brillante. ! ¡En su día, un barco contaminado había vomitado en medio de ese inmenso océano, enfermándolo gravemente!
    Amargura, impotencia, desolación y tristeza, embargaron al mundo. Ese chapapote negro y viscoso, teñía las playas, las rocas, las aguas, los corazones…
    ¿Y qué decir de esos hombres valientes que sueltan amarras y lanzan las redes en busca del sustento que poner en la mesa? Aquellos días navideños, poco había encima del mantel y el hambre comía por dentro…
    Esa gaviota viajera que se apoyaba en la barandilla del paseo marítimo, decidió ir a dar los buenos días a su amigo el farero. Desde aquella torre se alumbraban en las noches oscuras y de niebla, a esas pequeñas barcas pesqueras que dejaban oír sus quejidos lastimeros pidiendo ayuda.
    Ante la tardanza del marinero y atisbando por la ventana en esa noche oscura, se rezaba ese rosario…

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  30. El arqueólogo

    ….y me habló de sus inquietudes, de sus viajes a través del tiempo, especializado en Prehistoria le apasionaban las excavaciones arqueológicas.Decía que eran vestigios de un tiempo pasado, que estaban vivos, que hablaban, que sólo había que prestar atención, escuchar, observar; querer saber y entender….le interesaba lo referido a la evolución humana,como había sido ese transcurrir, esa transacción desde el comienzo de los tiempos,como llegó el mono a ser hombre, al bipedismo, ..un viaje intrigante, un puzzle en el que hacer encajar todas las piezas,un viaje de hipótesis y conjeturas en el que siempre algún detractor te hacía desandar lo andado y en el que atar todos cabos resultaba casi imposible, un viaje de preguntas en busca de respuestas, intentando descubrir el camino por por el cual el ser humano, incluso antes de serlo, había ido transitando hasta llegar a aquí.

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  31. DIME QUE LA VIDA ES SOLO ESTO

    La vida debe ser exactamente esto. Debe ser, piensa, mientras coge las llaves del coche y repite su rutina, mientras contesta un email tras otro y quiere volverse loca…Ya solo piensa en aviones que suben, en aviones que bajan, en railes que velozmente trasportan vagones, en coches y en peajes, en carreteras que no parecen tener final, en maletas con ruedas y tarjetas de embarque.
    De un tiempo a esta parte ha entendido que solo le gustan los lugares nuevos; le recuerdan quién es ella sin añadidos, ni guirnaldas, sin profesión, ni edad, ni estados de ánimo. Andando por aceras lejanas sin más pretensión que  caminar, es  más ella que nunca, pura como el comienzo que nace nada más se pisa la tierra desconocida. Esas ciudades nuevas le traen a su memoria absolutamente nada, y es precisamente ese hecho, el vacío en la mente la que las hace tan especiales al corazón de Ana.
    Pero la vida es mucho más que viajar. Debe ser, piensa, mientras palpa su bolsillo vacío y descubre la cuenta corriente que agoniza. Se autoconvence y abraza de nuevo la rutina. Pero su ciudad tiene demasiada memoria. No, tiene que ser solo esto…

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  32. Entre el cielo y la tierra

    Éramos viajeros de la imaginación embarcados en un velero de palabras.Coincidimos en un día cualquiera, comenzaron largas charlas, intercambio de inquietudes, retos compartidos, hablando de lo humano y lo divino, infinitos contenidos mantenían despiertos los sentidos. Y fue la imaginación que nos llevó por diversos derroteros, nos regalamos estancias en parques, en playas, y cerros….y vino a mi ciudad, fuimos juntos a mi pueblo, hice suya mi casa, le mostré la iglesia, la parra, el huerto….recorrimos los valles desentrañando sus secretos, los riscos donde anidan las águilas, los arroyos y los cedros….y viajé yo a la suya, fue mi guía por sus calles,por su historia, por sus plazas, por sus parques y la orilla del río donde todo nace….y seguimos imaginando, desplegando nuestras alas, compartiendo música,poemas, mucha risa y alguna lágrima creando un mundo solo nuestro, transitando entre realidad y sueño, mundo virtual con protagonistas de carne y hueso, donde a pesar de la distancia la palabra era el nexo buscándonos cada tarde como el agua en el desierto.

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  33. El sueño conseguido

    Y por fin conseguí el sueño de subir a la luna. En el cohete sólo había tres plazas y fui uno de los afortunados. Tanto tiempo esperando y aún no me creía que llegaría el momento. Al principio me encontraba algo nervioso debido al miedo a volar, pero pronto me tranquilicé pensando que mi sueño se haría realidad. Cuando ya nos faltaba poco para llegar a la luna salí por la puerta trasera del cohete sin que mis compañeros de viaje se dieran cuenta. Pude llegar a duras penas hasta ella, quedándome francamente alucinado. Entonces realicé la misión: bajé la luna a la ventana de la habitación de Sofía y ella sorprendida la observó durante un buen rato; sonriéndome supimos que las luces de nuestros corazones eran mucho más luminosas.

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  34. Rayueleando
    Ante el espejo pronunciaba claramente las palabras mil y una vez ensayadas. “toco tu boca con un dedo toco…” Mientras, cerraba los ojos y se inclinaba hasta toparse en el cristal con un beso húmedo y deseado. A aquella presión siempre correspondía con aperturas calculadas de sus labios dejando pasar la serpenteante lengua en busca de la frescura cristalina que se le avecinaba enfrente. Adelantaba las manos buscando caricias con sus dedos temblorosos y curvados. Cada día tardaba más en volver a abrir los ojos. Pero antes de que llegases sus nietos con la manga del jersey trataría de limpiar los restos de saliva.

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  35. VIAJE

    Quizás si pudiera escribir algo bueno, estaría en otro lugar. Tal vez, con un gran escritorio de madera. Un jarrón caro, lleno de flores. Una ventana abierta, un jardín. Una cerca de madera, pintada de blanco.
    Igual que muchas otras veces, sonrío. Solo, como un loco. Cuando deliro e imagino que mi vida sería igual de patética si me encontrara en una nave espacial, viajando durante años hacia un lugar desconocido. Repitiendo cada día los mismos procedimientos. Sabiendo que nada de lo que haga hoy, mañana o dentro de diez años, puede cambiar mi rumbo o mi destino. Mirando siempre el mismo paisaje. Sin llevar la cuenta de las horas que pasan. Todo me daría lo mismo, igual que ahora.
    Mis compañeros siguen siendo el lápiz y el papel. Mi aliada, la botella. Mi cómplice, el silencio. Por mucho tiempo más.
    La reja vuelve a cerrarse y como cada noche, los guardias apagan la luz. Dejo de imaginar mi viaje intergaláctico y me recuesto en mi cama. Beso la foto en la pared. Y les pido a todos mis dioses que me ayuden a recordar cómo era la libertad. Aunque sea en mis sueños.

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  36. Mi otro yo

    Soy hijo único. Al menos es eso lo que siempre me han dicho. Pero en lo más profundo de mi ser siento un vacío que sólo se explicar como anhelo de mi propio yo. Se que soy y no soy yo mismo. Aun recibiendo todo el cariño posible, necesito el amor de mi otra mitad, la confidente, la que la lógica me niega. Sólo cuando sueño, viajo de nuevo al vientre de mi madre, al estado primigenio que me rebela que yo tenía razón. Soy gemelo, y debo emprender el viaje que me lleve a encontrar esa parte de mí que alguien me robó al nacer sin mi permiso…

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  37. SOY PEREGRINO

    Fui arrojado a este misterioso viaje sin hoja de ruta. De repente me encontraba caminando por una calle transitada, de la mano de una señora joven a la que le decía mamá. La abrazaba, la quería, pero a veces, la desconocía. ¿Quién era verdaderamente? ¿Quién era yo y por qué me encontraba paseando por este lugar tan extraño para mí?
    El barrio era lindo, lleno de edificios y de autos rápidos que parecían, como yo, ir hacia cualquier lugar. Pero en ocasiones, me sentía como un extranjero en esa ciudad inmensa que yo no había elegido. No recordaba haber comprado ningún boleto para llegar a ese lejano paraje. Tampoco sabía cómo seguiría mi viaje ni cuándo terminaría. ¿Con quién debería haber hecho estos arreglos?
    Enseguida nos mudamos a la casa de mi abuela y el paisaje cambió por completo. ¿Cuándo se decidió tan apresurado éxodo y qué lo ocasionó?
    Después de varios años de caminata, de idas y de vueltas, aún sigo buscando aquellas respuestas que tanto necesité de niño y como un fugaz peregrino, sigo caminando solo con mi mochila a cuestas, con el cuerpo en andas y el corazón a tientas.

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  38. Líneas aéreas:
    Cierro los ojos, fatigados de tanta lectura, y tomo un sorbo de café. Falta poco. Miro al vecino de asiento que duerme. Pienso en la inminente caducidad de un presente que ya no es más. Soy una transeúnte suspendida entre nubes anónimas y sin meridianos. Miro por la ventana y trazo líneas que me sostienen. Aquí estoy. Aquí existo. El momento tantas veces postergado, llegó. El tiempo no tiene sentido. No hay dudas ni miedos. Llevo solamente equipaje de mano, no necesito nada. Entiendo finalmente el desapego. No sé que me espera a donde voy. Tampoco me importa. Ya no necesito alimentar la esperanza, soñar un futuro, vivir con miedo. Ya no tengo miedo. Sé que la libertad me llevará lejos. Desabrocho mi cinturón y tomo mi bolso de mano. Me dirijo al baño. Ha llegado la hora de detonar la bomba.

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  39. Me pregunto cuál será el criterio de cierto lector para ponerle un cero casi todos los microrrelatos.
    Al menos que tenga la valentía de dar la cara y decir el porqué.– o calle para siempre.

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  40. REGRESO EFÍMERO.

    Cuando abrió los ojos sintió que retornaba desde el más allá.
    Los dedos entrelazados sobre el pecho revivieron en busca de algo a lo que asirse, pero enseguida aquel muro acolchado abortó un fugaz tránsito de escasos centímetros.
    Entonces adivinó la tierra tamborileando melodiosa sobre la madera de cerezo y los sollozos de los suyos amortiguados a cada segundo por una distancia insalvable.
    Sus propios gritos retornaron vomitados por las paredes cercanas de una caverna apretada, lóbrega y asfixiante, hasta dañarle los oídos.
    A continuación, nada más. Tan solo húmedo su aliento.

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  41. ¿INVASORES?

    -¡Papá, papá, vienen los vikingos! –afirmó el niño señalando a la lejanía.
    -No hijo. ¡Ya no hay vikingos! –aclaró su padre, retirándose las gafas de lectura.
    -Si papi, son ellos –insistió el chaval-. Navegan en un drakkar. Mira esa enorme vela y cómo agitan las dos grandes filas de remos. Creo que se están preparando sobre cubierta para invadirnos.
    -¡Hijo, qué ya no existen los vikingos! –exclamó el hombre ante la terquedad de aquellos seis años.
    El pequeño, dubitativo, oteó la lejanía con la esperanza puesta todavía en el equívoco de su padre.
    Cuando alcanzó la orilla aquella balsa destartalada, mantenida a flote a base de remiendos y expectativas, una docena de jóvenes de color extenuados saltó eufórica sobre las olas para besar la arena.
    Por fin habían logrado convertirse en conquistadores de un nuevo mundo. De una nueva vida.

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  42. Viaje sin retorno.-

    He pisado a fondo el acelerador para salir de una vez por todas, y para siempre, de este planeta. Noto como el sudor me recorre la espalda, la boca reseca y toda la atención puesta en la carretera. No puedo dejar de pensar si llevo todas las cosas que necesito para cuando termine esta locura de viaje. No importa ya no pararé hasta que llegue. Ahora lo único que debo hacer es estar atento y no perder la calma.
    Creo que nadie me recordará mañana, ni siquiera el apestoso gato de mis padres que tengo que dar de comer todos los días desde que me lo regalaron en mi doce cumpleaños. Nunca admití que fuera mío.
    No he dejado ninguna nota despidiéndome. No he llamado a nadie. Ni un mensaje, ni un twitter, ni facebook. Nada. Me marcho para siempre sin decir adiós. Cuando llegue seré un hombre nuevo en un mundo nuevo.

    – Javier, tranquilo, cuando pueda aparque usted el coche. Por hoy el examen ha finalizado. Se ha saltado dos semáforos rojos seguidos. La próxima vez procure estar más atento, parecía usted muy distraído, como muy lejos de aquí. Controle esos nervios y anímese.

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  43. Flotando en la Laguna Cejar

    Flotando sobre las aguas salitrosas de la Laguna Cejar donde por primera vez en mi vida, gracias a la alta salinidad, pude cómodamente nadar de espalda y hasta dormirme unos cuantos minutos en esa posición gracias a la alta salinidad de esas azules aguas, comprendí ese dicho que había escuchado: “inútil como salvavidas en la Laguna Cejar” y pensé que valió la pena pasar por ese problema en la aduana chilena donde nos sacaron los salamines de Colonia Caroya, las mieles de San Marcos Sierra y las mandarinas de San Miguel de Tucumán; sufrir el reventón de un neumático que nos dejó varado por horas en el Paso de Jama a pocos kilómetros de Salinas Grandes; y vivir sin pestañar esa acción de estafa que nos hicieron en el cambio de plata argentina por chilena; para estar como estaba en esa laguna mirando la nieve que aún tenía el gran Licancabur, esa montaña que es como un Dios que te mira desde todas partes; observar maravillado a los flamencos rosados que resaltaban ante el blancor casi doloroso de la sal y flotar, y flotar sin esfuerzo alguno, por supuesto.

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  44. Panorama

    Desde aquel hotel en Nueva York, la vista nocturna no era memorable. Edificios enormes iluminados con los destellos de las pancartas comerciales de obras teatrales. Las ventanas achicadas por lo colosal de las construcciones. Por momentos, parecí encontrame inmerso en un mundo futurista, casi me imaginaba los vehículos voladores por las inmediaciones. Taxis amarillos flotando entre las filas de naves pasaban raudos para llegar de prisa a una recepción en algún punto de la capital del mundo. Al regresar a la cama, encontré a un androide dormido, parecía humano, pero un cable que salía de la oreja derecha delató su realidad. Me acosté, conecté el cordón a mi oreja izquierda. No hemos dejado de soñar juntos.

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  45. TRAS LA VENTANILLA…

    Viéndola traspasar la puerta del Centro Comercial y dirigirse a su encuentro, preguntó con aires de enfado:
    -¿¡Otra vez aquí ¿
    -¡No puedo vivir sin tu presencia y cuando me alejo de tu lado y pienso en los momentos de placer que puedes proporcionarme, vuelvo…
    -¡Ya querida, pero no siento emoción alguna cuando me recorres!
    -¿No te gustaría hacerme plenamente feliz?
    -¿Qué quieres? ¡La cosa anda chunga!
    -¿Me permites que te haga una confidencia?
    -Tú dirás
    -Veo que me voy aproximando a la meta final y no he conseguido llenar un gran vacío en mi vida. Me gustaría viajar a lo largo y ancho del mundo y no solo conformarme con la pecera que tengo en casa, sino coger ese barco e irme a visitar el malecón de Cuba…
    Tras la confidencia al que podría darle un giro radical a su vida, la mujer hizo mutis por el foro.
    Desde la ventanilla y viéndola arrastrarse, sintió compasión por su amiga.
    Esa Primitiva que había sido sobada momentos antes, inspeccionó la zona. Torció el gesto. Decidió hacer cambios en esas crucecitas. No podía permitir que los sueños se quedasen dormidos y no pudiesen recorrer el mundo…

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  46. -¡Papá, papá, vienen los vikingos! –afirmó el niño señalando a la lejanía.
    -No hijo. ¡Ya no hay vikingos! –aclaró su padre, retirándose las gafas de lectura.
    -Si papi, son ellos –insistió el chaval-. Navegan en un drakkar. Mira esa enorme vela y cómo agitan las dos grandes filas de remos. Creo que se están preparando sobre cubierta para invadirnos.
    -¡Hijo, qué ya no existen los vikingos! –exclamó el hombre ante la terquedad de aquellos seis años.
    El pequeño, dubitativo, oteó la lejanía con la esperanza puesta todavía en el equívoco de su padre.
    Cuando alcanzó la orilla aquella balsa destartalada, mantenida a flote a base de remiendos y expectativas, una docena de jóvenes de color extenuados saltó eufórica sobre las olas para besar la arena.
    Por fin habían logrado convertirse en conquistadores de un nuevo mundo. De una nueva vida.

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  47. LETRAS BAJO MI ALMOHADA:

    Son unas letras bajo mi almohada, una parte de mi mayor tesoro. Una plasmación de su ser sobre una lisa superficie, blanca y pura antes, repleta de vida, pensamientos y sensaciones ahora.
    Ha recorrido cientos de kilómetros y ha portado consigo sentimiento, olores, lágrimas en forma de tinta. Una misiva que transmite directa a un corazón sediento, plena de respuestas, de seguridad, pero también de acogedores interrogantes, rumbo a un futuro feliz.
    Entre por ósmosis su tinta en mi piel. Grábense sus palabras en mi mente. Fórjense en mi interior los frutos de pasión que de ella nacieron.
    Letras bajo mi almohada, ¡hacedme soñar!

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  48. COMIENZA UN NUEVO VIAJE

    Hay días en que, tras una intensa tormenta surgen de entre las nubes potentes rayos luminosos procedentes del Astro Rey, rayos que enfocan directamente a tu cara y penetran tus párpados. Entonces despierto, y siento el frescor de la hierba bajo mi espalda, la brisa que se agita a mi alrededor y el crepitar más allá de las colinas que se yerguen selváticas, y los valles con profundos bosques en los cuales no ha resonado nunca el ruido de un hacha. He vuelto a la consciencia, a descubrir mi cuerpo físico repleto de limitaciones que no me deja ya recorrer el universo como antes lo hacía. Pero ese era el trato, entregarme a esta vida, a este mundo y tratar de encontrar en él cuanto falta en mi interior. Hace falta tiempo, mucho tiempo, pues hasta el momento, este nuevo viaje está dejando marcas en mi espíritu que no alcanzo a ver cómo podrán borrarse.

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  49. SOY VIAJERO

    Anoche abracé a una diosa y acaricié el silencio. Hoy parto, sin saber muy bien a qué, sin un rumbo fijo. Soy víctima de la incertidumbre, hijo del no saber y ciego frente a un tiempo que aún no contemplo.
    Soy el principito que se quedó sin planeta. El que marchó repleto de sabiduría pero también ávido de conocimiento. Ahora, este principito no está solo, mas le falta su rosa. Quererla es difícil. Resistirse a sus encantos sin ser rozado por sus espinas. Y cuando se huele su perfume embriagador… borrarla de la mente se torna en odisea.
    Descubres entonces que es cientos de veces más sencillo viajar, cruzar el universo, que desprenderse de su recuerdo.
    Aún así, ¡gracias infinita memoria! Por ti, sus ojos taladran los míos, pese a la distancia, pese al tiempo. Duele y es tan agradable…
    Sin su presencia, al evocarla, mis piernas tiemblan. Mis labios se secan y su sonrisa le da sentido a todo cuanto no lo tiene.
    Hundido en mi triste felicidad ahora pienso: No hay distancia que nos detenga.
    Porque soy viajero. En mi maleta te llevo…

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  50. MADRID-PARIS

    Gustavo observa al niño con curiosidad. Una vez que se aleja, el muchacho vuelve su atención al agua, se ajusta las gafas y se sumerge. Dos universos claramente diferenciados.
    Ella es maestra: Le encantan los niños.
    Él periodista: Adora la aventura.
    Gustavo recuerda sus primeros días juntos, el colegio, el barrio, el viaje a París…
    A las 2 de la madrugada, el Talgo Francisco de Goya seguía su trayecto sin pausa. En la habitación, dos muchachos de 14 años compartían litera. Ambos se miraban fijamente. Llevaban minutos así, en silencio, con los ojos clavados el uno en el otro. Al fin, Gustavo se decidió a hablar: ¿puedo besarte? Le dijo. Ella preguntó que por qué había de darle permiso. En el fondo le encantaba esa respetuosidad con que Gustavo la trataba. Ella se adelantó y le besó en los labios. Él cerró los ojos.
    Gustavo los abre de nuevo. Sigue en la piscina. Alcanza la orilla, exhausto, se quita las gafas y contempla cómo una pequeña pelota atraviesa su campo de visión. Tras ella, un niño corre con risa contagiosa.
    Involuntariamente, los labios de Gustavo se tensan.

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  51. GUSANO

    Se abrió la puerta del ascensor y… solo había oscuridad. Me quedé allí, en medio de aquella nada, absorta e incapaz de reaccionar. Respiré hondo, cerré los ojos y traté de serenarme. Cuando hube contado hasta diez, abrí los ojos mientras ansiaba que poco a poco me pudiera acostumbrar a la oscuridad, aunque no fue así: ésta continuaba, aterradora y total. Traté de serenarme, pero en aquel silencio sólo podía escuchar mi corazón que retumbaba como un tambor en mi oído derecho, tan fuerte, que al momento pensé que alguien lo tocaba junto a mí, y grité.
    Me respondió otro grito y otro y otro y otro. Gritos con mi propia voz que se repetían como entre los recovecos de un túnel. Y de pronto lo vi. Era un túnel, largo y oscuro, o mejor dicho, no tan oscuro, porque de alguna parte llegaba una tenue luz que iluminaba las toscas paredes de roca.
    Entré en aquel túnel largo, larguísimo, hasta que llegué al final: una puerta de ascensor. La abrí y… solo había oscuridad, pero esta vez entré sin miedo y entonces caí caí caí en un agujero por el que aún sigo cayendo…

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  52. GOLONDRINAS

    De niño me fascinaba el circo. En una noche lo desmontaban todo y desaparecían dejando un erial en la explanaba.
    Un día de primavera me fui con ellos y emigré, como las golondrinas. Hoy, en mi otoño, regreso, pero sólo queda el erial.

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  53. ATASCO

    Fue un atasco tremendo: diez horas detenidos en la autopista por un desprendimiento de rocas. Aquello se convirtió en un reflejo de la vida y la muerte. Los pasajeros del autobús y muchos de los que viajaban en los automóviles, organizamos el tiempo, la comida, la bebida y el sueño de los niños, de tal manera que las horas que estuvimos detenidos se nos pasaron sin sentir. Los juegos, cantos, chistes, pasatiempos y alegría hicieron que se creara un vínculo mágico entre nosotros. Hasta surgieron idilios, enamoramientos y propuestas laborales. Sin embargo, todos sabíamos que el momento de partir llegaría de un momento a otro.
    Por eso, cuando nos dijeron que la carretera ya estaba expedita, no nos alegramos, al contrario: todos supimos que jamás volveríamos a vernos, y eso nos entristeció.

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  54. Seguir escribiendo…

    Esa presencia en la estancia, despertó la excitación. ¿Vendrían a buscarla para volver a experimentar la emoción de otros tiempos? Duró poco la ilusión y dio paso al conformismo. La puerta se cerró a sus espaldas y volvió a quedarse acompañada de su soledad. A pesar de sentir que se iba apergaminando y dando lugar al color amarillento, se sentía viva y quería seguir comunicándose para que otros la encontrasen. El sentimiento seguía latente y antes de hacer el viaje final, todavía quedaban muchos folios en blanco que escribir…
    ¿Y qué decir de los paseos por la orilla del mar, los parques, la verde campiña, la visita al puerto ante la presencia del trasatlántico que venía de surcar otros mares, las escenas de las esquinas que rozaban y producían pellizco…? ¡Era mucho lo que había suscitado la sonrisa y la lágrima!
    El pasado estaba escrito. El presente quedaba por escribir… y del futuro ¿Quién lo sa…?
    En un cajón se encontraba la pequeña Moleskine que guardaba entre sus páginas las huellas de ese paso por la vida. Prendido en la solapa, su querido y fiel lapicero.
    De ese encierro involuntario, se escapó un profundo suspiro…

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  55. PEATONES UNIDOS JAMÁS SERÁN VENCIDOS

    Lo que más disfruto cuando voy de viaje de vacaciones a un lugar, lo conozca o no, es dejar el coche en un aparcamiento y disfrutar como un peatón de carne y hueso sus maravillas.
    Así entiendo a los peatones de mi ciudad, entre los que me incluyo muy a menudo, cuando me miran con cara de pocos amigos cuando transito, muchas veces innecesariamente, por ella con el coche.

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  56. A LA CONQUISTA DEL MUNDO

    Hoy buscando entre los enredos del gran trastero he visto todavía arrinconada, sobreviviendo herrumbrada al paso del tiempo, la bicicleta con la que me fui por una semana, hace ya unos cuarenta años, con tres de mis todavía mejores amigos a explorar el mundo a la provincia vecina. Nosotros conseguimos la gran hazaña, volviendo sanos y salvos con esas bicicletas de antaño, a pesar de que más de uno tuviéramos que frenar al final con los suelas de los zapatos; en cambio ambos, los frenos y los zapatos, no habían conseguido la suya.

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  57. EN TRÁNSITO

    Encontrarás gente de todo el mundo, con vestimentas dispares, como sus rostros y miradas. Hombres y mujeres viajando de un lado para otro, llenando los cielos en aviones y los aeropuertos. Muchos de turismo para limar la monotonía, otros volviendo a casa o regresando al trabajo lejos de ella, en este mundo cada vez más globalizado, más pequeño, pero a la vez dispar en sus caprichos aunque todos quieran seguir un modelo con grandes goteras por todos lados.

    Estoy en el aeropuerto de Doha, en el pequeño país de Qatar que está transformándose de la noche a la mañana, en casi un abrir y cerrar de ojos, y me pregunto, a pesar de estar en el aeropuerto, adónde coño vamos.

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  58. Despertar
    Corriendo las cortinas dejando entrar los rayos de sol a mi habitación me propongo disfrutar de mi viaje a París en solitario, como me encuentro en éstos momentos, bajar las escaleras del hotel como una princesa que va a su jardín a contemplar la naturaleza y al astro sol.
    Recorriendo las calles de París con dirección a lo desconocido, lo nuevo.
    En la parada de metro percibo la mirada de un apuesto caballero y no me es indiferente y me pregunto como dirigirle una palabra. Al salir a la calle un viento fuerte sacude mi cabellera y se lleva el mi pañuelo, al girarme a recoger veo en las manos del caballero. Me lo entrega y le doy las gracias y derrepente me pica los ojos, un sonido de pájaros escucho cantar en mi ventana. Y me despierto de mi inolvidable viaje a París, un sueño deseado. Oh… dónde estará mi caballero?

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  59. DE ESTE A OESTE, EMPEZANDO POR LA ESQUINA DE UNA CAMA.

    En aquel momento no se nos había pasado por la cabeza, ni por la piel, algo como esto. Los aviones aterrizaban en el aeropuerto como si no hubiese un mañana, impulsados por las pesadillas de otros. Y tú te reías (yo sé que si) pensando que nunca puede uno equivocarse tanto como para que el de al lado vuele sin mirar por la ventana del avión.
    Así estaba yo, ocupando un asiento vacío en el medio, quieta, con la vista puesta en un futuro sin ti.
    Quién lo diría, después de que, tantas veces, las sábanas nos sirvieran de vela y de abrigo, igual que abrigan las voces de otro idioma y los abrazos de los valientes en la cocina.

    PD: Mermelada de grosellas.

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  60. LA CAPITAL DEL IMPERIO QUE NO LLEGÓ

    Buenos Aires me suenas a melancolía y a grandeza malograda.
    A medio camino entre el sueño y la pesadilla.
    La capital del imperio que no llegó.
    El despertar en duermevela.
    Gardel cantando un tango que no termina.
    “Por una cabeza, todas las locuras…”
    Y la Historia te espera.
    He dormido acunado por las estrellas
    escuchando el rugido de tu cielo camino de Ezeiza.
    Pedí asilo en la república independiente de La Boca
    “Le toca a Palermo tocar el balón,
    La doce se altera…”
    Al otro extremo de la ciudad, el príncipe Francescoli se ajusta
    su frack para saltar a la cancha del Monumental.
    Luna Park parece una caja de zapatos
    y Calatrava hace bailar a los puentes con nombre de mujer.
    Buenos Aires, te debo la canción que jamás aprenderé a entonar.
    El verso que arañe tu corazón mestizo y de bandoneón.
    La guitarra de Charly García,
    La voz de Fito para cantar los domingos en el club.
    Calamaro como hilo musical de un país
    con un acordeón por cada esquina y todo a media luz.
    Buenos Aires…
    si yo pudiera atrapar tu alma en una frase.

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  61. Después de dos meses de vivir y trabajar aquí tengo la sensación de que he comenzado a tranquilizarme, al menos respecto a las cuestiones del día a día. La rutina empieza a aparecer.
    Me he acostumbrado al bacalhau, los pasteles de Belém, las caipirinhas y a repetir tudo bem como si jamás hubiera hecho algo distinto.
    Recuerdo aquella noche con mi billete en la mano cuando me despedía de los que me querían; si al partir había sentido que daba un salto al abismo, al llegar empecé a intuir que me sentía cómodo.
    El día que empezaron a preguntarme si realmente era de España supe que algo había cambiado no sólo para mí, sino también para los que me conocen. Creo que he sacrificado demasiadas cosas que he amado y con el fin de viajar y descubrir, no solo el mundo, sino a mí mismo. Puede que éste sea mi lugar y que no tenga que volver nunca, o también puede que ya haya terminado mi tiempo aquí y deba volar a otro sitio lejos de lo ya conocido y empezar de nuevo.

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  62. EL VATICANO: Ciudad de Dios

    Si por algo se caracteriza El Vaticano es por ser un país donde la riqueza abunda tanto como la picaresca. Vaticano, Ciudad de Dios, es la precuela de LOST (mi historia sobre Italia). Y si en Italia perdimos a Mariam, en El Vaticano, casi perdimos la fe.

    Fue aquí donde Myriam (no confundir con Mariam, que por entonces aún estaba entre nosotros), paseaba alegremente entre las multitudes, un miércoles, día del Papa y del Señor. Cartera en mano, como si nada. De pronto, de forma casi tan impredecible como imperceptible, una moto y dos ladronzuelos sobre ella, se encargaron de arrebatarle la cartera a Myriam y con ello su dinero (y también tal vez su dignidad). Ella, que todo lo sabía y lo entendía había quedado en ridículo de toda la clase :O

    Tras el incidente, entramos a la Capilla Sixtina y subimos a la Cúpula de San Pedro. Unos, rogarían para recuperar aquella cartera. Otros, con aquellas vistas sentíamos que éramos los amos de la Ciudad de Dios.

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  63. REINO UNIDO: Quedamos en el sitio de siempre

    A finales de 2012, hicimos una escapada a Londres con 3 amigos. Algunos de nosotros ya habíamos estado antes, pero otros no, así que intentamos aprovechar para ver lo máximo posible. Alquilamos una habitación para 5, donde supuestamente compartiríamos apartamento con el dueño, Abdul. Pero resultó ser una casa en la que las habitaciones se alquilaban de forma independiente, así que en ningún momento hubo ni rastro de Abdul, que por otra parte, lo convertimos en nuestro gran amigo imaginario.

    La «temporada» en Londres (aunque fuesen unos días la convivencia la transformó en temporada) fue estupenda. Abdul nos recomendó qué visitar y dónde desayunar. Allí al ladito de la casa había un sitio donde preparaban unas muffins excelentes, y cada mañana de aquella larga temporada de 3 días desayunábamos allí. Si volvemos por Londres o si vais vosotros, ya sabéis, quedamos en el sitio de siempre

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  64. ANDORRA: El día que no fui a Andorra: «Y qué más da… si son cosas de la edad»

    Mi historia con Andorra siempre ha sido de idas y venidas. Un quiero y no puedo que empezó con 5 años.

    Por aquel entonces cuando iba en el coche me encantaba escuchar a Alaska, Modestia Aparte y Hombres G. Aquel día, nos dirigíamos desde Barcelona a cruzar la frontera para pasar el día por Andorra.

    Por aquel entonces no se podía acceder a Andorra sin pasaporte, así que al llegar allí, por mucho que se intentó, fue imposible entrar al país.

    Sin embargo, lo mejor de todo fue el no entrar, volver a Barcelona y subir al Tibidabo. Por el camino me iban convenciendo de que tenía 4 años. «Tienes 4 años. Tú si te preguntan tienes 4 años». Así la entrada sería gratuita.

    Llegamos al Tibidabo:
    – ¿Cuántos años tiene la niña?
    – ¡CUATRO! – contestaron mis padres
    – ¡NO, tengo 5! – grité yo, dejando en vergüenza a mis padres

    No entré a Andorra aquel día, pero sí al Tibidabo, a pesar de las cosas de la edad.

    Mi primer recuerdo de Andorra es El Tibidabo 😀

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  65. BOSNIA: Los juegos del hombre

    Podría contar mil historias sobre mi intrigante paso por Bosnia. Dos maletas pesadísimas de regreso a casa, dejando atrás mi vida en Grecia. La sensación de soledad en muchos momentos de ese viaje de retorno, que suponía en esas maletas el peso extra de todo lo que dejaba atrás… Y mi llegada a Sarajevo en un autobús, que me dejó en las afueras de la ciudad, una ciudad que desprendía tanta tristeza o más que yo… Y luego, después de arrastrar varios kilómetros el peso de mis maletas y de mi alma, un paseo por la ciudad. Y una sorpresa: una entretenida partida de ajedrez de la que poder disfrutar. Y una sonrisa de vuelta en mi cara

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  66. LA LIMPIADORA
    Mi trabajo es monótono. Limpio con una mopa pasillos infinitos en la zona de embarque del aeropuerto. Mi zona de trabajo es la de los vuelos al extranjero. Por la megafonía se anuncian vuelos a Ámsterdam, Paris, Roma, Venecia…
    Me imagino Venecia como el paraíso del romanticismo. De repente, la mopa es una sombrilla que me cobija del sol, en un agradable paseo en góndola por el Gran Canal. A mi lado tengo a un apuesto joven que me acaricia con sus palabras de eterno amor, nada que ver con mi marido, que seguramente estará en casa en mangas de camisa con una cerveza en la mano, sentado frente al televisor. Su barriga cada vez más y más llena, y su cabeza más y más vacía. No se lo reprocho, la vida es dura, sobre todo, cuando las cosas no marchan como uno había soñado.
    Pero cuando llegue a casa, cenaré con él, y nos contaremos cómo nos ha ido el día, y mañana será otro día. Incluso cabe la posibilidad de que nos toque la lotería y caminemos por estos suelos brillantes, portando maletas llenas de ilusiones.

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  67. Hay mañanas en las que uno abre la ventana y tiene la impresión de que el día lo está esperando, escribió Charles de Baudelaire. Y aquella era, innegablemente, una de estas mañanas increíbles.

    Carlos saco la cabeza hacia fuera de su casa. Los rayos del amanecer se extendían suaves sobre el verde del jardín y las flores exhalaban un intenso olor de primavera. Escuchaba el canto de un ruiseñor mientras notó crecer en sí el espíritu viajero:

    No hay nada que excite más el alma – dijo Carlos con inspiración – que los preparativos de un gran viaje. La sensación de que vas a irte, la inquietud que te produce lo incierto, la ignorancia de lo desconocido, la lejanía que te espera, el misterio de la palabra partir.

    ¡Todo gran viaje comienza con el primer paso! – exclamó nuestro aventurero.

    Y fue así que Carlos, el caracol, empezó su lenta jornada de polvo y sudor, de júbilo y medo, de decepciones y descubiertas hasta el jardín de mi vecino.

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  68. Donde nace la poesía

    Para el caminante atento, emprender un viaje es nacer a cada momento para la eterna novedad del mundo. Es mirar la simplicidad de lo cotidiano con los ojos frescos de un niño.

    Era una mariposa. Ha pasado muy cerca de mi oreja y, en un primer momento, pensé que fuera una cucaracha u otro de esos insectos típicos de la ciudad; pero no. Era una hermosa mariposa azul.

    Estábamos en Timișoara, capital de Banat, al oeste de Rumanía; la mariposa volaba tranquila por la Piața Unirii. Después subió más alto, por encima de la muchedumbre, hacia unos edificios grises, herencia del comunismo.

    Le pregunto a Alina como se dice mariposa en su idioma.
    “Mariposa en rumano es fluture.”
    Me quedé imaginado una flor (floare) que fluctúa (fluctuar) por ahí.
    “¡Qué poéticos sois los rumanos!” digo, y le explico mi creativa asociación.
    “No, lo siento. Es solamente fluture. Eres tu quién crea estas invenciones”, contestó con dulzura.

    Pero era tarde… para mí, mariposa en rumano ya estaba asociada a una flor que fluctúa.

    Quizás sea así – al sentir y pensar como un niño – que nace la poesía.

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  69. Al Cinturón de Fuego
    Por: Bethoven Tocarruncho

    Ese maravilloso plan vacacional con crucero, romance y todo pago que le prometieron sus viejos desde que Juanita cumplió los quince y que siempre se pospuso por una u otra razón, falta de dinero, tiempo, salud o novio, se hizo realidad, a su modo y muchísimos años después. Por fin, allí, a sus pies, estaba el paraíso. No aquel que contemplara en las revistas especializadas cuando veía pasar la vida en la oficina, uno con cabaña, palmera, piña colada y playa nudista, sino el mero Paraíso Celestial, el prometido a las almas buenas y provisto de querubines eunucos y nube fucsia. Y allí estaba también el Ángel, no el de siempre, Ángel Villalobos, el de los malos ratos y los peores polvos, sino el mero Arcángel Miguel dándole la bienvenida al cielo. Menudo choteo. Tanto portarse bien Juanita y miren el resultado… Pero se acabó esa política de anhelar y no probar. Tan pronto como pueda, la muchacha armará una bien gorda en ese moridero forzándolos a que la envíen de paseo a donde dicen que se pasa de rechupete, al afamado Cinturón De Fuego regentado por el guarro de Luzbel.

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  70. UNA NUEVA REALIDAD
    La nave aterrizó en el planeta sin problemas.
    El planeta SIPI resultaba mejor de lo esperado. Igual que la Tierra, disponía de agua potable y el aire era respirable. Carter se llevó una sorpresa cuando le explicaron que todos los habitantes, y que él bien conocía, ( su familia y sus amigos), todos estaban allí gracias a su sueño. Pero no por ello dejaban de ser tan reales como él.
    Aquel lugar tenía la extraña facultad de apropiarse de los sueños, eso sí siempre que fueran positivos, y los convertía en realidades. De este modo, se producía un nuevo renacer, pues algunas de las personas que allí estaban habían fallecido en la Tierra.
    Los distintos escenarios por los que había pasado Carter también eran producto de su sueño.
    También las personas soñadas podían a su vez soñar, así la riqueza de lugares y personas era infinita. El planeta no tenía límites. Sus dimensiones no eran medibles.
    Como todos tenían pensamientos positivos, no existía el enfrentamiento, el odio, la guerra, el mal; en definitiva. El bien era la raíz de todo aquel sistema. Sin ella, el tallo no crecería, ni alcanzaría su madurez, dando sus frutos.

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  71. UN VIAJE A LAS PROFUNDIDADES MARINAS

    Subí al vagón. La marea humana me empujó al interior. Aprisionada entre una señora de carnes blandas y un hombre enjuto, cerré los ojos e imaginé que estaba en una playa desierta. Las olas acariciaban mis pies y el sol calentaba mi cuerpo.
    El agua estaba fresca, pero agradable. Nadé bastante rato sin darme cuenta que me alejaba de la orilla. Cuando quise volver, el mar se puso celoso y me engulló. Un caballito de mar me susurró al oído: ¿Va a salir en la próxima? Gracias a él me salvé de morir ahogado.

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  72. Donde habita el olvido

    El viaje es una máquina de hacer preguntas.

    A Bayamo (Cuba) hay que ir por muchos motivos. Si preguntas, la ciudad responde que se acostumbró a reinventarse. Primero la construyeron sobre una loma hoy inundada de lirios. Más tarde, en las guerras por la independencia, los cubanos prefirieron incendiarla antes que entregarla.

    Si preguntas, Bayamo te confirma que ser héroe local es una profesión de riesgo. No llegas a viejo. Todas sus estatuas recuerdan a quienes murieron por fuego enemigo.

    Pero fue a nosotros a quienes nos preguntaron a nuestra llegada. Un vagabundo ensangrentado, de carnes desbordadas y mirada perdida que colgaba del cuello un can minúsculo.

    -Perro es único amigo. Moriría sin mí. ¿A usted le quieren?
    -Con mesura.
    ¿Qué tú crees, gallego… doy miedo?
    – Miedo no, compay. Respeto.
    -Dame dinero. Perro y yo, hambre.

    Recogió las monedas y se marchó sin despedirse. ¿Por qué las criaturas diferentes nos fascinan y asustan? ¿Dónde espera la frontera invisible que conduce a la locura? ¿Qué se siente cuando te vas sin irte? Estar pero no ser. Ser solo para estar. Sin sentir, sin sentiros, sin sentido. Donde habita el olvido.

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  73. Planeando las Bodas de Plata

    —Paco, mira lo que he encontrado en Internet. Ofrecen un viaje a Cancún a precio económico. ¿Y si vamos allí para nuestro aniversario?
    — ¿A Cancún? Eso está muy lejos, Carlota.
    —Bueno, esto sí que te gustará: un crucero por el Mediterráneo.
    — ¿Un crucero? ¿Y si me mareo? No quisiera estar todo el tiempo encerrado en el camarote.
    —Pues vámonos a Torrevieja, que me han dicho que es un sitio muy bonito.
    —Bah. A Torrevieja va media España, mujer. Ya sabes que no me gusta el bullicio.
    —Entonces no te quejarás si te propongo una estancia en casa, con vistas preciosas al jardín y disfrutando en la cama de tu desayuno favorito: café con leche y churros.

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  74. El loco de la guagua

    La ruta te enseña que si vas por el mundo cumpliendo planes, te perderás casi todo. En países como Cuba es obligado dejarse llevar. La isla regala historias, tantas como personas.

    Manejando nuestro auto rentado tropezamos en un cruce de caminos, cerca de la ciudad de Morón, con el hombre al que le dicen “el loco de la guagua”. Cuentan que al despertar el día se encamina hasta este punto por el que se arrastran las destartaladas guaguas (autobuses). Mal aliñado y peor desayunado, el quimbao (loco) les arroja a su paso versos indescifrables. Vimos cómo los pasajeros más amables le sonríen y saludan. También que los grupos de jevas (muchachas) revoltosas se le insinúan guasonas tras los cristales muriéndose de la risa. Al loco poco le importa; sólo tiene ojos para las guaguas. Y así pasa las horas y se le van los días. Anudando palabras desencadenadas hasta que el hambre le apremia y, ya sin verbo, retorna al arrabal.

    A nuestro utilitario ni lo miró. Ni siquiera un triste ripio. Pequeño rocín invisible para las musas de tan singular rapsoda.

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  75. Carne humana en el escaparate

    Patrullé los peores tugurios de La Habana y alterné en la noche tenebrosa de Kinshasa. Dos capitales pobres pero ricas en mujeres hermosas. La mayoría prostitutas escoltadas por proxenetas que en África van armados y tienen gatillo fácil. A estas aves de paso la necesidad les obliga a acostarse con quien no quieren.

    Ámsterdam también tiene su barrio de putas. Recorriéndolo cuesta entender su fama internacional. Los canutos están legalizados, pero también pueden conseguirse sin apenas riesgo en otras ciudades europeas. Luego están los escaparates con sus cutres luces rojas, indignas hasta en las verbenas de pueblo. Aquí el producto en stock son mujeres. Carne humana en el expositor. Maniquíes animados. No hay contacto previo al asalto de los cuerpos en minúsculos tabucos. Tan sólo una cortina desvela si la joven está o no encamada. Hasta en una carnicería los clientes compran al peso con más humanidad.

    Entre el tráfico de bicicletas y las risas complacientes de los turistas, resuena el eco de la voz quebrada de un flaco de Jaén: “Los besos que te dan las chicas malas salen más caros cuando los regalan y huelen a fracaso”.

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  76. Es sólo ahora, subida sobre la moto, con la ropa aún mojada de mar y miedo a caer en cada una de las curvas que contonean de vuelta a una casa que he hecho mía sobre está isla, que entiendo que estoy aquí, a diez mil kilómetros de casa: el viaje ha comenzado. La calle está coronada por arreglos de palma que se mecen en el viento; premonición de una ceremonia que se avecina junto con olor de incienso y música estridente e hipnótica de gamelán. El viento, mezclado con moscos y polvo, golpea mi cara. Todo estoy pasando; en este sitio, de nuevo, reescribiendo mi imaginario. El camino serpentea verde eléctrico y las casas comienzan a fusionarse en rayas de horizonte. Estoy en Bali y a pesar de que hace meses me lo repito todos los días, cada vez que me sorprendo surcando esta isla con una sonrisa en los labios, vuelve a mí el asombro y la certidumbre plena de que el viaje apenas está comenzando. El eterno retorno, el regreso al mismo mar en el que de pequeña la espuma lamía mis pies mientras yo soñaba con tierras lejanas.

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  77. El país de las maravillas

    —¿Están listas tus maletas?
    —Sí, desde hace seis meses.
    —¿Tienes el boleto?
    —Sí, desde hace un mes.
    —¿ Dinero?
    —Ni un centavo, para cambiar necesito el pasaporte.
    —¿Y qué con el pasaporte?
    —No hay material, quizás tarde seis meses más.
    —¿Cuándo te vas?
    —Mañana.

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  78. Comedia en el andén

    Estudio en la Universidad y cada fin de semana vuelvo a casa. Este viernes llegué a la estación de trenes demasiado pronto y me senté a esperar. Podría haber cogido el móvil y haber empezado a mandarme mensajitos con mis amigos, como suelo hacer en estos casos, pero no. Esa semana estaba tan cansada que no me apetecía ni mover los dedos, así que me dediqué a observar a la gente. Lo que vi fue más entretenido que cualquier mensaje. Una excursión de chinos peleándose con un mapa a la vez que fotografiaban todo de forma compulsiva; una familia con tres críos sin amaestrar; y una pareja de ancianos gritándose sobre quién había guardado las pastillas y dónde. Tenía comedia para elegir, pero cuando vi aparecer el tren me vino a la mente una idea terrorífica: ¿Y si me tenía que sentar con alguno de estos grupos?

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  79. ¿A qué huele la nieve?

    Nací y me crie en la Andalucía profunda, en uno de esos pueblos donde las casas siguen encalándose y, por la noche, la gente saca sillas a la puerta para tomar el fresco. Creí ser feliz vistiéndome de nazareno en Semana Santa y de flamenca en feria, pero crecí y una canción en inglés se coló por mis oídos. Solo Dios sabe la angustia que me entró cuando no entendí lo que decía esa maldita letra. Ese mismo día empecé a estudiar inglés y a suplicarles a mis padres que me dejaran viajar a Londres. Diez años después, hablaba 3 lenguas y me había recorrido media Europa.
    Cuando acabé mis estudios, me marché a Finlandia. Un día, mis padres, que seguían viviendo en ese pueblecito de veranos inagotables, me llamaron como cada noche y yo les conté que había nevado. Entonces, mi padre me preguntó:
    – Hija, ¿a qué huele la nieve?
    Así que decidí traerlos a Finlandia conmigo para que la vieran por sí mismos. Supongo que fue para ellos como para mí esa canción de Green Day, pues desde ese viaje, no se bajan de un avión.

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  80. Alicia y los barcos: Los había visto zarpar del puerto, cuando iba a llevarle el almuerzo a su padre a los astilleros. Había contemplado en silencio a hombres recios llorando como niños al separarse de sus familias y a muchachas desconsoladas despidiéndose con un pañuelo en la mano. Un conjuro marcaba las bocas y los destinos de todos: América. Una palabra que era promesa de salvación, esperanza y abundancia, pero también separación, despedida y quiebre. Alicia repite aquel nombre una y otra vez, tratando de entender como algo hermoso puede ser tan terrible. Hubiera querido preguntarle a su padre pero el hombre duro y de pocas palabras a su lado, le resultaba tan lejano como el continente prometido. Intenta dibujar en su mente un mapa que le de cuerpo al futuro, pero le cuesta imaginar su destino. Sabe que ha llegado el momento de tomar su puesto. Hoy es ella la víctima, la protagonista de la historia, la que llora, la que parte y dice adiós con sus mejores zapatos y su abrigo de invierno, sobre la cubierta de un barco.

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  81. Pronto: El barco se aleja del muelle, adentrándose en la niebla. La brisa marina le alborota el cabello. Se seca disimuladamente una lágrima mientras busca en el horizonte cada vez más lejano un indicio de su aldea. Su mundo, su infancia, su inocencia, se quedan flotando en aquellas aguas oscuras. Intenta consolarse pensando en la tierra hermosa y abundante, que será su nueva casa. América tenía que ser un buen lugar si su padre los había mandado a buscar. Recostado de la baranda su hermano fuma un cigarrillo. Lo mira de reojo tratando de descubrir un rastro de la tristeza y el miedo que ella siente, pero sólo encuentra la expresión ausente y el gesto decidido. Su madre siempre dijo que él se parecía a su padre. Ella, en cambio, se parece a su madre. La imagina sentada en la cocina, pelando verduras para la sopa, piensa en los hermanos más pequeños, en su escuela, en su cama, en todo lo que queda atrás.
    ―No llores, nena. Tienes que ser fuerte. Yo debo quedarme a cuidar a tus hermanos, pero pronto estaremos juntas―le dijo su madre cuando se despidió de ella.
    ―¿Cuando?
    ―Pronto.

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  82. Cuelgo el teléfono. Que ansiedad, puedo oír mi corazón: Tum-tum, tum-tum, tum-tum. Ya vienen a buscarme. Me asomo. Casi no puedo respirar. Tum-tum, tum-tum. Mejor me siento. Tum-tum. Pongo atención. Ya no escucho nada, sólo el lejano aullido de una sirena de ambulancia, que llega tarde al viaje mas importante de mi vida.

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  83. Valparaíso.

    Y siempre fue una aventura recorrer cualquier sitio y sin rumbo fijo. Bajar o subir por sus retorcidas callejuelas siguiendo el rastro de un aroma por cuadras enteras encontrándose de pronto con un restaurante que, por una ventana que daba a la calle, mostraba al distraído transeúnte marmitas rebosando de aceite hirviendo… y en su interior, cientos de trozos de pescado friéndose, dorándose, despidiendo aquel irresistible atractivo. Y luego, si seguías sólo unos metros más allá, cruzarse con un local donde -a partir de las seis de la tarde según rezaba un aviso claveteado en su puerta de entrada- se reunían los mejores tangómanos del puerto, alrededor de una auténtica orquesta típica bonaerense: «LOS HERMANOS CARBONE AQUÍ».
    Bajar hacia el mar, pasando por el Liceo III y de ahí a la Costanera, a soñar el futuro que anhelabas: salir y conocer más allá de los mares.
    Valparaíso… ¿Cuándo te volveré a ver?.. ¿Cuándo me verás volver?…

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  84. EL VIAJE DE UN BESO

    Unos ojos, una mirada, una chispa, una sonrisa. Palabras, palabras y más palabras. Cuatro pies, dos derechos que avanzan a la vez, dos izquierdos que les siguen. Dos manos que se tocan sin querer, unas mejillas coloradas. Diez centímetros eternos y el aire húmedo que sale de una nariz y estremece una piel que no es la suya. Diez centímetros eternos y dos corazones acelerados. Diez centímetros eternos y unas manos que se secan contra unos vaqueros. Un segundo eterno para recorrer los diez centímetros que separan tus labios de mi boca.

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  85. ¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬ADONDE ME LLEVE EL VIENTO
    Viajar a la India fue una experiencia única e inolvidable, a pesar de presenciar tantos contrastes, tantas diferencias sociales, y, por qué no decirlo, tantas miserias.
    La India es, sobre todo, conformismo, el bálsamo de los desfavorecidos. Otro consuelo lo aporta el hinduismo, que contempla la reencarnación del alma en una existencia superior, intermedia, o inferior —como puede ser el cuerpo de un animal o de un insecto— cuando se ha hecho el mal.
    En este vagabundeo, si el karma me incluyese en el último rango, preferiría ser araña.
    Ya sé que estos artrópodos tienen mala fama, pero poseen la facultad de lanzar un hilo al aire —un hilo más resistente que el acero— y volar con ese parapente natural. De hecho, se han encontrado arañas en los mástiles de los barcos, e incluso en globos.
    Esta condición me permitiría partir a ciegas adonde me lleve el viento, enredar a una preciosa mariposa monarca a pesar de su mal sabor, y visitar lugares remotos y desconocidos. Pero hay un «leve» inconveniente: que le sirva de aperitivo a un pájaro.
    Será mejor que lo medite un poco más…

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  86. UNA TERAPIA CON EFECTOS SECUNDARIOS
    Osvaldo Wichmann era argentino y psicólogo. Había compartido con él una relación laboral en el pasado; así que no dude en consultarle un «problemilla» que padecía.
    —Osvaldo, creo que sufro el síndrome de las vacas cuando ven pasar el tren; ellas se quedan mirándolo, embobadas, y a mí me ocurre lo mismo.
    — No seas boludo, ese síndrome no existe —me contestó—. Seguro que hace tiempo que vos no viaja.
    —¡Uf!
    —Tenés que coger la valija y hacer un viaje. Venid mañana.
    Al día siguiente me entregó un sobre, que para mi sorpresa contenía un pase Interrail.
    —Esta es la terapia que vos necesita. Es un regalo por nuestra amistad.
    Después de recorrer media Europa, le llevé un obsequio para agradecerle su invitación.
    —Che, te ves re bien, ¡estás hecho un pibe! —exclamó. ¿Estás enamorado? Contadme, ¿cómo es ella?
    —Es bellísima, monumental. En cuanto la conocí, se me aceleró el corazón, me entró vértigo. Ahora, cuando la recuerdo, tengo palpitaciones.
    Frunció el ceño y me preguntó:
    —¿De dónde es ella? ¿Cómo se llama?
    —Es italiana, y se llama Flor…Florencia.
    —Ahora sí que tenés un síndrome de verdad…

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  87. Cita en la Policlínica del Sur

    Abrí la puerta de la habitación 107 de la Polyclinique du Sud de Marrakech. Era un cuarto desangelado, de dos camas vacías, donde se respiraba el mismo olor a desinfectante que en los pasillos. En la pared del fondo había una ventana, desde la que se veían las palmeras del jardín, recortadas en el cielo azul de la mañana. Me sentía muy emocionado, porque podía percibir la presencia invisible de alguien en la cama situada junto a la ventana. Era un joven con barba de varios días y el pelo largo recogido sobre su cabeza. Sondas y cables salían de su cuerpo inmóvil y la angustia se reflejaba en su mirada perdida. Un accidente en las montañas del Atlas le había causado graves traumatismos, por lo que había sido sometido a operaciones quirúrgicas de urgencia. Ese joven sabía que su vida había cambiado para siempre, pero le quedaba el consuelo de que quizás podría volver a caminar. Sentí una pena inmensa, pura autocompasión, en realidad, porque ese joven era yo mismo, ocho años atrás. Sí, conseguí caminar y aunque el accidente me dejó secuelas importantes, había vuelto a Marrakech para reemprender aquel viaje malogrado.

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  88. Fiebre urbana

    Y de repente, andar se convirtió en mi obsesión, mi necesidad y mi alivio. El centro de Londres se quedó incluso pequeño. Yo solo quería caminar y, al mismo tiempo, sentir el ritmo frenético de la capital británica. No pensar, tan solo flotar. Mi coqueta casa situada al noreste me acogía y ofrecía un silencio sepulcral en ocasiones acompañado de una exquisita música clásica que provenía de la ventana de la dulce Pat, mi anciana vecina. “¿Cuándo vas a arreglar el jardín? Mira qué bonitas están mis flores”, me decía esta abuelita con marcado acento y sonrisa amable para presionarme a hacer desaparecer la indomable hierba en la que se camuflaban los gatos del vecindario para cazar a sus presas. Pero yo no quería esa tranquilidad y esa perseguida armonía. Las paredes me ahogaban y necesitaba escapar. El Ipod se convirtió en mi fiel aliado y su música, en la banda sonora de mi vida. Y anduve y anduve durante horas cada día sin rumbo. Daba igual el destino, yo era la dueña de la ciudad. Mi objetivo, sentirme libre y espantar a los fantasmas que me atormentaban…y lo conseguí.

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  89. EL RESUCITADO

    Sucedió muy lejos.
    “En caso de no estar el primero, tomará las propiedades el segundo”, decía el peligroso testamento y trampa del mago.
    Poco después se apoderaron de las joyas del viejo, robaron mis documentos y persiguieron siete sujetos. Debí caminar 400 kilómetros por refuerzos, para defenderme.
    En el trayecto, usé hospedaje gratuito para los mochileros.
    Luego de anotar mis datos en el cuaderno, entré. Ahí hallé lo inesperado.
    – ¡Mi padre! –dije sobresaltado, al verle con cinco extranjeros fornidos.
    – “No puede ser cierto, sigue siendo joven” –imaginé saliendo, para no encontrarnos.
    Junto a la puerta, me alcanzó uno de sus acompañantes.
    – El jefe te llama –dijo.
    Soportando el miedo, me aproximé. Sudaba frío y mi corazón intentaba escapar, sin embargo tenía sed. Entonces él en silencio me dio una cerveza, esperando la demanda.
    Y apartándome un trecho, bebí con apuro; pero algo no concordaba.
    Estando en el dormitorio, permanecí con un ojo abierto, hasta que casi me gana el sueño. De pronto, vi salir un fantasma de otro dormido y acercarse. “Mi padre” había salido, y de un salto gané la calle, recordando con claridad su cripta en aquella triste catedral de las gárgolas.

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  90. Praga, darling, Praga

    Y allí estaba yo, brindando por mis 28 inviernos con un chocolate bien caliente cubierto de nata en un sitio de cuento: el Castillo de Praga. No era mi primera visita a la capital checa pero su belleza me seguía cautivando como el primer día. El sol brillaba en todo su esplendor aunque el frío de primeros de diciembre insistía en recordar que allí los inviernos no pasan desapercibidos. Soy de las que piensan que la apodada también como “ciudad de los puentes” sin frío perdería gran parte de su encanto y, el vino caliente que venden en las plazas y que reconforta cuerpo y alma, todo su significado. Me sentía como una princesa con mi príncipe al lado en la ciudad que fue testigo del primer día en el que nuestras miradas se cruzaron. Son muchas las cosas que esta ciudad me ha dado sin pedir nada a cambio. Ahora que dentro de unos meses cumpliré la treintena, no encuentro mejor forma de celebrarlo que ponerme los guantes y la bufanda y brindar de nuevo con mi príncipe aunque, en esta ocasión, con una Pilsen y un buen goulash.

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  91. LA OTRA LUNA

    Entré al bus de último. El único puesto vacío era el 21. La chica de al lado parecía dormir. Se veía hermosa. «Estoy afortunado»., me dije, sentándome sigiloso. Observé mi reloj y entonces la oí preguntarme la hora, repantigándose suavemente. «Las siete menos diez» – respondí volviéndome hacia ella, que esbozada una sonrisa,entreabriendo su ojo derecho, agradeció. Admiré secretamente su perfil venusino acuñado por la luz que se filtraba intermitente por la ventanilla, Antes de llegar a los túneles sus rodillas hicieron contacto con mi muslo y sentí su calor. Quedé petrificado al percibir que su mano buscaba la mía. Encontré sus ojos en la penumbra y ella ofreció sus labios; hubiera querido en aquellos instantes que el viaje se eternizara en ese tramo. Salimos y ella volvió a su posición anterior aunque ahora entrelazaba mi mano mientras miraba hacia adelante. Entramos en el segundo túnel y esta vez me abrió la bragueta haciéndome una caricia deliciosa…Fueron poco menos de mil metros de agitación, a la sombra por ese túnel de piedra. al término del cual ella volvió a la posición de antes. Empecinado en seguir acariciándole le hice girar el hacia mi boca. En esto un golpe luz interna del bus reveló el otro lado de su rostro: una mancha tan grande como la del lado oscuro de la luna le cubría. Me impactó de tal manera aquello que urdí una necesidad fisiológica y me bajé en el peaje. ,

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  92. Niños

    El niño me miraba con curiosidad. Me había adelantado en una cuesta de la carretera. Claro que él tenía ventaja porque iba en bicicleta. Yo caminaba cargado con mi mochila de diez kilos, confiando en que me parara algún coche. Pero por allí no pasaban coches. Por allí solo pasaba el niño en bicicleta que frenó, me esperó y pedaleo a mi lado mientras mordisqueaba un trozo de caña de azúcar.

    El niño me miraba y me hablaba en su idioma. Yo trataba de levantar los hombros, para decirle que no le entendía, pero el peso de la mochila no me permitía moverlos mucho. El niño seguía hablando y mascando caña de azúcar.

    El niño, sin dejar de pedalear, me ofreció un trozo de caña de azúcar que tenía en la cesta de la bicicleta. Yo, sin dejar de andar, se la cogí y la mordisqueé. Y el líquido dulce que inundó mi boca me transformó en el niño que comía caña de azúcar a diez mil kilómetros y veinte años de distancia.

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  93. LA DESPEDIDA

    En condiciones normales, tu vida y la mía jamás se habrían cruzado. Pero ignorando nuestra muy distinta cuna, dispuso el azar que nos encontráramos para hacer posible lo que cabalmente no podía ser. Y juntos emprendimos hasta hoy mismo este viaje cuyo fin ya se vislumbra, después de tantas aventuras en común. En ellas la razón, debo admitirlo, siempre fuiste tú quien la aportaste aun no siendo un hombre ilustrado.

    El futuro que te aguarda tendrás que afrontarlo sin mí. Yo que creía saberlo todo, como Alonso Quijano en la cordura y como don Quijote en la locura, he aprendido de ti más de lo que te he enseñado. Ahora sé que es muy falso eso que afirman, que a los amigos los reconoces en los trances en que te asalta la desgracia. Porque si ésta se ceba en ti, hasta tus enemigos se aproximan. En cambio, lo que el prójimo no soporta es la dicha ajena. Y tú, buen Sancho, has permanecido a mi lado, como fiel escudero y como amigo, tanto en lo malo como en lo bueno. Gracias por ello y la mejor suerte te deseo.

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  94. EL ÚLTIMO VIAJE
    Habíamos quedado que nuestro último viaje fuese por mar. Siempre nos había gustado el mar, estar junto a él, o surcarlo a nado. No nos gustaban los grandes cruceros que nos parecían hoteles flotantes, porque el mar se debía de tocar con las manos. Sumergirse en sus olas, dejarse mecer por su ritmo, mirar hasta el fondo y descubrir un mundo fascinante, bucear en él, todo eso nos gustaba sobremanera. Lo teníamos claro, el último viaje sería por mar. Lo comentamos con la familia y dejamos escrito nuestra última voluntad.

    Primero se fue él, un día su corazón no quiso seguir latiendo y tras la incineración me llevé sus cenizas a casa. Era un siete de mayo. Al día siguiente hubiésemos celebrado nuestro aniversario. Su último viaje estaba preparado. Aquella noche estaba todavía con él contemplando la pequeña urna, pero al amanecer quise nadar hasta la roca que sale a cuatrocientos metros de la playa. Sus cenizas cabían en la funda de terciopelo negro que había preparado. La metí debajo del bañador junto a mi corazón.

    Todo fue como previsto, miles de partículas brillaron entre olas como una lluvia de estrellas.

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  95. El globo

    Tenía junto a sí, sobre la mesa, un globo

    terráqueo al que miraba sin cesar. Tal era su

    concentración con un mirar pensante que su

    madre se preocupó.

    Le llevaron, interno, a un colegió cerca de la orilla.

    Y nunca regresó

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  96. SEGURIDAD PASIVA

    Tras haber llenado de bultos el diminuto maletero de nuestro flamante utilitario, mi padre depositaba en la baca las bolsas de viaje y la nevera portátil, las envolvía con una gruesa lona de color gris y aseguraba todo con un pulpo elástico de seis brazos. Al terminar, desde la calle nos hacía señas indicándonos que ya podíamos bajar. Para facilitarme el acceso al asiento trasero, mantenía abatido el del conductor mientras me empujaba levemente por la espalda. Ya adentro, él y mamá se abrochaban el cinturón de seguridad, un nuevo invento que pocos coches incorporaban y que consistía en una ancha correa cuyo anclaje se accionaba con un botón. Puesto que el cinturón no era extensible, cada vez que papá quería cambiar de emisora debía pulsar ese botón para liberarse por unos instantes de él. Durante el trayecto, de tanto en tanto me ponía en pie y les hacía cosquillas a ambos en la nuca, o masajes en las cervicales con el índice y el pulgar, o me abrazaba con fuerza a su cuello y me sentía feliz sabiendo que, gracias a aquel artilugio, en caso de accidente nada malo podría sucederles.

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  97. Juego de Té

    En mi primer viaje a Turquía, se olvidaron de mi hermana y de mí, en un puesto de carretera de Capadocia. Habíamos parado a descansar, tras contemplar el magnífico paisaje de toba, que los siglos habían esculpido en esta región de Anatolia. Nos entreteníamos en los puestos de recuerdos, regateando por un juego de té, cuando el autocar se fue sin nosotras. Solas, en aquel paraje silencioso, roto por el entusiasmo de los vendedores que disminuían así su tediosa espera, hasta el próximo autocar. Nos invitaron a sentarnos, nos ofrecieron té y dátiles, mientras asombrados, relataban lo que nos había pasado.

    Estábamos a 12 kilómetros de Nevsehir; la población más cercana, en mitad de la nada o en el centro de todo, contemplando el paisaje erosionado de Goreme. El guía, no se dio cuenta de que faltábamos hasta que no acabó la siguiente visita, fue entonces cuando dio media vuelta y vino a buscarnos.

    Unos meses más tarde, el vendedor que nos había entretenido regateando por el juego de té, me lo hacía llegar a casa, protegido por unos fantásticos calcetines de lana tejidos a mano.
    ¡Un inmejorable recuerdo de viaje!

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  98. EL REGALO

    Por haber sacado tan buenas notas, a final de curso tuvo dos regalos. Él mismo escogió uno de ellos: un robusto camión de asistencia del rally París-Dakar, reproducido a escala. El otro fue una sorpresa: una estancia de dos semanas en los Alpes, practicando deportes y francés con niños de diferentes países. El primero le entusiasmó. Al enterarse del segundo, no dijo nada y se metió en su habitación.

    Durante el viaje de ida, en no menos de setecientas ocasiones —tantas como kilómetros había— le espié fugazmente por el retrovisor interior mientras leía un tebeo, o miraba abstraído a través de la ventanilla, o dormitaba con la cabeza apoyada en el cristal.

    Durante el trayecto de regreso, ya privado de su compañía, más de una vez miré hacia el asiento trasero al tiempo que iban sonando sus canciones preferidas y gruesos lagrimones rodaban por mis mejillas. Tanto debí de llorar que en una de las cabinas de peaje la operaria, al devolverme el cambio, me observó con cara de pena y acarició con el dorso de su mano la mía.

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  99. Ascen Núñez

    Cielo moteado

    Primeras horas al alba, en Turquía, el campo casi repleto de cestas y telas de colores, comienzan a inchar los globos y en un plis plas, uno tras otro ascienden moteando el cielo de colores dispersos sobre el azul salpicando el horizonte.

    Estamos en la cesta y este, el último no quiere elevarse, se calienta una y otra vez el aire y la llamarada ruge una y otra vez.

    Por fin se despega del suelo, arrancando las briznas de hierbas y casi sin sentir parece que vamos a tocar el cielo, abajo el paisaje dibujado por los caprichos de rocas de la Capadocia, sorprende, difícil describir la rara belleza.

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  100. EL PRIMER VUELO

    En su despedida por la línea del horizonte, el sol provocaba que del fuselaje brotaran destellos plateados y rojizos. Accedimos a la aeronave por una escalerilla lateral. Aunque de un modelo antiguo, el aparato parecía seguro. Fue el propio piloto quien nos dio la bienvenida a bordo. No vimos ninguna azafata. Acomodados ya en nuestros asientos, nos abrochamos el cinturón. Sonó una bocina, rugieron los motores y nos pusimos en marcha. A través de las ventanillas ovaladas fui identificando, emocionado, los edificios más famosos de la ciudad. Enseguida apareció el mar en calma como telón de fondo, mientras barcos diminutos descargaban en el puerto.

    Al cabo de unos minutos y después de haber completado una vuelta, nos detuvimos de manera brusca. Sonó de nuevo la bocina. Descendimos por una escalerilla situada al otro lado. Acababan de encender las bombillas multicolores del recinto. Antes de regresar a casa logré convencer a mis padres para que nos subiéramos, también por vez primera, a la montaña rusa.

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  101. DIVINOS RASCACIELOS
    Nunca subo a un rascacielos. Esas acristaladas plataformas tan distantes del suelo me dan pánico. No soy una criatura celestial, sufro vértigo y no me aventuro más arriba de un tercero. Sólo en dos ocasiones superé mi acrofobia.
    La primera vez en Nueva York. Fue en el piso 54 del Empire State Building. En cuanto entré, me atrajeron como imanes los gigantescos ventanales de aquel apartamento en “L”. La noche americana de Manhattan discurría a cámara lenta, en plano secuencia sólo para mis ojos. A esas alturas, era como Jessica Lange en la mano de King Kong: reina de la jungla de cristal.
    La segunda, en Tokio. Una amiga me invitó al bar del Hotel Shangri-la en Ginza. Hubiera preferido el Park Hyatt de Shinjuku donde Bill Murray se enamora de Scarlett Johansson, pero quedaba lejos. Desde aquel piso 28, la metrópolis parecía una galaxia estrellada contra la Tierra. Sólo la Torre Tokio –réplica de la Eiffel, a la que no subiría ni con James Bond- sobresalía en la llanura de neón. En plano cenital me sentí diosa olímpica por encima de los mortales; protegida, intocable, misteriosa… Hasta que bajó el ascensor.

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  102. VIAJE SIN RETORNO
    Camino lentamente, arrastrando mi pesada sombra, soportando el dolor que se refleja en mi rostro, esperando el final del viaje que se aproxima, rapido y veloz como el tiempo que pasa inexorable. Clavo mi mirada en el suelo y solo alcanzo a ver la sombra de mis pies mientras el sonido de estos contra la arena llega acompasado a mis sentidos que pugnan, que luchan entre la monotonía de los sonidos y los recuerdos de una infancia alegre pero de una adolescencia marcada por el mal, de la droga que circulaba por mi sangre, del alcohol y las palabras que se clavaban en mi mente.
    -Tu madre murió llamándote. De la jeringuilla que descansaba a mi lado y del desprecio del hombre, mi padre mascando sus palabras.
    -Ella siempre tuvo esperanzas.
    -Lo se.
    -No se sale.
    -La esperanza es lo último que se pierde.
    -No hay esperanza para el perdedor.
    -Si hay esperanza para el luchador.
    La recordaba siendo un niño y esa es la sonrisa que quiero recordar mientras el agua, el mar, acaba cubriéndome en este viaje sin retorno.

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  103. Sin niños

    Introdujo los números de su tarjeta de crédito, apretó “enter” y se echó atrás en la silla pensando: ¡por fin unas vacaciones decentes, aunque sean en otro país! Un hotel “free child”, sin niños alborotando y chillando a todas horas. Ese era un sueño que compartían con su marido desde que cumplieron los 45.
    Lo único medianamente rescatable de la maldita crisis, era que los precios de los alojamientos bajaron bastante y todo le había salido baratísimo. Siete días con media pensión, piscina, playa privada, aparcamiento y solárium por un puñado de euros, con el vuelo en low cost incluido.
    Llegaron un viernes a media tarde. En la recepción, los corredores, las habitaciones, todo era paz y tranquilidad. El silencio les resultó maravilloso, casi paradisíaco.
    Al bajar a la piscina los recibió una horda de críos revoloteando a su alrededor. Su marido le comentó al oído, mientras traducía mentalmente el cartel de publicidad del hotel: cuando volvamos o tomas clases de inglés o te cambias las gafas. ¡Esto es FOR child no free child!

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  104. Rezo de pobre
    La mujer se pierde en la oscuridad de la noche, tan negra como su piel, tan oscura como el ébano. Su destino es un lejano país muy al norte, allende el hambre, las sequías, las inundaciones, el terrible desierto, los fusiles, las fronteras y las pateras. Un sitio donde hablan una lengua que ella apenas chapurrea, aprendida de las monjitas que les mataron el hambre con pan duro y leche de cabra, mientras ellas freían churros y los engullían, mojados en chocolate. Sonriendo tristemente, recuerda que un día alguien osó preguntarles porque no comían lo mismo que ellos y las beatas contestaron que sus estómagos eran muy débiles y que no les daban chocolate para prevenirles una “mala digestión”.
    Despidiéndose del aire, de los árboles, del agua, de la tierra y del viento, que no de la familia, para no llorar, pues lágrimas ya no le quedan, se dirigió a la Madre Naturaleza practicando su pobre nuevo idioma y le rogó: no te pido que me regales ni que me deas, ¡solo guíame donde haiga!

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  105. SOLEADO BENIDORM

    Era un día soleado del mes de Julio y un taxi iba llegando a Benidorm.
    Nos gustaba, pues iba con mi novio una cala que estaba al final de la playa.
    Luego estaba la playa de Levante. Y está todo rodeado de tiendas muy bonitas, de lo que quieras, hay de todo. E hicimos una excursión a la fábrica de piel y a los famosos chocolates VALOR . Y… a una casita que tenía escenas de la vida cotidiana, en miniatura. Y vimos, más bien paseamos por el paseo marítimo de Benidorm.
    Al lado de la cala hay unas escaleras, que suben al mirador y…, las parejas ponen en las escaleras unos candados con el nombre de parejas con una fecha que significa, mucho para ellas.
    Estábamos en el hotel MAGIC FENICIA, y la comida buenísima y esos paseos por la orilla del mar con mi amor Ignacio.

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  106. Año 1896

    Consternado regresaba el hombre a la montaña. El enviado del Olimpo había llegado tarde. El más veloz, más fuerte y más resistente no pudo demostrarlo.
    No eran los juegos de siempre; ahora los llamaban «modernos».

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  107. David

    David era el más importante guerrero del castillo y el rey decidió ponerlo en la primera línea de batalla.
    Todos pensaban que habían terminado las guerras, pero la avaricia del monarca no cesaba. Quería más y más.
    La libertad de aquellos lejanos planetas, lo hacían despertar aturdido.
    David aceptó con una condición, su nave, que se desplazaría al frente de todas, tendría como combustible el amor. Viajaría irradiándolo; albergaba la esperanza de que cuando llegaran al campo de batalla, todos se abrazarían con cariño.

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  108. El cartel

    El colapso «natural» de su mundo los impulsó al Universo, y el tercer planeta de aquel sistema ubicado en la otra punta de la espiral parecía el más indicado.
    Muy satisfechos se desplazaban por la zona; al fin habían hallado la salvación, pero…
    Tenían que continuar buscando; porque muy pronto los habitantes de ese lugar también saldrían al cosmos para encontrar donde vivir. Mientras las naves se alejaban, no podían borrar de sus mentes las imágenes al otro lado del inmenso pasquín: «National Park and Reservation Yellowstone, Montana ».

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  109. La ducha

    Llega la noche a Calcuta, y unos cuantos conductores de rickshaws deciden poner fin a un duro día de trabajo transportando a gente y mercancías, corriendo de un lado a otro, bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la noche, descalzos, tirando de sus carros como si de mulas se tratasen. El calor es asfixiante, la humedad siempre es máxima, el sudor empapa cuerpos y ropas, telas y vestidos, saris y pañuelos. Antes de ir a pasar la noche en su casa, es decir, en el propio rickshaw en el que dormirán, deciden limpiarse del día, quitarse impurezas procedentes de una jornada interminable esquivando, autobuses, taxis, burros y personas. Para ello hacen lo de siempre, llegan a la estación de tren, cruzan las vías, sortean por el camino a los numerosos perros y buitres, a alguna vaca, a la basura y excrementos depositados en estas y, en una de ellas, detectan una tubería por donde se escapa el agua. Este es el lugar. Se lavarán relajadamente mientras conversan sobre las anécdotas que le ha deparado el día. La ducha perfecta. Mañana será otro día. Probablemente el mismo.

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  110. Argentina. Córdoba. Capilla del Monte. El Zapato…

    ¡Piedra coómica, piedra coómica! – pregona un vendedor sin disimular su tono cordobés.

    – Escuchá mi amooor, vende Piedras Cósmicas, quiero una ¿dale?

    Y ese amor, que solo se profesa durante la Luna de Miel, los llevó a pagar lo que NO vale por una PIEDRA…CON…MICA

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  111. Noche en Guadix

    Mi chico y yo estábamos en Guadix de fin de semana, alojados en un hotel en pleno centro de la ciudad. Esa noche cenamos en el propio hotel. Luego de la cena, nos dispusimos a subir a la habitación. Un poco achispados por la botella de vino que habíamos consumido, nos encontramos que, en vez de subir, habíamos bajado al sótano. Encontramos un pasillo, estaba en penumbra. Nos adentramos en él, era interminable. Anduvimos un largo rato entre risas, y extrañados de que la habitación estuviera tan lejos. Hasta que, tras levantar una cortina, nos encontramos al otro lado del pueblo, en la cueva de José. Allí nos recibieron el mismísimo José y su familia, en plena cena. Tan contentos se pusieron de vernos y tanta risa les dio nuestra aventura, que organizaron allí mismo una fiesta por bulerías y alegrías. Duró hasta las siete de la mañana. Nos obsequiaron un chocolate con churros. Luego, José, amablemente, nos llevó en su coche hasta el hotel.

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  112. Sorpresa

    Ambos llegaron puntualmente a la estación. Su tren y Mariana, su mujer, que seguramente se habría enterado del cambio de planes por la “bocazas” de su secretaria. Puesto que la sorpresa de volver dos días antes, se le había arruinado, dejó pasar a los demás pasajeros que bajaban apresuradamente, para darle algo de emoción al encuentro. Se agazapó medio escondido entre dos asientos, desde donde podía vislumbrar a su esposa que le buscaba ansiosamente. Viendo que ya no quedaba nadie en el vagón, tomó su maleta y con una sonrisa pícara en los labios se dispuso a apearse. Llegado a la puerta, la sonrisa se le congeló en los labios. Mariana se iba camino a la salida, abrazada de su compañero de viaje, el hombre con el que durante casi cuatro horas intercambió confidencias y chistes; el mismo que le comentó enigmáticamente que él también estaba seguro que le daría una sorpresa a “alguien”.

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  113. RÍOS DE “TEÑIDOR·

    Ella había llegado finalmente al sitio señalado para mojar y teñir sus caellos

    –Apenas unas gotas…, le dijeron

    Pero, al abrir el frasco, ríos de “teñidor” envolvieron abruptamente su cabeza.

    Ella abrió la canilla. El agua comenzó a salir con fuerza y caer y caer sobre su pelo…-

    Un agua púrpura, cada vez más púrpura, tiñó su cabellera, su cuerpo…,todo.

    Ella, riendo a carcajadas, cerró el frasco y corrió. Corrió y corrió…

    La calle la envolvió en cenizas.

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  114. Como una estrella del celuloide

    En aquel país de rajputs, en época de monzones, cuando los campos son más verdes, casi esmeraldas por las gotas de la intensa lluvia que cada día los visita, repleto de suntuosos palacios blancos en medio de apacibles lagos de maharajás de cuento, de princesas de intensos y profundos ojos negros, tapadas con sus delicados velos tras las celosías, ataviadas con vaporosos saris turquesa, fucsia, verde manzana, o amarillo limón, de sagrados templos, de fuertes color tierra, testigos mudos de invasiones mongolas en tiempos pasados, colgados en altas colinas, desde donde divisamos largos y caudalosos ríos marronosos y altos y frondosos bosques, que esconden a tigres acechantes…
    Aquel día fuimos a uno de esos fuertes, el mayor del país, con grandes y altas murallas, templos, palacios e imponentes torres profusamente decoradas. Estaba muy concurrido por turistas locales y éramos de los pocos extranjeros, la atracción del lugar… Todos querían tomarme fotos, hacerse fotos conmigo, tan blanca y diferente a los lugareños… En el Templo Kalika Mata me rodeó un gran grupo de chicos y chicas, que me «flasheaba» sin cesar, como si fuera una estrella de cine, o yo me sentía así… Todos reíamos divertidos…

    Chittorgarh (India)

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  115. La Primera española

    Había logrado subir a la Pirámide de la Luna, con mucho esfuerzo y contra todo pronóstico, desde allí se divisaba una panorámica espléndida de todo el valle, enmarcado por unas nubes plomizas, ribeteadas por los rayos del sol, que salían y se escondían; parecía que quería llover, pero no se atrevía en aquella Ciudad de los Dioses, aunque fuera época de lluvias; ante mí aparecía imponente, interminable la Calzada de los Muertos en primer término, allá a lo lejos la Pirámide del Sol… y las personas como hormiguitas moviéndose de un lado para otro bajo un sol que apretaba pero que se podía soportar.
    Me senté en unos empedrados escalones, contemplando la majestuosa Pirámide del Sol que se levantaba ante mí y pensaba que estaba en un lugar mágico, aunque no subí a ella… De repente, a mi lado, oí una vocecita que me decía “hola”, me giré y vi a una chiquilla morena, de largas trenzas negras, que me sonrió y me preguntó cómo me llamaba y de dónde era, yo le dije mi nombre y que venía de España, ella, graciosa y divertida, me dijo que era la primera española que conocía.

    Teotihuacán (México)

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  116. Zapatos

    Visitamos las antigüedades, encontradas en las excavaciones, en el moderno museo de la ciudad, y después paseamos por sus calles: el mercado, más allá del bazar, bullía de gente que transitaba, hablaba, se detenía ante los puestos y compraba, sorteaba las bicicletas y las motos; los turistas entre los locales, mirando remirando sin cesar, no sabiendo dónde posar sus ojos; las frutas y verduras parecían tener vida propia, de frescas que aparecían; las especias estallaban de color, compitiendo con los trajes de las mujeres y los turbantes de los hombres; los frutos secos decían “cómeme”, y parecían bailar en los sacos; los cafetines, con sus mesitas y sillitas bajas, como de juguete, estaban repletos de hombres, sólo hombres…
    En una calle cercana encontramos a un crío, aceitunado y lindo, despierto y sonriente, que hablaba un inglés fantástico de la calle y que nos quería hacer de guía; teníamos sed y nos acompañó a un bar cercano: había unos cuantos parroquianos y el dueño los hizo levantar de sus sillas para ofrecérnoslas, tomamos todos una Coca-Cola, con nuestro pequeño guía, al que después llevamos a la tienda más cercana donde le compramos unos zapatos, los mejores.

    Lúxor (Egipto)

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  117. Pagodas y sonrisas

    Llegamos a aquel lugar y estaba abarrotado, sobre todo había mujeres y niños, parecía como si hubiera tenido lugar algún acto público importante, o como si se hubiera estado rodando una película o una serie y el pueblo fuera un gran plató de cine…
    Bajamos del autocar, curiosos y desconcertados y, sin quererlo, nos convertimos en supuestos actores o protagonistas de aquella película: éramos los únicos turistas allí, todo el mundo se acercó a nosotros y nos condujeron al interior de la pagoda; al momento, como por arte de magia, los niños y niñas, mujeres y jovencitos se fueron distribuyendo y siguiendo a cada miembro o pareja de nuestro grupo viajero: mis acompañantes eran dos mamás, con sus pequeños en brazos, numerosos críos, sobre todo dos preciosos gemelos, niño y niña… y aquella hermosura de grandes ojos oscuros y mirada profunda, cara seria y que se aferró a mi mano, como para no dejarme escapar nunca más… Me hice fotos, rodeada de todos, pero mi niño pintado de thanaka, mi niño pudoroso, no me dio un beso… aunque sí apretó mi mano y me dedicó una tímida y cariñosa sonrisa, que no olvidaré mientras viva…

    Pagoda de Thanboddhay (Myanmar)

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  118. Vía privada

    Zigor Iturriberrigorrigoiri iba por un camino, cuando se le apareció un hombre con túnica azul oscuro cuajada de estrellas, sombrero puntiagudo y una varita en mano, que le increpó malamente:
    – ¿Dónde crees que vas?
    – Pues… a mi pueblo – contestó él sin inmutarse.
    – ¿Y cómo piensas llegar?
    – Andando, como siempre – respondió, pensando que además de raro, el tío era tonto.
    – Desde ayer, esto es mío y nadie pasa sin mi permiso.
    – Hoy hay mercado y yo voy al pueblo, con o sin su permiso.
    El individuo encolerizado agitó la varita: una tormenta de vientos huracanados y lluvia se descargó instantáneamente.
    – Anda, eres libre para pasar, pero… ¿cómo va a llegar ahora? – preguntó irónico el mago.
    – Pues… ¡mojao!

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  119. El sabio en la torre

    Un sabio tiene un sueño estando prisionero en una alta torre de piedra. Sueña con un ejército imposible, compuesto de tantos guerreros que su paso hace temblar la tierra, su griterío anula el rugido del mar, sus estandartes y banderas ocultan el sol. Va conquistando todas las ciudades a su paso, hasta que llega a la que en una de sus esquinas sostiene la torre en la que está encerrado el sabio. Éste despierta y escucha los sonidos del embiste de la batalla. El ejercito toma la ciudad. Los soldados asaltan la torre y la escalan hasta el último piso, pero no encuentran rastros del sabio. Entonces comprenden: el sabio es un sueño, y también lo es la torre, y el ejército. Recién entonces el sabio despierta. Le han arrojado un plato a través de las rejas.

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  120. Espejos

    No era la primera vez que encontrábamos ciudades en ruinas en otros planetas, pero estas mostraban una excéntrica particularidad. En cada edificio que entrábamos encontrábamos dos, tres y hasta media docena de espejos. Los había en las plazas, en los descampados, dentro de los edificios con los techos derruidos, todos iguales, rectangulares y del tamaño de un hombre erguido. Pensamos que eso sólo demostraba que esa civilización perdida había tenido una exagerada tendencia cultural que en contraste con las nuestras resultaba curiosa. Miles de ojos reflejaron nuestros ojos, infinitas luces emularon las que proyectábamos. El último sol se fue ocultando y los reflejos siguieron su agonizante arco. Luego, cuando nuestras naves no funcionaron, descubrimos la aterradora verdad. La ciudad no estaba en ruinas, y esos, no eran espejos.

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  121. Idas y vueltas

    San Pedro me mira y me dice que aguarde. La sala de espera está repleta desde el último cataclismo y hay gente sentada hasta en las escaleras.
    -Si no hay lugar en el cielo, puede mandarme al infierno- le grito sobreponiéndome al barullo.
    -También está saturado.
    -Bueno, regréseme a la Tierra. Al fin y al cabo ahí abundan las sucursales.
    En ese momento abro los ojos. La tierra tiembla y el cielo parece estar ardiendo. Un hombre se aleja de mí y se limpia con la manga ensangrentada el rostro. Esbozo una sonrisa. ¡Otra vez vivo!

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  122. Viajes

    1- Espero que la luz cambie. Aprieto el botón en la máquina. Nada ocurre.
    2- Doblo la esquina. Allá adelante veo el cruce de los semáforos. Del otro lado está el supermercado.
    3- Busco la sombra. Cuando llegue al supermercado probaré si la máquina funciona.
    4- Salgo de casa. Delante de mí, la calle es tan larga que parece interminable. Pero en realidad dos cuadras más allá está la esquina, luego el supermercado.
    5- Estoy en casa. Pienso en matar dos pájaros de un tiro. Voy a hacer las compras y aprovecharé la oportunidad para darle marcha a la máquina y ponerla en funcionamiento en un entorno completamente cotidiano. La idea es no perder tiempo.
    6- Ya salí de casa. Que mal día para hacer las compras, el sol raja la tierra y se ve el aire caliente flotando, como la previa tensa a un espejismo. La calle parece no tener fin.
    7- Busco la sombra. Camino rápido. Allá adelante por fin se ve la esquina.
    8- Doblo la esquina. Se ven los semáforos. Cruzando llego al supermercado.
    9- La luz cambia. Aprieto el botón en la máquina. Nada parece ocurre.

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  123. SUEÑO CUMPLIDO
    Sólo escuchaba el tosco sonido de mis crampones arañando el hielo y mis pensamientos se perdían entre la fina neblina que me arropaba. Mi respiración se aceleraba por segundos, la adrenalina se desbordaba por todos los poros de mi piel y me repetía a mi misma que la cima estaba próxima. Por fin acariciaba con ternura su blanco manto nevado mientras la gélida brisa glaciar recorría cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome estremecer. Atrás quedaban largas horas de escalada, frio y cansancio, dejando paso a la euforia, ilusionada por hollar esa montaña que tantas veces me había quitado el sueño. Por fin alcanzo su punto más alto. La niebla desaparece regalándome unas espectaculares vistas, aunque, sin duda la más deseada, es la de tu sonrisa esperando mi sincero abrazo por nuestro sueño cumplido.

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  124. Mundos

    Primera semana en Kuala Lumpur. Olores, perfumes sabores intensos. Mucho color, si mucho. Diversidad en forma de malayos, chinos e indios. Movimiento eso! si, mucho movimiento. Taxis por doquier, comida a toda hora y en la calle, el mejor comedor, el favorito de los locales. Otro mundo, otra cultura, como fue China hace años. Gente de buen corazón y sonrisa tímida.

    Ahora salgo de mi apartamento, si salgo a esa jungla de calor y humedad, hogar de una pequeña Asia en Asia misma donde las torres son emblema y corazón de esta ciudad y país. Y que importa quien las hizo si las hizo para el mundo aunque estén en Malaysia. Allí voy a la jungla moderna a «flanerear» un poco a lo Baudelaire, como solemos hacer los que que venimos de las grandes ciudades, ahora en Kuala. En el otro mundo que es el mismo, solo que mas lejano.

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  125. L a n u b e
    Cuentan los que Cuentan que es verdad que se reunieron en las alturas, sentados en círculo, rogando por una paz, que más allá de lo simbólico; se trató de un sueño cuyo fuego es capaz de lograr el cambio que lleva a la transmutación…
    También Cuentan los que Cuentan, que hay quienes dudan si no fue un espejismo la transformación de aquella nube de forma oval, en una nave, que con suave aterrizaje, llevó al grupo, que con puro altruismo, logró el viaje hacia la esencia misma.

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  126. La hoja poeta

    Amaneció un día de otoño tan dulce y original que cada sonido de la naturaleza obtenía eco en el cielo y todas las hojas del olmo parecían sonreír agradeciendo la luz del sol
    Bueno, todas menos una, que se guardaba la expresión. Y es que tenía un plan. A la llegada del viento que la devolvería a la tierra, ella se propuso volar, sí, pero en sentido contrario. Volaría hacia arriba: hacia el cielo y su secreto.
    Un niño lo advirtió, pero no dijo nada. Vio la hoja ascender, ascender… Como jugando (y sonriendo)
    ¿Dónde estará ahora?

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  127. EL HALCÓN Y SU PRESA

    Ella navegar no quería, pero él la siguió, la persiguió y la cercó, como si fuera un halcón a su presa y en su hermoso velero la atrapó. Y fueron viajando de puerto en puerto, de río en mar. Tomaron birra helada en las tibias aguas del río y cálido vino tinto, en las frías aguas del mar. Se amaron por las noches, en la cucheta y por las tardes en la cubierta, revolcándose bajo el sol.
    Con el tiempo, ese ardor se apaciguó y ella lloraba en el velero, cuando él con sus amigos, en el puerto se marchó. Al volver al otro día, con copas de whisky de más, tropezó y cayó. Ella furiosa le gritó borracho y él sonriendo, se puso de pie.
    Al tildarlo de mujeriego, le reveló que alguna pudo haber, pero que sólo ella era su mujer. Cuando le dijo hijo de puta, él tuvo ganas de zamarrearla aquella vez. Como fue que se contuvo, sólo él lo pudo entender. Le dijo que su madre no era puta y no la habría de ofender.
    Todo eso dijo el halcón, el día que su presa se fue para no volver.

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  128. RAZONES PARA EL ARTE
    El protagonista de la novela, en cuanto descendió del avión, ligero de equipaje, emprendió un viaje en un coche de alquiler por varias localidades de la costa Atlántica, en el sur de Europa. En una ciudad, huyendo del calor, entró en el cine a ver una película; en otra visitó un museo; en una tercera, se recreó en la contemplación de la fachada de un antiguo palacete reconvertido en hotel de cinco estrellas.
    En cuanto terminó de leer la novela, el lector, residente en una localidad de la costa Atlántica, entró en el cine a ver una película, y visitó un museo, y contempló la fachada de un palacete. Al cabo de una semana, en el Aula Magna de la Universidad, a la pregunta del laureado conferenciante: “¿Por qué leer?”, el lector, que formaba parte del auditorio, respondió para sus adentros mientras su boca reproducía una luminosa sonrisa de oreja a oreja.

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  129. VIAJE ETERNO
    La adolescente se dirigía en autobús a la estación de Sants acompañada por su abuela sexagenaria, la mujer que había ejercido de madre durante los últimos años. Era la primera etapa de un viaje que la llevaría al otro extremo del planeta, a miles de kilómetros de distancia. De Barcelona a Madrid, de Madrid a Buenos Aires. La anciana, sentada en el asiento de enfrente de la nieta, entornó los ojos, como si no pudiera resistir la mirada de la joven. Ésta la miraba con infinita ternura. ¿Volvería a ver algún día a esta extraordinaria mujer? ¿Qué se encontraría en Buenos Aires? Era un viaje hacia la incertidumbre. A los pocos segundos, las manos nudosas de la anciana cogieron las de la nieta, y así permanecieron durante los siguientes veinte minutos. Veinte minutos sin final.
    La adolescente de entonces, mujer madura hoy, viaja en el autobús con la anciana. Han pasado veinticinco años desde entonces, y la otra abuela sigue con ella; cada vez que sube al autobús interurbano de Barcelona, la ve, como entonces, contemplándola con unos ojos afanosos que pretenden arrebatar todos sus rasgos al olvido. Un viaje eterno.

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  130. VIAJE POR EL CALENDARIO
    Leyendo un libro, el hombre de repente notó que estaba muy lejos del aquí y ahora; tras sobrevolar calendarios, experiencias y recuerdos, muchos recuerdos, había aterrizado en la calle estrecha de un pueblo medieval. Anduvo varios metros y, guiado por una corazonada, se adentró en una vivienda de planta baja. En el pasillo de paredes desconchadas, se detuvo delante de la fotografía enmarcada de un niño de rasgos familiares… Cuando minutos después, cerró el libro, el hombre sonrió satisfecho. Había recuperado parte de su niñez.

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  131. VIAJERO POR FIN
    Se disponía a visitar un pueblo ubicado en un valle remoto, él, el viajero incansable que había visitado miles de lugares en los últimos decenios. Sin embargo, este viaje sería diferente a todos los anteriores. En él, el viajero vería por primera vez un pueblo con sus propios ojos, ya que cruzó la frontera de ese municipio sin haber leído nada sobre él en ningún folleto de viajes.
    Por la noche, después de recorrer las calles de la localidad y contemplar iglesias, casonas, palacios, palacetes, templos, árboles, fuentes, escudos y figuras en relieve, orgulloso de sí mismo, se recogió en una pensión de la Plaza Mayor. Después de miles de viajes, por fin se sentía un viajero de verdad.

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  132. Ida y vuelta

    Como dice Joaquín, “en un vuelo regular pisé el cielo de Madrid”. Fue un ocho de marzo. Allá lejos y hace… no tanto tiempo. Época de globos y confetis. De champaña y de burbujas. De nuevos ricos y famosos.
    Pero todo lo que sube, baja. Y no todo lo que no te mata te hace fuerte. Y hoy, al igual que Joaquín, yo también tengo que decir, “ya no me bajo en Atocha, ya no me quedo en Madrid”.

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  133. La cumbre

    Tras culminar en solitario el duro ascenso al gigantesco pináculo de hielo y roca que desde niño supuso un reto para mi espíritu aventurero, extendí los brazos y grité a los cuatro vientos mi hazaña.
    ¿Había sido una estupidez jugarse la vida por un sueño?… Quizá, pero dicen que no hay gloria sin riesgo.
    Burlar a la muerte fue mi hazaña; le demostré que yo había sido más listo que ella, que no le tenía miedo.
    …Pero al llegar al campamento base y desarmar la mochila, tras más de nueve horas de barrancos infinitos, fuertes ventiscas y húmedas vaguadas, descubrí que había olvidado clavar mi bandera, dejar mi huella, mi sello. ¿Cómo demostraría al mundo mi proeza?
    Días más tarde, la cumbre se transformó en un edema agudo que acabó perforándome un pulmón.

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  134. El día que me recibí de escritor

    Recuerdo el día que me senté en el salón de mi casa, frente a una hoja en blanco, y comencé a escribir. Tardó un tiempo pero… para cuando levante la vista ya cansada de la hoja, noté para mi asombro, que no estaba en casa; estaba en otro lugar.
    Confieso que al principio… esto me asustó un poco; ahora, cuando uno de los personajes se me acercó, puso su mano en mi hombro y me explicó al oído: que yo todavía estaba escribiendo; me terminé de espantar y salí corriendo.
    Pobres personajes, se habrán creído que estaba loco.

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  135. CACERÍA DE BRUJAS

    —Prisionero Estévez, usted fue hallado culpable del delito de terrorismo, y sentenciado a la pena de muerte. Díganos por última vez: ¿cómo se declara?
    —Inocente de estos cargos
    —Muy bien…, Sacerdote, proceda con la extremaunción
    —Hijo… el Señor sabe toda la verdad y siempre está dispuesto a perdonar, si tú tan solo, admites haberte equivocado
    —Padre, yo soy inocente de estos cargos; pero he pecado padre
    —Bien hijo, recuerda que no me lo dices a mí, se lo estás diciendo a Él —aclaró señalando con su dedo al cielo.
    —Hace cuarenta años padre, yo acepté dinero por atestiguar en contra del italiano zocco y su compañero anarquista; ambos fueron ejecutados
    —Estás perdonado hijo mío
    —Muy bien… procedamos con la ejecución; soldados: a mi orden… levanten esas tres llaves de corriente

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