Microrrelatos 2013

moleskine logo grandeEl formato de microrrelato se adapta perfectamente a la categoría de relatos de viaje, ya que muchas veces una anécdota o historia de viaje tiene tanta o más entidad que el propio viaje en sí.

Al contrario que los relatos a concurso, que tienen que ser enviados por correo electrónico, los microrrelatos se añaden como comentario a esta sección, en la parte inferior de esta página, y, una vez comprobado que se ajusta a las bases en temática y número máximo de palabras, 194, serán validados por el moderador y publicados.

Agradecemos tu interés por participar en el VIII Concurso de Relatos Cortos de Viaje Moleskin 2013. El período de envío de microrrelatos es el mismo que para los relatos, entre el 1 de enero y el 15 de Mayo de 2013.

124 comentarios

  1. Quería salir de allí. Llevaba varios días en ese poblado incomunicado dentro de la isla pasando situaciones difíciles y quería irme a casa, una casa que aún estaba a días de viaje y a decenas de miles de kilómetros. Malí se me había hecho demasiado duro, por diversos motivos. Pero ya estaba en aquella piragua que habría de acercarme a Mopti surcando el río Níger. Lo que aún no sabía en aquel momento ,en el que con mis casi cuarenta grados de fiebre -y preocupado por el Ébola- estaba viendo como un niño subía con su gallina a bordo, es que me esperaban veinte horas en aquel habitáculo, confinado entre cientos de personas, vacas, cabras, cucarachas y ratas. Veinte largas horas, en las que no pegaría ojo, y en las que una tormenta tropical nos acecharía. Aún no lo sabía, mientras fotografiaba el brazo de aquel niño agarrando al ave del ala.

    Me gusta

  2. «Llamada inquietante».

    Las 4 de la madrugada, noche cerrada, un sonido perturbador me corta de raíz mis ensoñaciones. El teléfono suena como si se acabara el mundo: «ring, ring». No lo veo entre la oscuridad, percibo que me acerco y lo intento atrapar. Por el camino estresado, oigo pasos tras la puerta, se aproximan inexorablemente hacia mi. Siento miedo.
    Tras muchos segundos deambulando en la penumbra, logro encender una diminuta lámpara situada sobre la mesilla. Estupor, miedo, mi mujer no està en la cama ni en la habitación. El teléfono continúa con su martilleante sonido, me taladra. Y… tras mi desesperación, lo alcanzo debajo de la cama apoyado en la moqueta. ¡Qué hago! Decido descolgarlo y oigo-«Blanca, ¿por qué no cogeis el teléfono? Soy tu madre.
    Y le espeto: -«soy Mario tu yerno, estamos de luna de miel en Niágara, en el Hotel Crowne. Son las 4 de la madrugada hora canadiense, y estamos intentando dormir porque mañana visitaremos La ciudad francófona de Québec.»
    A continuación , llaman a la puerta y oigo: «cariño abre que me he dejado la llave».
    Vaya nochecita, mejor me hubiera lanzado en càpsula por las Niágara Falls, ja.

    Me gusta

  3. «Maravilla»

    Me iba de España en aquél largo tubo de acero volador; eso que los enamorados del aire dicen que no es «volar», sino trasladarse. Y no les falta razón, pues no dejan de ser hoteles celestes ambulantes.
    Aterricé sin aportar más a los conocimientos previos que de él había adquirido. Un ligero recuerdo, al sobrevolar la pista de aterrizaje, a un inmenso Nacimiento de los que se ponen en mi tierra, por el gran número de lucecitas de la noche africana.
    Nos hospedamos en un acogedor alojamiento y nos dispusimos a descansar del largo día de esperas en aeropuertos. Había que madrugar. Una voz desde una mezquita invitaba a la oración de la mañana a los nativos y de despertador, con cierto tizne romántico, a los que pretendíamos visitar aquél misterioso país.
    Desaparecía el verdor al ritmo que asomaban los colores terrosos del pre-desierto. A lo lejos, una eterna y ancha fila verde denotaba la presencia de una gran masa de agua.
    Giró la carretera noventa grados y mi corazón ciento ochenta.
    Dos pétreas estatuas impidieron, a mi atolondrado organismo, ubicarme durante un rato. Eran los Vigilantes de un antiguo templo, los Colosos de Menón.

    Me gusta

  4. Tourcoing – Lille

    Paseé por las vías del tren. Me quedaban unos diez francos en el bolsillo, pero estaba segura de que podía llegar a Tourcoing caminando. Calcular distancias a ojo nunca ha sido mi fuerte. El tiempo y el heno pasaban de largo como el camino de adoquines amarillos de El mago de Oz y no se escuchaba un traqueteo ni un alma. Los vagones de mercancías se extendían al otro lado de las vías y solo me quedaban dos merengues y una botella de agua con gas. El teléfono no tenía batería y no, no estaba perdida, solo sabía que había dos formas de regresar a casa: dar la vuelta, y perder para siempre Bélgica y sus mosquitos gigantes, su sabor a cerveza Jupiler y sus hombres castaños plagados de aventuras; o seguir, hasta encontrar la reja del colegio de Thierry y besarnos a través de ella. Seguí andando hasta que no pude más. Me senté en el suelo al llegar a una estación aparentemente abandonada y dejé pasar las horas. Apareció el tren nocturno. La dirección: Lille. Lo cogí. Gasté mis últimos francos y justo entendí que las rejas nunca sirvieron para unir lo irreparable.

    Me gusta

  5. Amor pese a todo

    La playa nunca duerme. ¿O mienten las caracolas? Ellos juegan a remojarse a los pies de inocentes olas. En unos segundos la mar secuestra sus miedos y engulle sus cuerpos desnudos. Una lengua abisal los devuelve a la orilla envueltos en saliva. Cuando despiertan, prefieren callarlo todo con un beso. Y el mar enmudece.

    Me gusta

  6. El Procónsul

    Paseos y paseos

    Parece tan lejos, pero en realidad está tan cerca. Todo fue tan abrupto que hasta me resulta difícil pensar si las cosas hubieran podido ser de otra forma.
    Cuando papá llegó a casa y nos dijo que iríamos a visitar a nuestra familia, todos nos alegramos, especialmente yo, dado que ese viaje me permitiría pasar mi cumpleaños número 12 con mis abuelos y primos a quienes hacía mucho que no veía, más precisamente desde que habíamos huido de nuestra tierra, escapando de la hambruna y de la guerra civil.
    Pero curiosamente desde que subimos al avión, el clima emocionante generado por el viaje fue cambiando y los justificativos para tratar de convencerme se reiteraron con vehemencia: que me sentiría mejor, que es lo mismo que le hicieron a mi madre, a mi abuela y a mis hermanas y que de esa forma cumpliría con las tradiciones.
    Todos recuerdan sus viajes con alegría: turismo, excursiones, visitas a lugares nuevos; en mi caso es diferente, siento que me han quitado algo y ya no soy la misma de antes. A mi regreso, el dolor físico es poco comparado con el espiritual.

    Me gusta

  7. SUEÑOS DE VERANO

    Irlanda, Reino Unido y Alemania, pero antes pasando por Dinamarca. De ahí un avión a Bangkok y con mochila a la espalda recorro Tailandia, Laos y Vietnam, desde donde intentaré cruzar a Filipinas para posteriormente y tras perderme por su islas, cruzar a Australia y sobre todo a Nueva Zelanda, donde alquilaré una furgoneta para perderme por sus rincones.No se como llegaré a Tokio desde allí, pero lo haré, y tras la capital nipona, un gran salto a EEUU, para bajar por su costa hasta Chile, de donde no me iré hasta haber logrado pisar la isla de Pascua…

    En fin.. son ya las seis. Hago un descanso para estudiar y luego continuo con el tema tres. ¡Qué ganas de acabar ya los exámenes!

    Me gusta

  8. Pronto:

    El barco se aleja del muelle, adentrándose en la niebla. La brisa marina le alborota el cabello. Se seca disimuladamente una lágrima mientras busca en el horizonte cada vez más lejano un indicio de su aldea. Su mundo, su infancia, su inocencia, se quedan flotando en aquellas aguas oscuras. Intenta consolarse pensando en la tierra hermosa y abundante, que será su nueva casa. América tenía que ser un buen lugar si su padre los había mandado a buscar. Recostado de la baranda su hermano fuma un cigarrillo. Lo mira de reojo tratando de descubrir un rastro de la tristeza y el miedo que ella siente, pero sólo encuentra la expresión ausente y el gesto decidido. Su madre siempre dijo que él se parecía a su padre. Ella, en cambio, se parece a su madre. La imagina sentada en la cocina, pelando verduras para la sopa, piensa en los hermanos más pequeños, en su escuela, en su cama, en todo lo que queda atrás.
    ―No llores, nena. Tienes que ser fuerte. Yo debo quedarme a cuidar a tus hermanos, pero pronto estaremos juntas―le dijo su madre cuando se despidió de ella.
    ―¿Cuando?
    ―Pronto.

    Me gusta

  9. Alicia y los barcos:

    Los había visto zarpar del puerto, cuando iba a llevarle el almuerzo a su padre a los astilleros. Había contemplado en silencio a hombres recios llorando como niños al separarse de sus familias y a muchachas desconsoladas despidiéndose con un pañuelo en la mano. Un conjuro marcaba las bocas y los destinos de todos: América. Una palabra que era promesa de salvación, esperanza y abundancia, pero también separación, despedida y quiebre. Alicia repite aquel nombre una y otra vez, tratando de entender como algo hermoso puede ser tan terrible. Hubiera querido preguntarle a su padre pero el hombre duro y de pocas palabras a su lado, le resultaba tan lejano como el continente prometido. Intenta dibujar en su mente un mapa que le de cuerpo al futuro, pero le cuesta imaginar su destino. Sabe que ha llegado el momento de tomar su puesto. Hoy es ella la víctima, la protagonista de la historia, la que llora, la que parte y dice adiós con sus mejores zapatos y su abrigo de invierno, sobre la cubierta de un barco.

    Me gusta

  10. EL VIAJE DE UN BESO

    Unos ojos, una mirada, una chispa, una sonrisa. Palabras, palabras y más palabras. Cuatro pies, dos derechos que avanzan a la vez, dos izquierdos que les siguen. Dos manos que se tocan sin querer, unas mejillas coloradas. Diez centímetros eternos y el aire húmedo que sale de una nariz y estremece una piel que no es la suya. Diez centímetros eternos y dos corazones acelerados. Diez centímetros eternos y unas manos que se secan contra unos vaqueros. Un segundo eterno para recorrer los diez centímetros que separan tus labios de mi boca.

    Me gusta

  11. VISTAS AL MAR

    Él no lo veía, pero sabía que estaba allí. Escuchaba las olas romper contra la orilla. No había luna ni estrellas.

    Dejó caer la mochila contra la arena. Empezaba a llover así que montó la tienda con rapidez. Se acurrucó en el saco y tardó en dormirse.

    Le despertó una sacudida. La tienda giró y el hombre cayó sobre su espalda. Cuando quiso salir, la estructura volvió a rotar sobre si misma. El plástico estaba encharcado.
    A la tercera embestida el suelo cedió bajo sus pies y le pareció hundirse en el vacío. La oscuridad era implacable.
    Tanteó las paredes hasta encontrar la salida, que ahora estaba en el techo. Abrió la cremallera, dando paso a una erupción de espuma y salitre. Consiguió asomar la cabeza pero las tinieblas escondían la orilla.
    Dejó escapar un grito hasta que una pared de agua invadió sus pulmones. Cerró la cremallera entre aspavientos.

    La tienda oscilaba como un péndulo, inundada de mitad para abajo. El hombre se afanó en mantenerla derecha.

    Permaneció así mucho tiempo, resistiendo cada embestida.

    Con la claridad cesó la batalla.

    Al amanecer llevó la vista fuera, y contempló el Pacífico.

    Me gusta

  12. La visita

    Me quedaron sensaciones por ahondar. De vuelta intenté clarificarlas, para entender esencias de mi propia vida. En medio del camino encontré una pequeña caja de música, desgastada, medio inservible que tocaba un par de notas algo rotas. La eché a la mochila y continué por el largo corredor hacía la calle principal, en un ambiente pestilente, corrompido por un aire viciado. El sudor, y las moscas no dejaron de pasearse por mi piel. Las calles permanecían muertas, no había ni un alma. Fue una sensación extraña, de vacío. Clavé una sonrisa en mi rostro y proseguí. Respiré profundo. Miré el reloj, marcaba en punto. Seguí de la mano de la inquietud. Estaba en el mismo lugar de mi primera visita. Y allá, en medio de la inmensidad, solo oía el chasquido del viento correr entre las calles. Miré al cielo. El sol quemaba. Y este lugar huérfano, debía abandonarlo. Dos horas de viaje perdido. Apreté el botón en el reloj y acabé teletransportándome. Cuando llegué a la oficina de viajes escribí una instancia, quejándome. Me pidieron disculpas, comentándome, que la ausencia de ambiente había sido un error informático. Mañana recuperarían al gentío.

    Me gusta

  13. El vagamundo

    Tenía una carpeta en la que guardaba todos los billetes de los viajes que hice durante los últimos meses, de todos los colores, tamaños, tipografía y forma. Mi corazón de aventurero me llevó a lugares recónditos en los que me inmiscuí con infinidad de culturas, sabores y colores. Leyendas y mitos que nacían en unas tierras, resurgiendo en otras en diferente simbología. El mar fue el único medio que se me resistió, hasta que lo vencí una buena mañana al cruzar en barco el estanque del jardín del pueblo. Superar el trance me llevó a sentirme libre. No habría nada que pudiese detenerme. Quería ser vagamundo, lo tenía clarísimo. Los bere bere, incas e indios norteamericanos me enseñaron a saber apreciar los espíritus de la naturaleza, a asociarme con ellos, a saber vivir en equilibrio. Me nombraron magnate por mis viajes, conocimientos y respeto. Tuve en mis manos la pipa de la paz. Supe que era un árbol, el sentido de los colores, y porqué veneraban los Nepaleses a su Dios. Lo malo es que el equilibrio siempre lo rompía mi madre diciéndome que no viajara tanto a la luna.

    Me gusta

  14. El regalo

    Daren avanzó dos pasos hacía el frente al ver al viejo ermitaño, llamado Melk. Melk de aspecto abandonado, casi famélico y andrajoso susurró su nombre. Daren le miró detenido, no había duda que su nombre había salido de los secos labios del ermitaño. Melk le extendió la mano en un acto de cordialidad. Daren le miró, estático, sin saber que hacer o decirle. El ermitaño sonrió. Se levantó encorvado dirigiéndose a una sala interior de la cual extrajo tres pequeñas cajas. Cada una de un color. Las colocó delante de Daren. “¿Qué deseas?”, le dijo el ermitaño. Daren se quedó perplejo, contestándole; “solo he venido a visitarle. Me hablaron de usted hace tiempo, y estaba muy interesado en saber de su vida.” Melk sonrió, ofreciéndole de nuevo una de las cajas. Daren desconcertado acabó mirándole a los ojos. El ermitaño volvió a ofrecérsela. Daren se las quedó mirando, y cogió la de color amarillo. La abrió. Estaba vacía. Daren desconcertado le miró con asombro. El viejo Melk sonrió. ¿Qué valor tiene?, preguntó Daren. Melk contestó; “si te la hubiese dado llena no podrías guardar las experiencias de tus viajes.”

    Me gusta

  15. En tonos grises

    Si una mañana de invierno un viajero perdido llegara a mi ciudad, encontraría una ciudad mojada, compraría un paraguas y al tercer día se marcharía. Si lo hiciera en primavera, verano u otoño, también la encontraría húmeda, porque lo que nadie niega es que en mi ciudad llueve todo el año, y aunque tenemos la suerte de no padecer sequía, nadie la aprecia.

    El viajero, exhausto por su periplo aventurero, sacia su sed abriendo la boca y mirando al cielo, pero las nubes que nos sobrevuelan nos convierte en personas muy grises. El viajero lo nota y dice que encontró gente aburrida, opaca, grisácea tal vez.

    Un viajero que pernoctó diez noches seguidas adquirió un semblante azulado y finalmente mutó con los viandantes convirtiéndose en uno de nosotros. Ahora teñimos de rojo a todos los que nos visitan y forzamos la sonrisa cuando nos preguntan por la estación del tren más cercana para marcharse, pero en nuestro interior sabemos que mientras no deje de llover y el cielo no se tilde de azules, sólo estamos fingiendo.

    Me gusta

  16. Un nuevo destino

    Bajaron uno a uno. Sin prisas, sin voceríos ni jaranas. Al fin habían llegado, pero nadie se atrevió a romper el silencio. Unos se agacharon para acariciar la arena, tan y fina y suave como la de cualquier playa de antaño. Otros clavaron la vista en el horizonte tratando de adivinar qué les aguardaría más allá. Los más valientes -o acaso los más insensatos- se aventuraron a quitarse las máscaras y respirar aquel nuevo aire. Mujeres y hombres, niños y ancianos; todos se miraban entre sí. En sus ojos había miedo, pero también esperanza.

    Nadie dijo nada. Nadie habló. Y, sin embargo, todos ellos recordarían años más tarde que alguien había pronunciado esas palabras: «no volveremos a hacerlo. No volveremos a equivocarnos».

    Me gusta

  17. El viento del norte se lleva a los buenos hombres

    – Otra vez, explíqueme. ¿Me dice usted que a su hermano se lo llevó el viento?
    – Así es, no queda más por explicarle señor oficial. Se lo llevó el viento.
    – ¿Usted lo vio?
    – No. Pero no era necesario. Yo estaba dentro de casa. Sentí el aire violentando las ventanas, golpeando el tejado. Él estaba leyendo su periódico en el jardín. Cuando asomé a verle, el viento ya se lo había llevado.
    – Pero si era un viento huracanado, ¿no debió acaso llevarse la casa entera?
    – Es que era un viento del norte.
    – ¿Y eso qué tiene que ver?
    – Que el viento del norte se lleva a los buenos hombres.
    – Y entonces…
    – Descuide, a usted no se lo llevará.

    Me gusta

  18. Un sueño cumplido

    Empezaba a pensar que los dedos de las manos se me iban a congelar cada vez que me quitaba los guantes para manipular la cámara de fotos.
    Hacía una noche magnífica, pero estábamos en un campo semi congelado, las montañas refulgían blancas en el horizonte, y la temperatura rondaba los 8 grados bajo cero.
    Llevábamos una hora esperando y de repente, sí!!! en el cielo aparecieron unas bandas de color blanquecino. Disparé la cámara y ahí estaban las estelas verdes que conocemos como Auroras Boreales. Una prueba más de la imperfección del ojo humano.

    Todo sucedió muy rápido: cambiaba de forma, se abría en abanico, se giraba y retorcía, se hacía más intensa, se desvanecía, cruzaba el horizonte sobre nuestras cabezas de punta a punta… Pensar que el polvo solar que atraviesa el campo magnético de la Tierra genera en una explosión de energía, y que eso era lo que estábamos viendo en directo es, sencillamente, sobrecogedor.

    Me gusta

  19. El niño sonriente

    La mirada de los niños en el mundo nos hace reflexionar. Nacer en La Habana, crecer en un pueblo rural en Camboya, aprender a leer en San Francisco, jugar con un palo y una cuerda en un poblado Masai y comer arroz con frijoles en una favela brasileña.

    Todos estos niños nacieron en lugares muy diferentes, llenos de contrastes, con más o menos recursos y en familias muy distintas; pero todos ellos tienen algo en común que nadie les podrá quitar nunca: la sonrisa; esa sonrisa que nos hace creer en el mundo y lo que esos niños podrán hacer por él algún día.

    Me gusta

  20. Curiosidad viajera
    Desde pequeña he sentido la necesidad de viajar y descubrir nuevos lugares. A los tres años lo tenía claro: quería un barco para surcar los mares e ir más allá de donde la imaginación me permitía. Supongo que a esa edad, viajar era para mí eso, imaginar. Yo sabía que había algo más que la realidad que yo veía y quería comprobarlo con mis propios ojos. A los nueve años recuerdo tardes en el salón viendo en la televisión maravillosos reportajes. China, India, París…me quedaba totalmente embobada mirando sitios desconocidos. No sabía ni dónde estaban ni cómo llegaría pero yo quería ir. Mientras pensaba en la manera, iba recortando las fotos que encontraba en revistas y los guardaba en mi carpeta de los sueños. Salir de Madrid suponía que la noche anterior me llenara de nervios y no pudiese dormir de la emoción que me generaba visitar otra ciudad. Mis primeros viajes los realicé con mis padres por la geografía española y guardo recuerdos imborrables pero quizá, los más importantes para mí, fueron los viajes a la costa. La sensación que tenía y tengo al ver el mar era y es indescriptible.

    Me gusta

  21. Un viaje de perros

    El viaje comenzó al acostarme. De pronto vi siluetas poco definidas, sin apenas matices. El tacto se me había almohadillado, lo que supuso un retraso sensitivo, pero se compensó con una dilatada capacidad de audicion y, especialmente, por la expansión del olfato. Pude escuchar un caracol cercano arrastrándose, lo que me produjo el efecto de un puñado de gravilla instalada en mis muelas que iba masticando intermitentemente. Pero sobre todo fue el olor, como digo, porque percibí la humedad de las hormigas bajo la tierra y el verde, que tiene olor, de los matorrales.

    Me había convertido en perro, me dio igual la raza pero creo que pequeño y, aunque solo conseguí destacar una silueta roja porque era mi compañera, se me mostró claramente el augurio de una aventura. El olor era excitante, prometía acción y sabía con seguridad que emanaba de aquel monasterio. Sin duda se desarrolló un sexto sentido en la frente, creo que el de la curiosidad, y seguí el camino.

    Me gusta

  22. Viajar…
    De siempre su mayor anhelo. Viajar se había convertido no solo en un deseo, sino en una necesidad irrenunciable.
    Ansiaba el momento de la partida, aborrecía cada minuto de la vuelta, siempre pensando en futuros viajes.
    Cada día que exploraba el mundo, era un día de gozo. Ni siquiera los vientos de la Antártida fueron capaces de borrar la sonrisa en su cara, al experimentar el viaje a la tierra más inaccesible de todas.

    Sabía que sus días estaban contados, quizás por eso se afanaba en descubrir el mundo mientras fuera posible. Él, más que nadie que haya conocido, sabía de la fragilidad que nos envuelve, y lo precioso que es el tiempo del que disponemos.

    Finalmente, no pudo seguir viajando más, anclado a la cama por una enfermedad cruel como solo la vida puede ser a veces.
    Incluso entonces, su mente siguió viajando por medio de la lectura, visitando innumerables mundos y épocas, maravillándose con los universos que le ofrecían los libros.
    El día que su cuerpo finalmente se rindió, tenía de nuevo aquella sonrisa en su rostro.
    Creo que sabía que comenzaba su viaje más largo, el último.

    Me gusta

  23. Dijo NO.-

    Desde que nació todo había sido abrir puertas a los que le rodearon, siempre diciendo Sí. Abriendo manos para dar cualquier cosa. Escuchando en cualquier momento. Sabiendo llorar o reír junto a quien lo necesitó, a cualquier hora. Entregado a su barrio, a su pueblo, a su patria a cambio de nada. Entregado sin límites sin llevar la cuenta ni esperar nada. Entregado al universo entero con todas sus constelaciones, planetas y estrellas.

    Y un día cualquiera dijo No. El mundo continuó su camino sin percatarse de nada. Como si nada hubiera ocurrido.
    Sin embargo se bien que aquel día las musas lloraron sin parar.

    Desde entonces lloran cada noche de luna llena. Vierten sus lágrimas al mar, sin que nadie se percate, sin ruidos, sin estridencias, sin llamar la atención.

    Ahora comprendo que el mar será siempre salado, irremediablemente.

    El vecino del 4º

    Posdata: sueño con un mar dulce como el almíbar, dulce como tus besos muchacha de ojos de luna.-

    Me gusta

  24. INCOMUNICADOS.-

    Y si supiera, al menos, dónde ha estado, pero él nunca habla. Calla siempre, a todas horas. Veinticuatro horas callado. Sólo me basta mirarle para saber que oculta algo. Pero no hay manera de sacarle una sola palabra.

    Cuántas veces he soñado con cientos de diálogos como dos personas civilizadas que conviven desde el principio de los tiempos.

    – Y de dónde dices que vienes.

    – De devorarme por dentro. Vengo del mismísimo infierno. He intentado purgar todas mis culpas y ha sido imposible.

    – Y qué tal la carretera a la vuelta.

    – Como siempre repleta de locos, delincuentes, cómplices, y ovejas descarriadas que van camino del matadero sin saberlo.

    – Interesante cariño. Te pondré la cena que debes estar agotado.

    – Sí. Gracias.

    Y sin embargo cada vez que intento iniciar una conversación se da vuelta y se marcha hacia ninguna parte.

    El vecino del 4º

    Posdata: cada vez se necesita más tiempo para saborear los silencios y cuando los silencios no te llevan a ninguna parte qué importan los ruidos…

    Me gusta

  25. Salpicando guaraches y huipil
    Por: Andelfo Oneguin

    En su afán de encontrarse consigo misma, al cabo de un ejercicio de introspección Ingrid se liberó de cosmogonía y teología occidentales para abrazar el credo azteca metamorfoseándose en Mactzil, hija dilecta de Kukulcán.

    Para terminar su conversión y recibir su confirmación, Mactzil pidió vacaciones en su trabajo y ataviada con guaraches y huipil viajó a México a presenciar, el día del equinoccio primaveral, el descenso de Kukulcán de Chichén Itzá.

    Entonces sucedió lo de rigor, los guías acosándola con el guirigay de que aproveche, doña, su estancia para conocer Coyoacán y
    Xochimilco. Y Mactzil que nones, que le bastaba con ver el prodigio de la pirámide… «Órale. Pero, para redondear su experiencia, métale muela, doña, a taquito adobado con chile habanero».

    Al día siguiente Kukulcán tronó anunciando su descenso y la panza de Mactzil también tronó anunciando mares de diarrea por cuenta del taco y del chile que se zampó en la víspera. Demás está decir que no hubo peregrinaje ni confirmación porque la cagalera se lo impidió.

    Qué posma. Para Mactzil, el día del equinoccio transcurrió sentada en el baño del hotel pujando, evacuando y salpicando con mierda calzones, guaraches y huipil.

    Me gusta

  26. RECORRIENDO EL VALLE DEL JERTE

    Jamás olvidaré el viaje que hice por el Valle del Jerte, quería ver los cerezos en flor, me habían contado maravillas de su belleza. Llegué a mediodía al Puerto de Tornavacas, allí paré a echar un vistazo general del Valle, me pareció impactante, continué hacia Cabezuela del Valle y sin solución de continuidad me fui hasta Piornal, el pueblo parecía estar en el mismo cielo ya que la carretera nunca se acababa, aparqué junto a un tanatorio y comencé a andar, ví a un matrimonio mayor que vendía cerezos y arbustos de frambuesas, quise comprar uno de cada especie, pero quería ejemplares de mayor tamaño, entonces la mujer me invitó a que la acompañara a su casa donde tenía más, así lo hice, nada más entrar me quedé estupefacto, había dos mujeres idénticas a ella, mi sorpresa fue en aumento al ver salir a otro hombre igual a su marido, y al poco otro más, la mujer detectó mi asombro y se rió, no necesité preguntarla ella me lo explicó todo con pelos y señales, no sólo clonaban árboles, también lo hacían con personas.

    Me gusta

  27. A él no

    Por lo inesperado, a todos nos cogió de sopetón. «A él no podía ocurrirle aquello». Él era diferente : afable, deportista, con un gran sentido de humor, comedido en sus dietas, distante de los factores de riesgo… Pero sí, a pesar de todo, ocurrió y , a pesar de todas las enseñanzas de la vida,también a todos nos cogió de sorpresa :Un infarto de miocardio.
    El mundo se derrumbó a su alrededor, sin que nada pareciese poder devolverle a su vida feliz. La vida para la que creía haberse preparado a conciencia, entre risas, cantos, fiestas y conversaciones de madrugada. Luego llegó el tiempo de las visitas, el tiempo de la realidad. La tristeza de una realidad inesperada, la de los ánimos que no entusiasman y la de la tibia esperanza por un futuro ahora cambiado.
    Llegaron las sesiones de rehabilitación, las llamadas del tribunal médico y el pensar en volver a sus clases. La cuesta arriba que lleva al mundo real, ahora sin la certeza feliz que le movía ayer. Con la incertidumbre de otro susto, con el miedo en el cuerpo y en sus nuevos inquilinos : los stents.

    Me gusta

  28. Siempre vengo a Zaragoza en primavera y camino por el tubo, y por sus calles aún iluminadas de luna, o inundadas de sombras y viento. Lo hacía con mis padres. Busco un café, recuerdo la infancia, saboreo menús del día; llevo las manos en los bolsillos, un polo en la boca, y huelo el suelo cuando se moja con una inesperada lluvia.

    Paseo, con estilo junto al Pilar y bajo sus puertas. Observo, anochecer en plaza La Seo, Paseo Echegaray y Caballero. Admiro sus contrastes modernos, vidrios y el clasicismo de monumentos romanos, musulmanes y judíos. Y si puedo acercarme al museo, no salgo ni para comer.

    He quedado con mi novio. Nos telefonearemos después. Yo estoy lista; pero sus reuniones de trabajo son eternas.
    Cerca de mi las sillas de un bar, colocadas, me miran de frente; no puedo evitar la tentación, y tomo una. He decidido no esperar a Pedro. Demasiado trabajo de última hora. Excesivas llamadas a su móvil. No sé qué le pasa. Casi no hablamos. Tampoco lo intentamos la verdad. Voy a llamarlo ¿Cuál era su número de teléfono?

    Me gusta

  29. Una hoja en la tormenta

    Creen que soy una mujer segura, independiente, hasta soberbia a veces.

    Pero en realidad soy una hoja en la tormenta que ha rodado por la vida, en choque permanente con la realidad

    Realidad frustrante, realidad perversa, realidad mentirosa, realidad oculta, realidad lejana.

    Una hoja que los días se han encargado de agitar, con más o menos fuerza, con más o menos pena, con más o menos verdad.

    Ya se ve el herrumbre que orilla las nervaduras, con una cadencia que se agota a cada hora y con la sabiduría de saber que el final está próximo.

    Y cuando la hoja arrugada muera, será el momento de los elogios, merecidos o no, porque la eternidad iguala a los que ya no están.

    Me gusta

  30. LA SESIÓN
    El tren emprendió lentamente su marcha dejando atrás la estación. Como siempre que viajaba, recurrí a la lectura para evitar cualquier conato de conversación con el compañero de viaje. En esta ocasión era una mujer, hecho que me produjo mayor desasosiego.
    El doctor que me trataba, decía que necesitaba más tiempo para diagnosticarme, según su criterio, podría tratarse de un problema de timidez, introversión o fobia social.
    El viaje, para sorpresa mía, fue un placentero caminar por un sinfín de sensaciones. A medida que el tren alcanzaba velocidad, notaba como mi sangre fluía más deprisa, que mi corazón latía como vigorosos golpes de tambor acompasados. Los brazos desnudos de aquella joven, rozaban temerosamente el vello de los míos, desatando en mi un mundo de pasiones. Prescindí de la lectura para involucrarme en el paisaje de su rostro, cada mirada suya era un descubrimiento geográfico y su boca me invitaba a salvar fronteras.
    Me preguntaba si estaría soñando, aquello era novedoso para mí. Por unos instantes, pensé exhausto, haber vencido mi timidez, pero de repente el chasquido de unos dedos me despertó. La sesión de hipnosis había terminado.

    Me gusta

  31. ALAS

    – ¿Destino final señor?.

    Me lo tuvo que preguntar por segunda vez la azafata hasta que reaccioné. Se quedó extrañada de que la mirara y no le respondiera nada, pero su sonrisa me devolvió del destino adonde había ido y estado durante unos breves minutos.

    – ¿Se encuentra bien señor?.

    Esos breves minutos sentado en mi asiento, que me había tocado de forma aleatoria, parecieron una eternidad. Había reaccionado de nuevo pero no le respondía.

    – ¿Desea alguna cosa señor?.

    Deseaba tantas cosas en ese momento que cualquiera hubiese bastado y me quedé pensando en su primera pregunta, yo no tenía ninguno marcado y no lo había pedido tampoco.

    Dejó de hacerme más preguntas, cansada quizá de que la ignorara, y me quedé mirando sus alas cuando se volvió por el pasillo. Qué extraña compañía aérea había escogido para tan largo viaje.

    Me gusta

  32. EN BUSCA DEL NUEVO SUEÑO

    A un planeta perdido y lejano del sistema solar, próximo a un agujero negro, sólo hay posibilidad de llegar con una compañía espacial y el viaje dura varios meses. Muy pocos en la Tierra pueden permitirse el lujo de pagar una gran cantidad de dinero, además de los inconvenientes de un viaje tan largo, por lo que apenas, hasta hoy, es sólo accesible a científicos, militares y algún que otro explorador aventurero subvencionado por algún loco millonario con la idea de hacerse publicidad.
    El planeta es muy atractivo, con una atmósfera parecida a la de la Tierra, con todos los recursos por explotar, ya prácticamente expoliados del suelo y entorno terráqueo donde cada vez es más difícil vivir, habiéndose reducido la población a números de inicios del siglo XX. Hoy, casi dos siglos después, el primer espalda mojada ha conseguido meterse en la bodega de la nave espacial. Lleva sangre heredada de generaciones pasadas, la de aquel pequeño mestizo escondido en la bodega de un gran camión cruzando la frontera, aquella en la que se podía alcanzar el sueño, ese que ha resultado ser una pesadilla.

    Me gusta

  33. Mira el mar

    Es demasiado imprevisible.
    Es demasiado profundo.
    Es demasiado solitario.
    Es demasiado oscuro.
    Es demasiado grande.
    Es demasiado triste, dice el pez perdido en las honduras del mar.
    Mientras, trata de subir a la superficie para ver la luz, sin saber
    que allí terminará su vida a los pocos minutos.

    Me gusta

  34. RE-ENCUENTRO
    Cruzo un prado verde, moviéndome hacia una torre de piedra. Subo las escaleras en espiral. Arriba, un espacio abierto, el techo sostenido por pilares. Distingo pájaros volando hacia el horizonte profundamente azul.
    Se ve joven. Viste una túnica blanca vagamente medieval, con largos velos ondeando a sus espaldas. Comprendo que ésta es su casa. Vive por su cuenta. Me da la impresión que disfruta su soledad. La ha escogido, como unas vacaciones. Inexplicablemente, una cosa me preocupa. “Mami,” le digo, “este sitio no tiene ventanas, está expuesto a los elementos. Cuando llueve, ¿no te mojas, no se mojan tus muebles?” Sonríe y contesta: “Aquí yo controlo los eventos. No llueve porque no quiero que llueva.”
    Pero todavía estoy confundido. “¿Qué haces aquí?” “Espero por tu padre y por ti; cuando ambos hayan cruzado ese prado, nos iremos a otra parte todos juntos.”
    Y así, en un sueño, recibo mis instrucciones de viaje.

    Me gusta

  35. Hacia…..

    La diligencia marchaba con ligero trote de los corceles. En el interior, los pasajeros en silencio recorrían con la vista el desolador paisaje a través de la ventana.

    Se habían aventurado en viaje a un destino desconocido, según los anuncios jamás explorado por vida humana. El futuro de aquellos hombres era incierto, pero una verdadsi ineludible: iban a comenzar una nueva vida.

    El planeta estaba devastado de contaminaciones, guerras y muchos morían. Hacia donde ahora iban estos, era el nuevo paraíso donde la raza humana comenzaría otro tipo vida,
    en constante comunicación con la naturaleza y con los mismos hombres.

    Pero la travesía era dura, atrás había que dejar todo lo conocido y estar dispuesto a comenzar………

    La diligencia se detuvo de pronto, los pasajeros se asustaron por el inesperado freno de los caballos.

    Se escuchó una rara voz en una lengua extraña. Luego en la conocida, alguien dijo- Todos abajo.

    Ya fuera los pasajeros, el carruaje desapareció en medio de la oscuridad. Una luz penetrante cual sol de mañana, les cubrió en derredor.

    Miraron extasiados al cielo. Con alegría y esperanzas, vieron la nave espacial que a buscarlos llegaba…..

    Me gusta

  36. CARTOGRAFÍA DE UN SUICIDIO

    Durante años escribe complicadas fórmulas matemáticas para elegir el lugar exacto y estudia complejos tratados de astronomía para conocer la situación idónea de los planetas y la fase lunar más propicia. Por fin lo logra. Ha de suceder a 53º 8’ longitud sur y 70º 53’ latitud oeste, con los planetas alineados y la luna en fase negra.
    Ayer se dieron todas las condiciones pero a él le faltó el valor.

    Me gusta

  37. VIAJE A MI CORAZÓN

    No es mucha la distancia que hay que recorrer para llegar a mi corazón. No hay dobleces, ni esquinas que entorpezcan al caminante. No es verdad lo que dicen por ahí “ que el que emprende ese camino nunca vuelve” y se equivocan los que le consideran un peligroso punto negro.
    Para llegar a mi corazón sólo hay que andar unos cuantos pasos en línea recta hacía mi pecho.

    Me gusta

  38. África mágica

    Vi animales salvajes desde un jeep, leones, girafas, elefantes, gacelas y cebras ¡algunos casi los pude tocar! Volé maravillado sobre la sabana en avioneta. Buceé en lugares increíbles rodeado de peces de mil colores. Vi las nieves del Kilimanjaro y el desierto en toda su magnitud. Conversé con hombres cubiertos de azul añil a los que sólo veía los ojos. Sentí vértigo y me retumbó el pecho ante las cataratas Victoria. Conocí a la mujer de mis sueños y tuvimos hijos de piel canela. Pero cuando me desperté estaba en la sala de embarque y aún faltaba una hora para que mi avión a África despegara.

    Me gusta

  39. Reina de virtudes

    La mañana se colaba entre arrebatos de nubes que jugaban a viciarse con agua. El olor que expedía la tierra era cada vez más intenso. Sin embargo, ella con la desnudez de sus pies acariciaba la senda que trazaba, carente de rumbo, pero desbordante de entusiasmo. Andaba, sí; se desconocía el destino que llevaba. Decían que la demencia había hecho con ella de las suyas: hablaba con estrellas, la luna menguaba sus dudas y el sol le otorgaba un trocito de calor al fragor de su alma. La tildaban de absurda. Pero el intelecto les hacía equivocarse. Ella convertía el frío en canción de cuna, reía bajo el efecto de las tinieblas nocturnas y bailaba al compás de una ciudad que se ahogaba en el llanto de su cemento atropellado. No, no era desquicio; somos nosotros los que no sabemos tornar una noche oscura en cómplice de nuestra locura ni mirar por la ventanilla para reírnos de los desiertos que puedan aparecer en la travesía de este intrincado viaje que conocemos por vida.

    Me gusta

  40. Vértigo

    Llevábamos saliendo unos meses y no paraba de repetir que quería viajar a París. Su sueño era contemplar la ciudad desde lo alto de la Torre Eiffel.
    A mí me dan miedo las alturas, así que solo la acompañé las dos horas que esperamos en la cola.
    Subió sola, pero bajó acompañada de Henri, uno de los ascensoristas de la torre que casualmente terminaba turno y se ofreció a enseñarnos la ciudad.
    Llegué a París enamorado y me fui de la ciudad del amor con el corazón roto.

    Me gusta

  41. En Septiembre viajé a Santo Tomé y Príncipe (África). Nunca me había interesado por temas religiosos, pero siempre me había llamado la atención lo espiritual o esotérico. Estando en una pequeña aldea me contaron que dentro de su iglesia “pasaban cosas”, que había personas afectadas de brujería y que allí dentro el demonio se manifestaba y le practicaban exorcismos. Cómo me puede la curiosidad, incrédula, fui a comprobarlo. Cuando llegué había una misa divertida, en la que se bailaba y se cantaba. También se hablaba en tono muy alto, se utilizaban frases repetitivas e imploros a Satán. En una iglesia con quince personas, cinco mujeres comenzaron a caer una detrás de otra al suelo. Una se arrancó la camisa, otra lanzó un banco por los aires, otra hablaba lenguas que desconocía, otra intentaba salir de la iglesia y algo le impedía hacerlo y otra abofeteaba a uno de los ayudantes del pastor… Todas “poseídas por Satán”. Después de casi dos horas de ritual, el demonio abandonó sus cuerpos y éstas volvieron en sí doloridas y aturdidas. Fue verdaderamente terrorífico y lo más alucinante que me ha ocurrido de viaje. Aún le busco explicación.

    Me gusta

  42. Para llegar a las ruinas de Machu Picchu de forma económica hay que dar un largo paseo de tres horas hasta el pueblo de Aguas Calientes. Los buses no llegan hasta allí y la única opción es el tren que es bastante caro. En mi caminata se nos hizo de noche y teníamos que hacer una parte por las vías del tren. Preguntamos varias veces si pasaría algún tren y todo el mundo aseguraba que no, que ya el último había pasado hacía mucho rato. Sin miedo y bajo una buena tormenta, caminábamos por las vías dejando debajo de ellas un caudaloso río. Cada vez los peldaños estaban más separados y había que hacer más esfuerzo para saltarlos. Cuando estaba en uno de estos, un chico que viajaba conmigo se giró y me dijo: ¿qué es esa luz tan potente? Yo, extrañada y orgullosa dije: ¡Mi linterna! La cara de terror del chico ya me indicó que no era este aparato tan potente como yo creía. Miré hacia atrás y ahí estaba: ¡el tren! Aceleré el paso saltando los peldaños aun a riesgo de caer al río y afortunadamente pude llegar a mi destino.

    Me gusta

  43. Una vida viajando.

    Un día te despiertas y todo parece normal pero dudas de si ese era el color de la habitación en la que te acostaste anoche, no recuerdas donde estaban los interruptores de la luz, en que lado de la cama estaba la pared o donde dejaste tus cosas al llegar. Antes de que el agua de la ducha matutina te devuelva a la realidad el mundo empieza a colocarse de nuevo, los recuerdos crean una ruta imaginaria que te sitúa y marca el camino que recorriste para llegar aquí, para llegar al preciso momento en el que estas.
    A veces esa ruta te ayuda a distinguir «cuando» pero no consigues averiguar «donde», has pasado por tantos lugares en los últimos años que llegas a mezclarlos.
    Una vida viajando tiene sus contraindicaciones pero solo hace falta mirar por la ventana para volver a sentir que ese lugar extraño es también tu hogar, que no es tan distinto a lo que viste ayer y que estás deseando que te sorprenda como lo hizo el anterior.
Una vida viajando también tiene sus rutinas, las que más me gustan son las rutinas de la sorpresa y el desconcierto.

    Me gusta

  44. AMARIT.

    Amanece en Jodhpur. Amarit abre los ojos.

    En este pequeño salón, duermen a su lado sus dos hermanos mayores y la abuela. Sus padres tienen algo más de suerte y ocupan el único dormitorio de la casa. No sabe qué día es, para ella todos son iguales. Ayudar a limpiar y vestirse dos veces al día para cantar y bailar en la terraza de algún hotel del centro.

    Es capaz de construir la sonrisa más bonita del mundo y hacer reír a la tristeza.

    Hoy acabó tarde. Actúo con su familia para un grupo de españoles. Le regalaron unos lápices de colores, pero ella, a sus 9 años, no tiene tiempo para esas cosas.

    Desgraciadamente, ya no recuerda lo que es la inocencia y hace tiempo que dejó de jugar.

    Anochece en Jodphur. Amarit cierra los ojos.

    Me gusta

  45. EL PRIMER VIAJE DEL ESPAÑOL MEDIO DE LOS AÑOS CUARENTA

    El muchacho comenzó a andar con paso decidido. Llevaba al hombro una mochila con un par de mudas y el jersey de repuesto. No tenía más, ni falta que le hacía. Por aquella época ni se
    estilaba el pijama, ni las zapatillas de andar por casa, ni siquiera el cepillo de dientes. Lo único que le había hecho falta comprar eran las botas, que relucían por el exceso de betún en sus pies.

    Era la primera vez que salía de su pueblo, como otros tantos. Lo habían llamado a filas un mes atrás en la plaza del pueblo, junto a los demás quintos. Luego a cada uno le tocó un destino distinto, y el suyo estaba muy lejos de casa. A Melilla ni más ni menos, donde no había más que sol y arena. Pero no podía negarse y allí que se iba, a conocer un mundo completamente ajeno y a vivir la primera gran aventura de su vida.

    Pero dudó un instante antes de poner el pie fuera del bosque que marcaba el límite de su pueblo y donde paraba el autobús, porque se iba de la tierra conocida para explorar una nueva.

    Me gusta

  46. VIAJES conmigo

    Mi primer viaje fue al nacer, llegué a la Tierra desde el limbo, pero no lo recuerdo. En la infancia viajaba a diario a las nubes y a la luna hasta que Newton con la ley de la gravedad me confundió. Durante mi adolescencia fui con frecuencia a Babia y también a Jauja, me llevaban los pájaros de la cabeza. He estado y vuelvo sin querer al lugar equivocado y al de entre la espada y la pared, a Terra Incognita, el lugar del no saber. Y no hablemos de sitios raros: visitas a castillos en el aire y de naipes y laberintos y excursiones al infierno. Voy mucho por los cerros de Úbeda y he ido más de una vez al culo del mundo o donde cristo perdió el conocimiento. Me queda por conocer el centro del universo, y no sé llegar a la gloria, al séptimo cielo o paraíso, quizás no me existan. En la actualidad viajo siempre que puedo a la isla de Utopía, y espero que mi último viaje me lleve a la feliz Arcadia, “in arcadia ego”.

    Me gusta

  47. Perfecto! Por fin gano algo, un viaje temporal nada menos, este tipo de viajes, valorados en pequeñas fortunas, no tienen nada que ver con aquellos en los que sometías tu cuerpo a toda clase de inclemencias sino que transfieren tu conciencia a un viajante del pasado, es totalmente seguro, las conciencias no interrelacionan entre sí, sino que la conciencia legítima acepta mis decisiones como si fueran suyas, aún así, me han advertido en la agencia T que no he de tener ningún percance pues lo que le pase a mi huésped también me pasa a mí, es curioso estas en el cerebro de otra persona asume tus decisiones como suyas pero no sabes que piensa. Ha sido una cena maravillosa a todo lujo, llena de ostentación y etiqueta, no puedo correr ningún riesgo a este transatlántico le llaman ‘Insumergible’…

    Me gusta

  48. Marte

    El polvo marciano se levantó por la pisada del primer astronauta que descendió del módulo Hawking, millones de personas seguían la transmisión del acontecimiento por YouTube. Polvo y piedras rojizas eran el telón de fondo de los primeros exploradores que entraban a la historia de la humanidad. La transmisión se interrumpió y las personas retomaron sus actividades diarias. El primer astronauta en Marte dejó de ser trending topic en las redes sociales y Marte volvió a ser sólo un lucero más en el contaminado cielo nocturno, lejos, muy lejos de la Tierra.

    Me gusta

  49. VIAJE PLANIFICADO

    Cerró con resignación el candado de la cajita de madera donde acababa de guardar su exiguo testamento de apenas una instrucción: «Mis cenizas serán esparcidas, en un amanecer de verano, alrededor del Islote Espinosa». Se acercó de nuevo al mueble bar del despacho y respiró profundamente antes de servirse el quinto whisky en media hora, el mejor antídoto para combatir la ansiedad que le dominaba en días como aquel, el de su setenta cumpleaños. Con lastimosa parsimonia se sentó en el sillón de piel jugueteando con la copa en una mano y la placa de «Sr. Martínez. Abogado» en la otra, que hasta ese momento había presidido durante cuarenta años su escritorio. Apuró el último trago, se ajustó la corbata y abrió decidido el frasco transparente etiquetado únicamente con la palabra «tóxico» y que guardaba celosamente en el segundo cajón. No en vano, era su pasaje hacia la felicidad eterna.

    Me gusta

  50. DESPERDICIOS

    Lo tenía decidido. Se volvía a ir de viaje. Esta vez, un poco más lejos. Cerró con llave la puerta de casa con las manos ocupadas. En una, la maleta. En la otra, la basura. Antes de coger el taxi, se dirigió muy despacio al contenedor verde de la plaza con el mismo semblante y solemnidad con el que se despide a un ser querido mientras se lanzan sus cenizas sobre las olas del mar. Y el caso es que aquella bolsa de plástico negro no contenía nada excesivamente especial, únicamente dos cartones de leche vacíos, restos de ensalada, facturas viejas del banco y una fotografía doblada, y algo quemada por las esquinas, de una rubia sonriendo, no hace mucho, por las calles de París.

    Me gusta

  51. EL PENÚLTIMO TREN

    Un cristal rayado de vagón de metro. Dos manos apoyadas contra él. Lamentaciones tardías invadiendo pensamientos fugaces. Lágrimas de lo más inesperadas. Cientos de murmullos desapareciendo al mismo ritmo que las escaleras mecánicas absorben una silueta femenina. Y un cruce de miradas que vivirá, eternamente, en la intimidad del recuerdo. De nuevo el tren se pone en marcha: He olvidado mi destino.

    Me gusta

  52. A CASA

    Las paredes se derrumbaron en el momento en que descubrió que la única manera de llegar a casa era mirar en su interior. Se encontró en medio de la nada, con él mismo como único acompañante para emprender el viaje. Sus únicas armas, las preguntas que debía hacerse. Su meta, él mismo. Pero sólo llegaría si no dejaba nunca de caminar por aquél desierto que se extendía más allá de su vista. Al menos tenía esa certeza: si sus pies se paraban, nunca llegaría.

    Me gusta

  53. EL VIAJE

    El capitán ordenó que desplegaran las velas y que disparasen los cañones. La luna resplandecía en la oscuridad como un enjambre de luciérnagas. La brisa de los mares del Sur se deslizaba por la cubierta. El grumete observó los jirones de sangre y fuego que se alzaban en el horizonte. Al abordaje, gritó el hombre del parche y la pata de palo.
    —¡Una barra! —pidió la mujer.
    Herminio dejó sobre el mostrador la novela, esbozó una sonrisa y regresó a sus ocupaciones. En el aire de la pequeña panadería aún flotaba el olor de la pólvora.

    Me gusta

  54. El mestizo

    Apenas se bajó del microómnibus sintió el aire cargado de oxígeno golpearle los pulmones. Era la última parada del recorrido. El límite entre la ciudad y el bosque.
    Miró los añosos árboles que se alzaban frente a él. Recordó la escuela, a los niños riéndose de su apariencia. “Elfo, volvé al bosque”, le decían para burlarse de sus orejas largas y puntiagudas, de su piel pálida, de su cabellera larga y rubia.
    Sólo era medio elfo, pero daba lo mismo. Siempre lo miraban de reojo en los negocios donde entraba a comprar, y lo atendían mal para que se marchara. En las discotecas no lo dejaban ingresar, por no alcanzar el “nivel” del lugar. La policía lo detenía por cualquier excusa: vagancia, merodeo, averiguación de antecedentes. Ni siquiera podía conseguir un empleo estable por su apariencia.
    Comenzó a andar un camino de tierra, internándose en la arboleda, dejando atrás todos los años de discriminación sufrida por ser diferente. Y por primera vez en su vida se sintió en casa.
    Una piedra golpeó su cabeza.
    —Humano, volvé a la ciudad —dijo alguien oculto entre los árboles.

    Me gusta

  55. UN AVENTÓN
    Caminamos mucho, nos bebimos el agua y comimos la fruta. Fotografiamos las placas de la carretera para dar fe de los kilómetros recorridos. La recompensa fue esa playa, recoger caracolas, agua cristalina, arenas plateadas y verla jugar como antes. Regresamos con las toallas húmedas atadas a la cabeza, sin provisiones y con arena en lugares inapropiados. Cansados, atravesamos los arenales sin hablar. Ella dijo que oyera el silencio. El famoso ruido del silencio me torturaba, hasta que ella me preguntó si quería un cuento. Le pedí uno de sus favoritos. Fe una mala idea, pésima, peor. Una carretera desolada, silencio por banda sonora y ella susurrando una de sus tenebrosas historias. El corazón me salía por la garganta, mis vellos se erizaban sobre mi piel y todavía quedaban no sé cuantos kilómetros para acabar el suplicio. Rogué por un milagro. Un auto, uno solito para pedir un aventón. A nuestras espaldas se oyó el ruido de un coche. Desesperado levanté el pulgar para que nos llevara. Se detuvo y yo tuve que contener un chillido mientras ella sonreía metiéndose a la carroza de la funeraria “Paz de Cristo” para regresar al pueblo.
    CALIA ANDRADE

    Me gusta

  56. Oficio de sortilegio

    En el pueblo le decían “la cueva” porque ella era una aventura a oscuras. Se contaba que cuarenta veces cuarenta hombres habían querido amarla, sin conseguir más que el abismo.

    —Es que a su sexo lo trajeron unos marineros que anduvieron en Bahía, por las fechas del carnaval de Iemayá —habían convenido en contarle al joven forastero.

    —Lo trajeron envuelto entre las vísceras de una tiburona tierna, por petición de unas comadres que después se…

    —Eso lo he visto antes —se adelantó el muchacho, como quien sólo espera comer y descansar un poco, desatando las hediondas risas de la concurrencia.

    Un día, caminando rumbo del mercado, la vio salir de una casucha remendada y la siguió hasta el muelle. Entró en aquel viejo barco, que había dejado de navegar una noche que ya nadie en el pueblo recordaba.
    Ella estaba sentada en un sofá color aceite gastado y casi parecía convocar al humo entre las manos. Cauteloso, como afanando al misterio, él comenzó a urdir sobre el café dos palabritas de aquel estribillo que tanto cantaba su abuela:

    “Ábrete, sésamo,
    brinda tus alas…”

    Ese fue el día que comenzó la fortuna.

    Me gusta

  57. No sé volver. He estado viajando siempre, huyendo de casa, yéndome lejos. Es difícil regresar. Busco los mapas, las señales. Perdí el rastro de dulces que iba dejando. Intento recordar el olor de mi cuarto. No hay ventanas. Una casa sin puertas ni ventanas. Crecí detrás de unas vidrieras que se cerraban sobre mis sueños en las noches. Mi infancia extraviada entre cajas de cartón y sacos de mercancía. Mi vida entretejida con otra, distinta a la de otros niños. La casa/la tienda. Hasta las ocho pm mi mamá no era mía, desde las ocho am era huérfana. Sola, compartiendo mis juegos con maniquís desnudos. Libre. No había televisión ni juguetes, pero sí mil historias para inventar. Mi imaginación sin supervisión volaba, construía, desarmaba. Y así me fui alejando, en un avioncito de papel, encima de una tortuga, en un barco pirata, recorriendo, curioseando. Hoy emprendo el viaje de regreso arrastrando maletas sucias y gastadas, llenas de experiencias y realidad. Aferrada a un lápiz y un cuaderno, aprendo de nuevo a cabalgar historias para reencontrar esa niña de nariz sucia, que guarda en su caja de música la llave de mi felicidad.

    Me gusta

  58. Llueve. En las películas siempre llueve en los entierros. Por eso no me sorprende este aguacero tropical. Mis pies se hunden en el barro, y el olor a tierra mojada se me clava en los recuerdos. Te veo emprender el viaje hacia las entrañas de la tierra, y recuerdo tus historias tantas veces repetidas de tu primera odisea, del barco de carga, de tu llegada a La Guaira, de la gran aventura que fue tu vida. Entonces comprendo que es necesario cerrar el círculo, retomar tus pasos y volver al comienzo. Mi hijo me abraza. En sus ojos que navegan un océano de lágrimas, veo la morriña que dibuja los mapas del futuro.

    Me gusta

  59. Despierto con un sobresalto. Por unos instantes no reconozco el lugar donde estoy. Luego de recuperarme de mi confusión, me doy cuenta de que el viaje fue solo un sueño. Estoy en mi habitación, en mi propia cama. Algo decepcionada, me acuesto y cierro los ojos de nuevo, esperando retomar mi ruta. Ya es muy tarde: de pie en el puerto veo al barco alejarse hacia el horizonte. En la cubierta mi padre me dice adiós con su mano. Una lágrima moja mi almohada, y me ahoga con su sabor a salitre.

    Me gusta

  60. Una princesa de Malí

    Aminata parece una princesa. Su piel es más clara, cálida, café con leche condensada. Tiene el rostro redondo, lleno, los rasgos finos, la piel tersa. Sus ojos, más separados de lo normal, entrecerrados, parecen los de una geisha.
    Hoy es un día especial: Los pintó con una franja de azul cobalto y un hilo plateado; se vistió de blanco y turquesa.

    Me cuentan que Aminata nació en Senegal, pero su padre es de Malí. Ella es nieta de reyes bambara.

    Me sientan a su lado. Toda la familia come en silencio: carne de cordero asado con especias muy picantes. Aminata es amable, me sirve carne con la mano. Pero no sonríe. Éste debe ser el peor día de su vida. Acaba de conocer a la segunda esposa de su marido, una toubab, una blanca.
    Ella sufre pero acepta, tiene que aceptarme. Así es la tradición. Aminata no se queja. Es una princesa de Malí.

    Me gusta

  61. La primera vez que oí hablar de Barcelona fue durante un verano en mi pueblito de Canasí. Recuerdo despertarme una noche al oír a tío Ramón gritando al unisono con el transistor: ¡Ha ganado el oro, ha ganado el oro! ¡Nos llevamos el oro de Barcelona! De esa manera supe que en un islita de nombre gracioso había una playa que escondía el cofre de algún pirata. Fue a lo largo de ese verano cuando decidí de manera irremediable que de mayor quería dar la vuelta al mundo para encontrar la isla del tesoro.

    Me gusta

  62. El desierto silencioso

    Escucho un sonido, una nota musical que supone un verdadero golpe en mi pecho y que recorre de manera fugaz todo mi cuerpo. Siento una breve sensación de ilusión, la alegría se apodera de mi y saco fuerzas para correr. Corro todo lo que esta arena me deja, hundiendo cada una de mis botas y dejando unas huellas que pronto se borrarán. Levanto los brazos por si alguien puede verme, por si puede oír mis gritos mudos. Subo una duna que se me hace eterna, me queda poco para alcanzar la cima y poder ver quién ha provocado ese sonido esperanzador. Me quedan pocos metros y las fuerzas que me inundaron los primeros segundos comienzan a fallar. Caigo al suelo y comienzo a arrastrarme por la arena. Solo me quedan unos metros. Llego, levanto la cabeza para poder mirar hacia el otro lado de la duna, desde donde proviene el sonido que me desgarra lentamente. Era el verdadero susurro del diablo.

    Me gusta

  63. Escucho un sonido, una nota musical que supone un verdadero golpe en mi pecho y que recorre de manera fugaz todo mi cuerpo. Siento una breve sensación de ilusión, la alegría se apodera de mi y saco fuerzas para correr. Corro todo lo que esta arena me deja, hundiendo cada una de mis botas y dejando unas huellas que pronto se borrarán. Levanto los brazos por si alguien puede verme, por si puede oír mis gritos mudos. Subo una duna que se me hace eterna, me queda poco para alcanzar la cima y poder ver quién ha provocado ese sonido esperanzador. Me quedan pocos metros y las fuerzas que me inundaron los primeros segundos comienzan a fallar. Caigo al suelo y comienzo a arrastrarme por la arena. Solo me quedan unos metros. Llego, levanto la cabeza para poder mirar hacia el otro lado de la duna, desde donde proviene el sonido que me desgarra lentamente. Era el verdadero susurro del diablo.

    Me gusta

  64. Una de las versiones de la leyenda de “La Rubia de Kennedy”, del folclor chileno urbano contemporáneo.

    Corría 1979 en Santiago de Chile, y Verónica, novia errante y bruja se aparecía y desaparecía por las esquinas de Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. De ahí los diarios la apodaron “La rubia de Kennedy”. Por las esquinas de la avenida Kennedy, entre Américo Vespucio y Gerónimo de Alderete. Francisco se encontró con Verónica, y se enamoró de ella, pero le contó que su padre le quitaba sus novias, entonces Verónica no fue a la cita, y de esta forma, se ve a un conductor errante que maneja un Chevrolet Opala rojo buscando a una joven alemana.

    Me gusta

  65. LA EXCURSIÓN

    Antes de partir, revisé una vez más la equipación. En la mochila llevaba el arnés, las cuerdas, varios recambios de pilas, la linterna, los piolets, el casco, el GPS, un par de bocadillos de tortilla y unas cuantas botellas de agua para evitar la deshidratación. Estaba ilusionado. Era la primera vez que mi padre y yo nos marchábamos de viaje juntos. La emoción se dibujaba en mis ojos y me encontraba un poco nervioso.
    —¡Espera, Luis! Coge el anorak de plumas que allí hace muchísimo frío.
    —¡Sí voy bien así!
    —¡Hazme caso! Que yo he estado allí muchas veces y luego sé lo que pasa.
    —¡Está bien!
    Me enfundé con cierta desgana la prenda y luego nos despedimos de mamá.
    —¡Nos vamos, cariño! A ver si podemos estar de vuelta para la hora de cenar —comentó mi progenitor.
    Después abrió el libro de Julio Verne, se puso a leer y, poco a poco, comenzamos a descender a los confines de la tierra.

    Me gusta

  66. En el fondo, a la gente le importa una mierda tu vida. Hace tiempo que pienso esto. Tal vez, lo mismo habrá pensado mi madre, aquella mañana de domingo, cuando decidió emprender su último viaje. Un viaje de ida.

    Me gusta

  67. EL ÚLTIMO VIAJE

    Habíamos quedado que nuestro último viaje fuese por mar. Siempre nos había gustado el mar, estar junto a él, o surcarlo a nado. No apreciábamos los grandes cruceros que nos parecían hoteles flotantes, porque el mar se debía de tocar con las manos. Sumergirse en sus olas, dejarse mecer por su ritmo, mirar hasta el fondo y descubrir un mundo fascinante, bucear en él, todo eso nos gustaba sobremanera. Lo teníamos claro, el último viaje sería por mar. Lo comentamos con la familia y dejamos escrito nuestra última voluntad.

    Primero se fue él, un día su corazón no quiso seguir latiendo y tras la incineración me llevé sus cenizas a casa. Era un siete de mayo. Al día siguiente hubiésemos celebrado nuestro aniversario. Su último viaje estaba preparado. Aquella noche estaba todavía con él contemplando la pequeña urna, pero al amanecer quería nadar hasta la roca que sale a cuatrocientos metros de la playa. Sus cenizas cabían en la bolsa de terciopelo negro que había preparado. La metía debajo del bañador, junto a mi corazón.

    Todo fue como previsto, miles de partículas brillaron entre olas como una lluvia de estrellas.

    Me gusta

  68. Experiencia filipina

    Sentada en el aeropuerto de Bangkok, esperaba impaciente mi próximo vuelo. Un vuelo que me llevaría hasta Manila y me separaría de mi país nada más y nada menos que 14.000 kilómetros. Tras tres horas en las alturas, estaba ansiosa por aterrizar. El colorido avión de Thais Airways tocó suelo y tras recoger mi maleta y salir del modesto aeropuerto de Ninoy Aquino, sentí un calor húmedo que rápidamente mojó mi ropa. Así me recibía Filipinas. Un país de gente amable, de carreteras con tráfico y ruido constante. Un país sin prisa, católico y con un sol abrasador. Al vivir de primera mano las notables diferencias con Europa, pronto entiendes las costumbres y modo de vida de la mayoría de los filipinos. Gente de piel oscura y de sonrisa casi permanente. Gente con austeros salarios que trabajan en lo que pueden y para los que la familia es fundamental. Gente que se conforma con lo que tiene y es feliz. Después de varios días en Manila aprendí mucho de los locales que conocí y ahora, desde el otro lado del mundo, recuerdo con cariño mi primer viaje por Asia.

    Me gusta

  69. VIAJE A LA LUNA EN UN CUBO DE BASURA

    Mi Cubo de Basura se acercaba velozmente a La Luna rasgando los aires renegridos.
    En La Luna aumentaba la masa de sobrevivientes que provenían de los extramuros evacuados. Aunque nadie alcanzaba a divisar las naves de rescate, los escapistas formaban una algarada mientras se golpeaban por alcanzar las oscuras y funestas naves imposibles en la distancia salvadora.
    Yo acababa de llegar en mi Cubo de Basura, sofocado de fuga.
    En la lejanía se escuchó el ronco silbido de la Tierra explotando.
    La multitud de prófugos se agitaba entre gritos, movida por la ola del socorro. Aumentaba visiblemente la conmoción de la turbamulta enajenada a un segundo ronquido de la Tierra explotando en el cielo oscurecido.
    Los supervivientes se chocaban desorientados entre la lluvia radioactiva.
    No sé por que llegué al satélite apagado en la noche del fin, sería por que no habían más destinos de huida. Y ahora también quería huir.
    Mientras tanto yo me agitaba en el interior de mi Cubo de Basura, conforme.
    Como La Luna tampoco era un lugar seguro conduje MI Cubo de Basura a Marte, último bastión de la galaxia.

    Me gusta

  70. LA CIUDAD SUBTERRANEA

    Pasaron varios días de su llegada a La Ciudad Subterránea.
    El trajín de los pobladores de la ciudad era intenso.
    En La Ciudad Subterránea habitaban huestes de híbridos y mutantes descomprimidos, androides, robots de última generación, entre otros espectros extraños de ojos diamantinos y de cuellos jirafudos, enclenques y fantasmales; seres transgenéticos mezclados en todas las razas, idiomas y credos, emitiendo olores socavados. Eran comunes los enfrentamientos entre ellos, pero las patrullas policiales que recorrían de palmo a palmo la ciudad, por entre sus extensos túneles, estaban siempre vigilantes de que se estableciera el orden y se cumpliera la ley. Aunque las detenciones eran parte de la cotidianidad de La Ciudad Subterránea.
    Vlad se encontró con el nuevo mundo de la fantástica realidad de La Ciudad Subterránea, cuyos límites bajo tierra desconocía, ajeno a lo que siempre había vivido. Tendría que adaptarse a vivir bajo tierra, la única oportunidad que tenía de permanecer vivo. Pero pudo rápidamente restablecerse de su inmisericorde travesía por el planeta Termon en ignición. Entonces logró instalarse y acomodarse en un misérrimo socavón que compartía con muchos otros habitantes marginales que deambulaban sobreviviendo por La Ciudad Subterránea.

    Me gusta

  71. TLEXI

    Fue un gran acontecimiento cuando los viajeros cibernautas de Tlexi descubrieron más allá de su propia galaxia, otra galaxia con un planeta similar al de ellos, llamado Tierra, verde y con océanos. Entonces todo fue un revuelo, el nuevo planeta viviente, semejante al de ellos, era nombrado como “Terraga”. Este hallazgo impulsó a los habitantes de Tlexi a organizar expediciones para conocer al planeta terrestre descubierto, del que se empezaron a decir historias fabulosas.
    Los viajeros de Tlexi ya enviaban señales e imágenes de rigor desde esos confines del Universo para informar el apoteósico descubrimiento.
    Desde La Tierra también tenían un escaso conocimiento de la existencia del viviente planeta Tlexi.
    Pero pronto los tlexianos se dieron cuenta que el planeta, un poco más proporcional en su tamaño con respecto al tamaño del planeta Tlexi, era incapaz de desarrollar tecnologías avanzadas, porque sus habitantes humanos vivían enfrascados en una confrontación interina de gran magnitud.
    Entonces los viajeros cibernautas en sus fabulosas naves espaciales empezaron labores de rastreo y vigilancia, porque ese planeta era sencillamente maravilloso por su naturaleza variada.
    Las insólitas inspecciones sobre el lugar descubierto parecían causar mucho misterio a todos los habitantes.

    Me gusta

  72. “Ciudad caracol”

    Los nubarrones invaden la noche
    y sus mulatas colándose en nubes vaporosas
    se enroscan a las cúpulas del cielo.
    Laberintos de calles amarillas y doradas
    desembocan en la herida brillante de una playa.
    Atrás quedan –hace unas horas- bocinazos, súplicas y gestos obscenos.
    Todo es quietud
    se detiene mi aliento al mirarte Cartagena
    Conmigo llevo coloridas cuentas, dulces flotantes, bocas, dientes rotos
    voces perezosas y cortantes.
    En tus frondosos patios latió mi corazón
    galopando entre estatuas, jaulas locas y aljibes.
    Racimos de aterciopeladas plantas gritan desde balcones con fucsias y escarlatas.
    Son tus plazas, turquesas.
    Y tus calles tornasoladas se adornan con mujeres y sombrillas de plata.
    ¡Adiós ciudad caracol!
    Las palomas de tus huecos,su inquietud,
    la magia de su vuelo,
    aletean para siempre en mi alma de uruguaya.
    Todo es quietud
    se detiene mi aliento al mirarte Cartagena.

    Me gusta

  73. Ascendíamos por una ladera rodeados de un verdor brillante, exuberante. El sol calentaba cada vez más y me estaba impacientando pensando que no era posible que la maravilla prometida estuviera cerca.
    No estábamos solos. Algún árbol ocasional cobijaba a los pastores envueltos en sus mantas… y entonces, al superar un repecho, el sonido comenzó a llegarme. Un fragor que incluso me hizo pensar que la tierra temblaba bajo mis pies.
    Mi pecho se llenó de emoción y el estómago de mariposas. Faltaba poco para verlas, pero ya las sentía, ya las oía, y pensé que el humilde Pedro Páez, jesuita español, debió de sentirse así cuando en el s. XVII pisó aquéllas tierras y contempló con los primeros ojos europeos las cataratas del Nilo Azul, el humo de agua de Etiopía. Él mismo escribió: “confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver el rey Ciro, el gran Alejandro y Julio César”.
    Unos pasos más y allí estaban ante mí, descargando toda su fuerza contra las rocas de la base, forjando arco iris fugaces entre sus cortinas. Sin poder apartar la mirada, me enamoré de Tis Isat.

    Me gusta

  74. El placer de viajar en taxi

    Aquella tarde cuando baje del taxi, mis ojos se quedaron prendidos del oscuro misterio reflejado en el espejo retrovisor, mi lengua explorando nuevas dimensiones, mis piernas enredadas, como hiedra tierna, entre el freno y el acelerador, mis pezones apuntando siempre hacia adelante, mi cabeza perdida entre las finas hebras color azabache, mi corazón exangüe sobre el asiento de atrás.
    Y desde entonces, recorro incansable las calles de la ciudad buscando, entre el tráfico, el taxi donde se pasea mi cuerpo.

    Me gusta

  75. Metió todos sus sueños y esperanzas en una maleta barata. El sol rayaba la ventana con suavidad. Se aferró con fuerza a un futuro más idealizado que ideal y lo arrastró hasta un mostrador del aeropuerto. Una mujer de labios carmín, falda lápiz y pañuelo al cuello alzó las cejas. «Su maleta pesa demasiado», le dijo, sin un ápice de compasión, «tendrá que vaciarla». «¿También puedo pagar por el exceso, no?», inquirió. La mujer asintió con un mohín arrogante, y le tendió la factura junto a su carnet de identidad. No quería renunciar a sus sueños y dejarlos en tierra, así que el viaje le costó bastante caro. Aún así, un par de horas después fue consciente de lo lejos que iba a llegar.

    Me gusta

  76. Solo me parece que trivializa el concepto mismo de lo que es narrativa. Así que salimos de los telegramas para caer en un estilo e-mail, Facebook y lo que es peor, Twitter. En un micro, se elimina toda descripcion, todo detalle. Y para ser exactos, los pollitos–si es que son de las gallinas–no vuelan. Mis padres tenían 60 gallinas en el patio, y realmente no llegaban más arriba del limonero donde muchas dormían . Si de otra ave, el término es polluelo.

    Me gusta

  77. PARAPENTING

    El vuelo fue una delicia. Bajó los dos mil metros de altitud planeando el bellísimo paisaje hasta caer suavemente sobre la hierba.
    Lo malo fue volver a subir la montaña, a pie: en todo lo alto se había dejado la mochila con todas sus pertenencias

    Me gusta

  78. ALIENÍGENAS

    Buenos días, base. Ya es por la mañana, pues a través de la escotilla del Este se puede ver la claridad que asoma por el horizonte, roja, como en nuestro planeta. Me tomaré mi desayuno en bolsitas y empezaré a reparar la nave. ¡Hombre, un sol, un único sol, como en nuestro planeta! Bonito amanecer, sí señor. Pero… ¿qué es eso que viene por ahí?
    Son muchos, muchos vehículos de color marrón, en fila, como un ejército… ¡Y vienen hacia aquí! Están bajando ¡y traen armas como las de los estúpidos de anoche!
    Definitivamente, estos alienígenas de dos piernas y dos brazos no tendrían ni media bofetada de mis cuatro manos ni media patada de mis cuatros pies.
    Y ahora que ya está reparada mi nave, levanto el vuelo y me las piro ¡Meteos vuestro planeta donde os quepa, monstruos horrorosos!

    Me gusta

  79. SUEÑO NOSTÁLGICO

    Noche en un país de África profunda, corriendo en auto por los barrios de una ciudad adormecida, con un soldado que para agradecerme quería regalarme un mono de comer. En la vida real, por suerte, el soldado no pudo encontrar el mono, que sus familiares habían consumido ya. Pero en mi sueño distingo claramente la piel negra y la cabeza del animal, y sus ojos vítreos, apagados, mirándome divertidos de un pasado que siempre está presente.
    Tal vez me arrepiento de no haber parado en ese rincón de paraíso. Por supuesto, como siempre en la vida, ese mundo podía ser experimentado sólo entonces, en el momento adecuado: no podría durar ni más ni menos.
    Hoy en día, aquella ciudad se ha convertido en un inmenso campo de ruinas, y cada día por las calles entran en colisión bandas de niños armados. No es un juego, por desgracia, pero la dura realidad de la vida cotidiana, fundada sobre la base de las balas, más que del pan.
    Desde hace tiempo, los amigos se han perdidos, cada un ahogado en su propio mundo cotidiano. ¿Quién sabe dónde estarán, en este momento… ?

    Me gusta

  80. BAJA MAREA
    En la noche, las olas generaban ruidos en el bosque de palmeras y manglares. Ahora el agua se retira y deja tras de sí franjas de arena, piscinas de agua salobre, cangrejos frenéticos corriendo aquí y allá, lapas pegadas a las rocas. Almejas pequeñas, tímidas, retrocesan en la arena, que se está secando. El arrecife es una cresta blanca, más allá de una franja de mar verde como esmeralda. En el horizonte el cielo es añil intenso.
    El horizonte se nubla, preludio de un aguacero. Una nube cubre el sol ya caliente, el viento refresca y la lluvia viene en ráfagas.
    Tan rápida como había llegado, la lluvia cesa y el sol reaparece. Empieza otro día en esta tierra que se queda impasible durante los siglos.
    Generaciones de pescadores, marineros, piratas, traficantes de esclavos y comerciantes de especias han recorrido estas arenas antes que yo.
    ¿Dónde está ahora la música insistente de sus arpas, donde el suave olor del incienso? En pocos años, aquí, sólo turismo y basura.

    Me gusta

  81. POSTRE
    Todos los días sale temprano para el trabajo y llega tarde en la noche. Paso el tiempo caminando por el vecindario, aprendiendo los trucos del sistema de transportación, intentando encontrar el valor de hablar en el idioma del país. Hace tres días que estoy en París, y no ha pasado nada, aunque compartamos el colchón.
    Una noche me dice que me ha conseguido una sorpresa, saca una bolsa: ¡una guanábana! “¿De dónde viene, dónde la encontraste?” “Probablemente de África. La compré en un pequeño puesto de frutas árabe. Colócala en el refrigerador.”
    Después de cenar, se sirve un pastis, se sienta en una silla frente a mí, me pide que le traiga la fruta. Se me seca la boca y luego se me anega de saliva. Le digo que lo quiero fotografiar en calzoncillos. Me complace, Se desnuda hasta el bikini azul claro, se embarra la erección con los jugos de la guanábana por encima de la tela, la pulpa blanca goteando en sus manos. Después que la tomo, me permite saborear el insólito postre.

    Me gusta

  82. Llegué aquí empujado por el viento. Salí temprano esta mañana sin pensar que este viaje me iba a hacer descubrir la verdad de este universo. Quien puede negarme que los 60 centímetros cuadrados de una mesa de bar son la entrada a un mundo paralelo? Quien puede decirme que un bar no es un universo en si mismo? La barra, un sol que reparte vida. Cada mesa un planeta y las sillas satélites errantes. Para asomarme al espacio de ese universo en que las palabras son cometas, pago mi tributo. Pido mi café y espero.
    La cuchara gira, en movimientos cíclicos perfectos, desde la derecha a la izquierda con la suficiente fuerza para generar un remolino preciso en ese cuerpo negro; hasta el punto en que cambia el giro de izquierda a derecha, solo para ver como colapsan las corrientes internas del pocillo unas contra otras.
    Así será ser Dios?

    Me gusta

  83. La vuelta al mundo

    Iniciaban los periplos con una lectura. Viajaban a los países más recónditos. A todos los confines de la tierra. Perseguían murciélagos en las cuevas, escalaban cordilleras de nieves perpetuas. Lloraban con la magia de los atardeceres. Pisaban las catedrales con el respeto de un creyente. Habían surcado todos los océanos, descendido por gargantas y acantilados peligrosos. A la caída de la tarde de cada día del año, emprendían el trayecto más penoso de la odisea. Él la llevaba en la silla de ruedas, con paciencia, del salón a la habitación y la cogía en brazos para acostarla en la cama.

    Me gusta

  84. De los Apeninos a los Alpes

    Sobrevoló su mar mediterráneo durante dos horas inquietas e impacientes. Solo recuperó la calma cuando su avión dulcemente aterrizó en Génova, y él sintió de nuevo como el aire se tornaba marinero. La ciudad, se le presentó como una reverencia obligada ante el majestuoso mar escoltado por los Apeninos. Ensimismado en su futuro encuentro dejó caminar sus pies hasta la estación, mientras la belleza de la costa italiana, intrusa y descarada, se adhería a su piel. Puntual, cogió el viejo interregional que le llevaría acunado a su destino. “Trenitalia” era la misma vieja de siempre, bohemia y permanente, con sus vagones enmascarados por colores de artistas callejeros y sus asientos verdes azulados. Solo tenía que dejarse mecer por su vaivén durante cuatro horas, y aparecería en Oulx, el último rincón italiano escondido de Francia, antes de que el sol se dejase engullir por los Alpes. En realidad, el tren era el único que calmaba su ansia, era el encargado de subir sus deseos del mar a la montaña.

    Me gusta

  85. Briançon

    Me apasiona practicar el fisgoneo cuando la nieve impera todo un día. Un paseo al anochecer en Briançon, la ciudad más alta de Europa, acrecienta mi querido don de la curiosidad.
    La preparación para tan deseado paseo, es esencial: botas de montaña, guantes, gorro, crampones, polainas…Una vez equipada, escapo del murmullo del apartamento y me escondo en las blancas calles, donde reina el silencio más absoluto. Camino arropada por miles de diminutos copos de nieve, y me divierto con cada huella que dejo atrás y que en breve será cubierta y borrada.
    Infiltrada en la noche, husmeo tras las refinadas ventanas francesas. Observo a familias completas iluminadas por el televisor, a madres ensimismadas en lecturas plácidas y solitarias, a solteros retardados trabajando en sus cocinas…Deleito mi imaginación pegando mi afinada nariz en sus ventanas, y sin que me vean, construyo en mi mente como es su vida. Fantaseo dulcemente durante horas. Sin invadirles, les robo todos los instantes de su anochecer, para más tarde, con mi curiosidad bien satisfecha, escribir completamente inspirada, bonitas historias de vida.

    Me gusta

  86. Durante mi último viaje me contaron que la diosa de las musas, poco antes de la última luna llena derramó una lágrima por todos los besos que aún no se han dado. Otra más por dos amantes que llevan mil años esperando poder mezclar sus cuerpos y sus almas. Y una lágrima más para que el mar vuelva a ser dulce como la miel como en sus orígenes.
    Cuentan además que las tres lágrimas se han mezclado con el viento, con los sueños de los hombres, con el llanto de los recién nacidos, con el polvo de los desiertos y con el hielo de los glaciares.
    Espero que la próxima luna llena todos los deseos se cumplan.
    Yo mientras tanto no puedo dejar de viajar, aunque haga siglos que no salga de casa.

    el vecino del 4º

    Me gusta

  87. El Colibrí

    Llegamos al Monte Nuboso de Monteverde, Costa Rica, y allí, como esperando por nosotros, está el colibrí. Nos quiere deleitar con su vuelo vertiginoso y con sus alas brillantes y multicolores, que parecen echar un pulso al arco iris y una apuesta al invisible reloj que los mueve. Se suspende en el aire, cual si pendiente de una fina cuerda de pescador se columpiara, para probar el agüita dulce de los bebederos colgantes de la selva. Luego se va, alertado por su eterna prisa o como si, en otro lugar del bosque, alguien más esperara ansioso para embelesarse con el prisma de su siempre vibrante aleteo. Observo en silencio, temeroso de que incluso mi respirar pueda hacerle perder un segundo de su impaciente ir y venir.Y decido, en ese preciso momento, que la belleza se ha fundido en plumas y que en mi corazón se ha abierto una nueva ventana.

    Me gusta

  88. SUEÑO CUMPLIDO
    Sólo escuchaba el tosco sonido de mis crampones arañando el hielo y mis pensamientos se perdían entre la fina neblina que me arropaba. Mi respiración se aceleraba por segundos, la adrenalina se desbordaba por todos los poros de mi piel y me repetía a mi misma que la cima estaba próxima. Por fin acariciaba con ternura su blanco manto nevado mientras la gélida brisa glaciar recorría cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome estremecer. Atrás quedaban largas horas de escalada, frio y cansancio, dejando paso a la euforia, ilusionada por hollar esa montaña que tantas veces me había quitado el sueño. Por fin alcanzo su punto más alto. La niebla desaparece regalándome unas espectaculares vistas, aunque, sin duda la más deseada, es la de tu sonrisa esperando mi sincero abrazo por nuestro sueño cumplido.

    Me gusta

  89. VIAJE AL CIELO

    Al pasar junto al crematorio, he visto salir un hilo de humo que hacía como un requiebro en el aire; parecía un juego de seducción.

    Seguro que era mi abuela. Se murió ayer y todos sabemos que siempre fue muy presumida.

    Me gusta

  90. ME QUEDARÉ EN ULÁN-BATOR

    He vuelto de vacaciones.
    Pronto llegará la Fiesta Mayor y la feria. Después la Castañada y los boniatos. Después la Navidad y los turrones. Después la fiesta de Fin de Año y el champán. Después los Reyes y los regalos de los niños. Llegará también el Carnaval y sus disfraces. La Semana Santa y los buñuelos. San Juan y los petardos. Y después el verano, la playa y los bañadores.
    Sólo tenemos que poner un cuerpo y un nombre. Todo está ya dibujado y el tiempo rebanado.
    Volveré a irme de vacaciones. Nadie me echará de menos.

    Me gusta

  91. VIAJE RELÁMPAGO

    Pese a ser una mujer todavía joven, Manuela aparentaba más edad. La modesta cantidad que mis padres le pagaban por venir cada jueves a hacer la limpieza del piso, sumada a la que obtenía en otras casas, la dedicaba a mantener a sus tres hijos y al marido, que hacía la vida en el bar. Un día, mientras estaba jugando en el pasillo, pude oír una conversación entre ella y mi madre.

    Sin concederle importancia, le contó que el fin de semana anterior había ido a abortar a Londres. La asistente social del barrio la había acompañado hasta la misma puerta de embarque. Como único equipaje había llevado consigo una muda de ropa interior, el neceser, un camisón y unas chinelas. Al llegar la condujeron directamente en un microbús, junto a otras mujeres, hasta una clínica. A la mañana siguiente las devolvieron al aeropuerto, donde le había dado tiempo a comprar, antes de subirse al avión, unas chocolatinas para sus críos. También había pensado en mí: me trajo un big ben recortable de cartulina, para montar. Cuando me lo entregó con una sonrisa, le di un beso en cada mejilla.

    Me gusta

  92. VIAJE SIN RETORNO
    Camino lentamente, arrastrando mi pesada sombra, soportando el dolor que se refleja en mi rostro, esperando el final del viaje que se aproxima.
    Clavo mi mirada en el suelo y solo alcanzo a ver la sombra de mis pies mientras el sonido de estos contra la arena llega acompasado a mis sentidos que pugnan, que luchan entre la monotonia de los onidos y los recuerdos de una infancia alegre pero de una adolescencia marcada por el mal, de la droga que circulaba por mi sangre, del alcohol y las palabras que se clavaban en mi mente.
    -Tu madre murió llamándote.
    De la jeringuilla que descansaba a mi lado y del desprecio del hombre, mi padre mascando sus palabras.
    -Ella siempre tuvo esperanzas.
    La recordaba siendo un niño y esa es la sonrisa que quiero recordar mientras el agua, el mar, acaba cubriéndome en este viaje sin retorno.

    Me gusta

  93. DESCUBRIENDO ANDORRA

    Se lo acababan de entregar después de quince meses de espera. Era su primer coche, un utilitario de dos puertas con una baca sujeta al techo mediante ventosas. Para estrenarlo, habían decidido viajar al extranjero. Salieron por la tarde y no cruzaron la frontera hasta la medianoche. Estacionaron en la calle principal de la población, donde había numerosas tiendas y bazares. Cenaron unos bocadillos sin salir del vehículo, mientras los vidrios comenzaban a empañarse por causa del frío. Se cubrieron con mantas e intentaron dormir: el padre y la madre en los asientos delanteros, el hijo mayor y la mediana en el trasero y la pequeña tumbada sobre la bandeja de atrás, tocando al parabrisas.

    Pasaron el día mirando escaparates y anotando precios. Compraron comida variada de marcas extranjeras; un cartón de tabaco; una docena de vasos de cristal irrompible y un gran cuchillo de sierra para cortar el pan, que el padre ocultó en su espalda bajo la camisa de franela por temor a que en la aduana la guardia civil se lo requisara. Al llegar a casa descubrieron que en el mango de éste indicaba que estaba hecho en Albacete.

    Me gusta

  94. Museum für Narturkunde

    En mi último viaje a Berlín visité el Museo de Ciencias Naturales. Situado en Invalidenstrasse 43 10115 Berlin Mitte, una gran sala en la que hay un esqueleto original restaurado de un Brachiosaurus Brancai procedente de Tanzania, te da la bienvenida. Pero si hay algo que realmente me llamó la atención fue la muestra de animales conservados en formol. Nunca en la vida había visto algo así. Llegué a una habitación en la que parecía que no había salida y al mirar a la derecha, vi a dos hombres detrás de una puerta. Al otro lado, un color amarillo se percibía a través de los cristales. Al acercarme, se abrieron las puertas y accedí a un pequeño recinto. Hasta que no se cerraron las puertas por las que entré, no se abrieron las siguientes. Bajé dos escalones y me quedé con la boca abierta. Fue imposible capturar con la cámara aquello que veían mis ojos. Colocados en vitrinas, había centenares de frascos de todo tamaño con animales acuáticos que dejan al visitante impactado. Una sala oscura donde el amarillo del formol te hace sentir que estás dentro de una película de ciencia ficción.

    Me gusta

  95. Territorio íntimo

    Sí, estuve en ese lugar, pisé aquel suelo empedrado, escuché ese rumor infinito del agua que resbalaba sobre la fuente, acaricié el aire de ese mar bravo encolerizado, vibré con la magia de aquellas callejuelas perdidas… para volver de nuevo a mi territorio particular. Sí, ese universo íntimo que somos cada uno de nosotros en el que pasamos del frío al calor, de la indiferencia a la pasión, de la desidia al desenfreno, ese lugar al que inevitablemente todos estamos condenados a regresar en cualquier momento y a cualquier hora.

    Me gusta

  96. Noruega

    Me enamoré de su elegancia y perseverancia noruega, de su amable y generosa sonrisa ilustremente educada. Ni su gran nariz, ni sus orejas descomunales y arrugadas me hicieron sospechar que tras su aspecto atrayente de ogro se ocultaba un mágico secreto.
    Enamorados embarcamos a la inmensidad de su tierra, donde los tentáculos del mar se adentran en la costa desdibujándola y los majestuosos valles descubren el verdadero e inalcanzable poder de la naturaleza. Nuestro caballo cabalgó sobre el mar hasta el norte infinito colmado de rocas y glaciares; allí, bajo el sol tímido de medianoche caminamos ocultos entre las sombras del bosque hasta llegar a una gruta donde trols y duendes esperaban mi llegada a un nuevo mundo en el que ya no era humana, sino hada.

    Me gusta

  97. DOS VOLCANES

    Tras varios años ahorrando, pudieron por fin contratar su anhelado viaje a Tanzania. Ninguno de los cuatro había pisado antes el continente africano, cuanto conocían de él era a través de documentales de la televisión y de algunas páginas de internet. Llegaron un sábado. Siguiendo un apretado programa visitaron el lago Manyara, el Serengeti, la Garganta de Olduvai y como colofón el cráter del Ngorongoro, la mayor caldera del mundo, donde pudieron contemplar millares de animales en libertad.

    Casi sin haberse dado cuenta llegó el sábado siguiente, último día del viaje. Estaban exhaustos, aunque también conmovidos ante tanta belleza. Desde el hotel los condujeron al aeropuerto. Nada más cruzar las puertas, les aguardaba una sorpresa: en un cartel anunciaban que todos los vuelos se habían cancelado. La causa, una nube de ceniza, invisible a los ojos pero dañina para los reactores, que procedía de un modesto volcán islandés de extraño nombre y casi tan enigmático como el Ngorongoro.

    Su inicial contrariedad se transformó en alegría: el destino había dispuesto que prorrogasen su estancia allí. El trabajo de ambos y el colegio de los niños, podrían esperar.

    Me gusta

  98. Viajes y destinos

    Las maletas están preparadas, debo darme prisa, tengo el tiempo justo para llegar al aeropuerto; luego, casi nueve horas de vuelo, el taxi hasta el hotel, descansar un poco y salir a conocer los lugares indicados en el itinerario. Grandes edificios públicos, alguna iglesia, dos museos, la avenida principal y el viejo fuerte del siglo pasado, devenido hoy en Casa de Gobierno, son sitios que justifican mi fugaz visita, si no, ¿qué sentido tiene viajar tan lejos y no aprovechar la oportunidad?
    Caminé con premura, hablé con los lugareños y tomé nota de los datos más relevantes: distancias, horarios, accesos y salidas. El circuito histórico-turístico fue recorrido sin dejar cabos sueltos.
    Mañana regreso a mi país y espero poder hacerlo habiendo cumplido mi misión: asesinar al Presidente.

    Me gusta

  99. Fruta Fresca

    En ese instante Paul simplemente no podía pedirle otra cosa más a la vida. Su única preocupación en ese paraíso tropical era dedicarse en cuerpo y alma a disfrutar de las bondades del Sol entre los morenos brazos de una bella dama. Todo estaría bien, siempre y cuando las olas del mar siguieran con su eterno movimiento…. al igual que las manecillas del reloj de la oficina, que se encargaron de sacar a Paul de su ensoñación con su incesante ruido. El ejecutivo no pudo evitar dar un gran suspiro al darse cuenta del pronto fin de su hora de descanso.
    Sin embargo, la tristeza no lo invadió por mucho tiempo. En lugar de seguir lamentándose, mejor se decidió a darle otra gran mordida al sabroso mango que había comprado para acompañar su almuerzo. La fruta estaba muy buena; dulce y jugosa como los labios de una cierta morena que Paul había conocido en su viaje al Caribe. Quizás ahora ella estaría a cientos de kilómetros, pero su simple recuerdo bastaba para infundirle un poco de calor a una aburrida tarde en Londres.

    Me gusta

  100. La sorpresa de Sixto

    Para nada imaginé el objetivo de Sixto al invitarme a su casa: que lo acompañara en un viaje que él siempre había añorado.
    — ¿Nadie más? —pregunté al llegar.
    —Solo pueden ser dos; y pensé en ti.
    Me emocioné realmente. No creí que me tuviera ese aprecio.
    — ¿Adónde vamos?
    —Es una sorpresa amigo —hizo una pequeña pausa—. Y para mi también lo será —me contestó muy rápido.
    Mientras; caminábamos hacia un pequeño local techado detrás de su casa. Yo siempre quise saber qué había allí y hoy, en su onomástico, me enteraría.
    Apenas crucé el umbral sentí un mareo y todo se puso oscuro…
    — ¡Lo logré! ¡Estamos en la Luna! La máquina funcionó, y tú eres mi testigo —eso escuché al volver en mi.
    —Para testificar ante quién —dije un tanto en lisonja, pasando la mano por mi cabeza.
    —No es necesario hacerlo. No regresaremos allá.
    Diciendo esto me invitaba a mirar por un pequeño telescopio, que me permitió distinguir, allá en la Tierra, el trazo sinuoso de la Gran Muralla China.

    Me gusta

  101. 194

    En el salón todos escuchaban el informe del primer viaje de inspección realizado al plante descubierto. Se envió una pareja a cada uno de los países que lo conformaban.
    «…de las ciento noventa y cuatro duplas de investigación solo regresaron treinta y dos. Los motivos de las pérdidas quedaron muy claros para el grupo investigativo: algunos fueron descubiertos y no comprendidos, accidentes, desastres naturales, y la mayoría por conflictos bélicos de dimensiones diferentes, pero guerras al fin…»

    El científico expositor continuaba expresando algunos datos obtenidos. Pero la auoridad principal a cargo del estudio, orientaba ya a los pilotos alejarse de ese conflictivo planeta. Quedaba bien clara la imposibilidad de efectuar un contacto con seres inteligentes que se autodestruían.

    Me gusta

  102. La pereza

    Hoy he llegado a la Plaza Bolívar y se encuentra repleta de gente. Los buhoneros se aprestan a mostrar sus mercancías, los niños se sueltan de las manos de sus padres para correr a jugar, los kioscos que venden panelas de San Joaquín, pulpa de Tamarindo, suspiros de azúcar y piruletas de melao, abren sus puertas. En los árboles que rodean la fuente está la pereza, el oso perezoso que habita las alturas. La pereza de la plaza.
    Miro hacia arriba, y la veo como observa con parsimonia el espectáculo de color que se extiende a sus pies: una orquesta de merengue caraqueña que afina sus instrumentos, un policía que anima a un borrachito rezagado, un vendedor de raspaos y una madre primeriza que corre rauda tras su retoño con el ánimo de quitarle el abrigo, no sea que le vaya a dar un sofoco. Allí está, moviendo sus largas pezuñas de una rama a la otra, como si el mundo se detuviera en cada presa que hace con sus garras, mirando desde las alturas, cual pirata aupado en el mástil de un bajel perdido. No tiene prisa, disfruta con cada movimiento.

    Me gusta

  103. El viaje
    “Para viajar no hace falta dinero”, dijo mi abuela , cuando me quejé de que nunca podría salir de la isla. Me miró a los ojos, aquellos ojos azules de cielo infinito y de sabiduría plena. Nunca pensé que la isla se volviera tan minúscula. Conocía todos y cada uno de sus caminos e intrincados senderos, sus rincones melancólicos y sus playas de arena volcánica, sus montañas y sus praderas.
    Subí a la montaña del Teide en un límpido amanecer de primavera, cuando las siete islas se pueden fácilmente divisar. Me senté junto a una roca y contemplé exhausto el fondo sulfuroso del volcán. Era un lugar especial, donde la imaginación siempre se expande y lo terrenal se vuelve subjetivo y banal. Alcé la vista hacia el infinito de la mañana despejada y contemplé todas y cada una mis islas, pensé en sus gentes y sus anhelos, en sus caminos, sus alegrías y pesares. Cambié sus historias y distorsioné sus realidades, jugué con el tiempo y el espacio, para convertir el pesar en un saco de alegría y la incertidumbre en una certeza plena y llena de júbilo. Mi abuela tenía razón

    Me gusta

  104. Iba limpiando y secando mi cámara de las gotas de agua que como chispas entraban al frágil bote impulsado a motor en el que navegábamos velozmente por las turbias y torrentosas aguas del río Ucayali que es el que forma, al unirse con el río Marañón, al mítico Amazonas, el más largo y caudaloso río del mundo, no lo soñé, no tuve premonición alguna, no me lo esperaba; mientras buscaba con la mirada en el horizonte alguna especie animal, vegetal o forma que fotografiar sucedió: en milésimas de segundos mi cuerpo fue sacudido, la realidad se puso fuera de foco, y al reaccionar me vi sumergido en una profunda oscuridad, acompañados de los lamentos de hombres y mujeres, no sabía que pisaba o a quien pisaba, no terminé de entrar en razón, cuando observe sobre mí una luz que se convirtió en mi guía, pero al llegar a ella me di con la sorpresa que estaba cerrada con un grueso plástico transparente casi infranqueable que fue mi primer obstáculo que superar en el naufragio que estaba sufriendo, nunca me había sentido tan pequeño y débil ante la inmensidad y la fuerza de la naturaleza…

    Me gusta

  105. Batiendo mijo

    Tierra rojiza, color canela en polvo, salpicada de baobabs aquí y allá, como fruta escarchada, de un verde fuerte, subido de tono, de troncos esbeltos y copas de elegante figura… La sabana brilla con una luz interior e infinita… De vez en cuando algún termitero, enorme, del que huimos como alma que lleva el diablo…

    El sol es plomizo, la humedad difícil… Avanzamos en el camión abierto, tragando polvo, con la boca seca y el semblante alegre; nos detenemos en un pueblo a comprar alimentos de primera necesidad para los habitantes de aquel poblado, de chozas en círculo, donde las mujeres y los niños nos reciben con ancestrales danzas de bienvenida, porque los hombres se encuentran fuera, pastoreando…

    Los críos me cogen de la mano, con sus grandes ojos rojos de malaria… y el corazón se me sube a la boca… pero ellos me hacen sentar en el suelo, jugamos, me tocan el pelo y quieren quitarme las gafas, riendo; tocamos las palmas, cantamos… de fondo se oye el machaqueo del mijo con un largo y pesado mazo en el gran recipiente, al son de las canciones de las mujeres del poblado.

    Me gusta

  106. La mamita de la bibliotecaria

    Consignas educativas de grandes letras negras en los muros de la entrada, en el patio, en las aulas de la amarilla escuela de un pueblo de casas de audaces colores, envuelto en el verdor de las suaves montañas, en plena zona tabacalera…

    Las espesas y verdioscuras hojas del tabaco eran tan grandes que casi me podían tapar entera… podría permanecer allí una eternidad sin ser descubierta… hasta la recolección de la hoja, al abril siguiente, escondida en aquel lugar al abrigo del futuro habano, como aquellos puros que habíamos visto liar por un operario ya mayor, con bigote espeso y pelo canoso, sus ojos oscuros fijos en la minuciosa tarea de cada día de su vida, allá en Pinar del Río, en aquel porche de hacienda tabaquera…

    De muy lejos llega el salobre desde de Cayo Jutía, mientras hablamos con la bibliotecaria de la escuela, quien, junto a su mamá, la vigilan durante los meses de estío y se ofrecen a enseñarnos las aulas vacías, donde resuenan aún las voces de los chiquillos…

    Escribí cartas a mi colega cubana durante un tiempo… pero nunca pude recibir una respuesta suya…

    Me gusta

  107. DUDA ESCLARECEDORA
    Nunca se había considerado muy inteligente, por eso le extrañó tanto lo que le acababa de decir la mujer con la que compartía asiento en el tren: “Da gusto llevar de compañero de viaje a un hombre tan inteligente como usted”. El hombre se quedó perplejo. Durante los siguientes minutos reflexionó sobre las eventuales razones que habían animado a la mujer a pronunciar tan sorprendente frase. Después de un rato de trasiego neuronal, se quedó con tres hipótesis: 1) La mujer era muy inteligente y le había dedicado tan excelso elogio porque pretendía sacar algo de él. 2) La mujer había mentido por lástima o, quizá, porque ella era la amabilidad personificada. 3) La mujer, una estúpida, sólo era capaz de captar en el otro la estupidez que ella llamaba inteligencia.
    Como esta última opción le pareció la más plausible de las tres, el hombre, confirmada su proverbial estupidez, enlazó la mano que le tendía la mujer.

    Me gusta

  108. PODERES VIRTUALES
    En Profundo, según el poeta, el pueblo de montaña más bello del mundo, el viajero de las mil leguas me habló largo y tendido de ti. Me dijo, entre otras cosas, que te dedicas a transmitir vida a la vida; y que mantienes vivos a innumerables muertos; y que eres un taumaturgo capaz de transformar las mentiras en verdad; y que, ataviado con los disfraces más estrafalarios, satirizas el mundo de los adultos al mismo tiempo que enseñas a los niños a distanciarse de sus miedos; y que tienes querencia por los más débiles, a quienes insuflas tu singular fortaleza para que, al menos en la imaginación, prevalezcan sobre los causantes de sus desgracias; y que, en un santiamén, eres capaz de recorrer la distancia que separa el remoto pasado del futuro con objeto de que quienes se embarquen contigo en tu viaje virtual tengan el privilegio de recordar lo que fueron y barruntarse lo que en el mañana serán; y que un día, en un multitudinario desfile, te atreviste a decirle al emperador que iba desnudo …
    En Profundo, en el corazón de la naturaleza, me hablaron de ti, Cuento.

    Me gusta

  109. EL AULA DEL VIEJO MAESTRO
    Al amanecer, el viejo maestro sube a un vagón del metro, en la estación cercana a su domicilio, y viaja ininterrumpidamente hasta el mediodía. Con los sentidos abiertos de par en par, el anciano sueña que se halla en el aula de su antigua escuela. A veces, cuando se sienta a su lado algún viajero que le contempla con la misma mirada de asombro que le dirigían hace unos lustros sus pequeños aprendices, unas lágrimas de alegría bañan sus añejos ojos. Bajo tierra, la vida del viejo maestro se encuentra cada mañana con la luz.

    Me gusta

  110. «Porras» birmanas

    El autocar trotaba con nosotros, dando tumbos, por la estrecha carretera atestada de camiones repletos de mercancías, de animales, de huevos… bordeando las altas montañas, los profundos valles, abigarrados de altísimos árboles verde esmeralda, verde manzana, verde aceituna, verde bambú, como los centenares de bambús que nos rodeaban majestuosos, imponentes, chorreando gotas de agua al son de la lluvia que iba cayendo, como cada día en aquel país… Podías oler a través de los cristales el aroma de la hierba mojada, podías casi tocar con los dedos la niebla que todo lo cubría y ofrecía al paisaje un aspecto de cuento oriental soñado, no vivido.

    Descendimos de la montaña y entrábamos en un pueblo… giré la vista y, a través de la ventanilla, vi a un pequeño panadero de apenas 5 años, de grandes y negros ojos rasgados, con su mandil blanco, amasando con un rodillo la masa de una pasta que luego su padre freía en una enorme sartén. G. bajó enseguida, compró aquellos aceitosos dulces, sin azúcar, sonrió al chiquillo, le hizo una foto y, acto seguido, mientras comía uno, generoso, nos ofrecía «porras» a los demás compañeros de viaje.

    Me gusta

  111. Postales.

    Supe que sería su esposa desde el encantada de conocerte. Nunca nos amamos demasiado pero nos amoldamos el uno al otro de una manera tan cómoda y natural que separarnos era un incordio. Pero, a quien efectivamente se convirtió en mi esposo, no le gustaba viajar. Nuestra luna de miel la pasamos en la Sierra de Madrid , a 15 km de nuestra casa, y ese fue nuestro primer y último viaje juntos. No me cansé nunca de preguntarle el porqué no quería viajar, él siempre me dijo que era algo personal que involucraba un suceso de su pasado del que no quería hablar. Pero yo insistí, año tras año, buscando un porqué a su fobia a viajar. Cierto día me harté de no saber, de no conocerlo, de su secreto . A mí tampoco me apasionaba viajar pero no soportaba ese misterio incomodo en nuestras vidas así que emití mi ultimátum: O me cuentas o te vas. Ok , me voy de viaje; fue su respuesta. No volví a verlo nunca más, pero agradezco las hermosas postales que me envía frecuentemente.

    Me gusta

  112. Sin coyote

    Me despierto y las percudidas sábanas se transfiguran en tristeza que me arropa. El viaje no ha estado tan mal, los cincuenta grados del desierto expandieron por el aire las partículas de mi sueño americano, a los de la migra no los he visto y los malhechores solamente me asestaron un par de patadas, quizás por mi cara de desquiciada. Creo que lo peor fue el olorcito del vagón. Llegué aquí y me ocultaron en el trastero, mi marido no quiere que se entere su novia yanki. La pérfida hora cuando se me ocurrió emigrar.

    Me gusta

  113. Sibarita en Mumbai

    Se arrimó a la fila, para que con suerte le sirvan algo de arroz pringoso, la pieza de pan seco y una ración de frijoles tan tiesos que repiquetearán al caer en su taza destartalada. Lo hostigaba la imagen de lo que dejó intacto sobre la mesa horas antes de ser aprehendido: un platillo de magret de pato con ciruelas y peras balsámicas, una botella de costoso syrah y una propina tan generosa que alcanzaría para pagar los «bidis» de toda la población carcelaria. Cuando viajaba a la India se conformaba con los aromas de su cena, porque su ambición y setenta dediles de heroína no dejaban ningún espacio en su estómago.

    Me gusta

  114. Zona de Muerte

    El experto alpinista se rinde ante las atroces condiciones de una ruta sin respuesta; hacía rato que el sherpa lo había abandonado. Su condición física es excelente, su cerebro bien oxigenado, no ha sido afectado por la altitud. De hecho, es la primera vez de una docena, que se ha sentido estupendamente a más de ocho mil metros. Se come la última ración de manteca de yak y se sienta calmado en la cima. Mantiene viva, confiando en la muerte, la única esperanza de completar su viaje interior.

    Me gusta

  115. En tu mente.

    Tumbados los ejércitos de mis batallas mentales en aquel tren respiraba algo nuevo, la nariz no le hacia asquitos al rancho sin recorte que pagábamos los habitantes de aquel viaje era caro las lentejas sabían a mana el caldo de pescado a manjar en el desierto y todos intentábamos distraer el cansancio.Sin avisar una mujer ensimismada en otras tierras y con la mirada perdida se acerco a la meso , un atractivo exótico que para gustos necios podria parecer fealdad mientras comía en el vagón ella se alimentaba y yo soñaba con tenerla tejiendo revoltoso historia y encuentros imaginarios zurciendo pasiones que solo se mecen en el lecho , me convertí en un amante apasionado , solo en sueños , que atesoraba sus sueños sin probar bocado.Pero que había olvidado la gula del penitente de los caminos y encontrado el deseo de una mujer cuanto menos apasionante.

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.