La maldición de la Cisterna Basílica de Estambul. Autora: Nigra Sum

La Cisterna de Yerebatan Sarnici, en la plaza de Sultanahmet, justito frente a la basílica de Santa Sofía, aloja en su fondo dos descomunales cabezas en mármol de Medusa (una de las tres gorgonas, y la única mortal) a las que se llega por húmedas pasarelas resbaladizas entre columnas y falsas antorchas. Una de ellas está colocada boca arriba, con los ojos muertos, la otra está inclinada a un lado, con los ojos abiertos. Ambas sostienen sendas columnas en uno de los extremos del oscuro recinto. Cuenta la leyenda que Medusa petrificaba para siempre a aquellos que la miraban directo a los ojos, por eso se cree que ambos bloques fueron dispuestos de esa forma por los sufridos esclavos que trabajaron en su construcción, para así exorcizar el conjuro que venía acabando con la vida de muchos de sus compañeros.

Cada día, los pasos y voces de los turistas profanan el silencio de la Cisterna, y repiten un mismo ritual: sacan fotos a la impávida medusa de dos rostros y echan moneditas al agua, que las carpas y otros peces esquivan apenas.

Cada noche, la Cisterna convoca a los espíritus del inframundo y recupera el eco de aquellos desdichados a los que Medusa despojó de vida y condenó al espanto eterno de la Nada, quienes repiten también un mismo ritual: la miran fijamente a los ojos, y poniéndole un enorme espejo por delante le gritan: “¡Aquí tienes, maldita!, ¡¿Quién es de piedra ahora?!”.

Categoría: Relatos de viaje

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