Viaje al cuento de hadas. Autor: Javier Ramos de los Santos

Cae la tarde. Y lo hace de una forma tan rápida que el chófer que me ha traído hasta aquí sin perder ni un momento la sonrisa, muestra ahora un semblante preocupado. Todavía quedan unos kilómetros para llegar a la localidad donde pernoctaré esta noche y las carreteras de la zona no son del todo buenas, sobre todo cuando se adentran en bosquecillos de una belleza salvaje…

Sin embargo, es imposible resistirse al hechizo de este momento, junto al estanque del castillo de Cervera Lhota, mientras un sol rojizo se esfuma tras las copas de las numerosas coníferas que pueblan el parque. Me apetecía quedarme aquí, viendo llegar la noche mientras que la imaginación y los sentimientos afloran en libertad…

Me encuentro en Bohemia checa, en concreto en la zona más meridional fronteriza con Austria. Es, sin duda, uno de esos lugares donde cuentos y leyendas tienen una perfecta ambientación, sobre todo gracias a sus castillos y palacios de gusto ecléctico, rodeados de estanques donde engordan las percas que luego se servirán en las mesas de Navidad de todo el país.

La magnificencia de Cervera Lhota me deslumbra. El rojo intenso de su fachada contrasta vivamente con el vergel de naturaleza que lo rodea. Cierro los ojos y no me resulta difícil imaginar a alguna princesa de vestidos vaporosos que espera a su amado príncipe tras atravesar el puente que salva el pequeño estanque.

Más prosaico, que no menos hermoso, resulta el castillo de Konopiste. El chófer que me conduce al hotel, experto conocedor del folclore local, me explica que el más famoso de sus moradores fue Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono astro-húngaro, cuyo asesinato en Sarajevo, en 1914, fue el germen de la I Guerra Mundial.

La dinastía de los Habsburgo también dejó su sello, unos kilómetros más adelante, en Cesky Krumlov, de la que me aseguran que se trata de la localidad más bella del sur de la República Checa. Crecida en torno a un escenográfico meandro del río Moldava, el lugar apabulla con su monumentalidad. Está hecha para soñar. No quiero pasar por ella a bordo de un destartalado automóvil como una parada más, sería injusto. Merece la pena disfrutar aquí, al menos, un fin de semana, con tiempo para pasearla, degustar un café junto al río o contemplar sus monumentos. Sobre todo del complejo del castillo, una gran obra renacentista y barroca y con una espléndida sala de máscaras decorada con motivos relacionados con la Comedia del Arte.

No muy lejos de aquí paramos de forma momentánea frente al castillo de Hluboka nad Vitavou, un lugar sorprendente ya que, al ojear la guía de viajes que extraigo de mi aparatosa mochila, descubro la transformación de la primigenia construcción renacentista a un estilo neogótico, a imagen y semejanza del Castillo de Windsor inglés. No dudo en fotografiar la insigne fortaleza y almacenar así mi colección de recuerdos.

Las distancias en esta región de la Bohemia, por fortuna para un viajero como yo acostumbrado a tantos peregrinajes, caminatas inacabables y desventuras de todo tipo, no son demasiado grandes; si continúo con el itinerario que tenía previsto, a apenas 30 kilómetros de aquí podré localizar la localidad balnearia de Trebon. Al ritmo vertiginoso que llevo lo pasaré de puntillas para llegar, un poco más distanciado, a Jindrichuv Hradec, uno de esos lugares donde el tiempo parece que transcurre de una forma pausada. Como no podía ser menos, aquí también se alza un imponente castillo, éste de origen gótico.

La afición a la historia me obliga, si no quiero regresar a España con remordimientos, a desplazarme hasta las ruinas de la fortaleza de Landstej, que se emplaza en el límite de Bohemia, Moravia y Austria. La fatiga de mi peculiar compañero de viaje se transforma en vitalidad cuando alcanzamos a divisar la belleza de una comarca a la que llaman la Canadá checa, por la espesura de sus bosques, desde las desafiantes torres del castillo.

No quiero despertar de este cuento de hadas sin culminar mi fugaz aventura a esta región del Este de Europa con la visita de esa maravilla paisajística denominada Telc, considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Me resulta toda una delicia pasear con brevedad por los soportales de la plaza de Zacarías de Hradec y degustar una exquisita cerveza que confirma la calidad y el mimo con que la confeccionan en Chequia.

Cierto que su capital, Praga, está considerada una de las ciudades más bellas del planeta, pero, ¿quién se acuerda de ella tras palpar el romanticismo que me ha destilado este legendario viaje por el sur de Bohemia?

Un comentario

  1. Solamente porque de verdad fue un viaje de cuento de hadas le perdono que se atreva a afirmar que hay un motivo (uno solo!) para no acordarse de Praga, asi sea por breves segundos, estando en la República Checa!

    En serio: por fin alguien que nos recuerda que hay más sitios hermosos e interesantes que vale la pena conocer en Chequia además de su capital.

    Saludos y que haya suerte en el sorteo.

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